Bueno en primer lugar me gustaría decirles que todo lo que se vaya a publicar en este blog son FanFics de crepúsculo, todos los personajes, espacios y demás cosas que aparezcan en cualquier libro de la saga son propiedad de Stephenie Meyer.
Los FanFics de crepúsculo no son de nuestra propiedad (Guadalupe Vulturi y Daniela Cullen) cada uno tiene su respectivo autor, y esta señalado en la descripción de cada FanFic. Tengan en cuenta que cualquiera de esos FanFics también se pueden encontrar en FanFiction.net u otro blog mientras tengan permiso de su autor.
Fuera de eso, no tengo nada más que decirles aparte de que disfruten su lectura.

Nuestro nuevo día juntos

Aquella noche no soñé nada, o al menos nada que fuera capaz de recordar una vez me hube despertado, sin embargo, por alguna razón, fue una de las noches más felices de mi vida. Quizá se debiera a que una parte de mi subconsciente era capaz de recordar lo sucedido pocas horas antes, o tal vez se debiese a esos fuertes y fríos brazos a quienes yo sabía velando mis sueños.
Realmente el motivo no importo demasiado, pero estoy segura que la sonrisa permaneció en mis labios durante toda la noche.
Cuando desperté, con los parpados aun cerrados, me costo unos segundos recordar todo lo ocurrido la noche anterior, y aun más convencerme a mi misma de que había sido algo más que un perfecto sueño. Sin embargo una vez me cercioré de que era cierto, repasando momento por momento todo lo vivido de forma lo suficientemente explicita y real para no ser simples alucinaciones, abrí los ojos desesperada, para averiguar si efectivamente él, había cumplido su promesa de permanecer a mi lado el resto de la noche.
Debido a la penumbra que aun invadía mi habitación – teniendo en cuenta que me había retirado a dormir sobre el medio día del día anterior y habrían transcurrido algo más de doce horas, por esos momentos deberían ser las cinco o las seis de la mañana, horas en que la luz del Sol aun no es muy intensa – tarde unos segundos en localizar la figura de Edward.
Mi corazón boto feliz en mi pecho al cerciorarse de que él no se había marchado. Por el contrario permanecía allí, tumbado sobre mi mecedora, con los ojos fuertemente cerrados y tan inmóvil como pudiera serlo una estatua. Cualquiera habría pensado que estaba durmiendo, cualquiera menos yo, que conocía la verdad de su especie, gracias a los detalles que me había proporcionado el día anterior.
Lo observe desde mi cama durante unos instantes, sin embargo, el impulso que me inundó después fue irrefrenable.
- ¡Edward! – exclamé, al mismo tiempo que mis piernas me conducían veloces hasta él – ¡te has quedado!
Lo rodeé con fuerza entre mis brazos, deseando de algún modo que el permaneciera entre ellos para siempre. Mi reacción pareció divertirle porque escuche como su risa inundaba la habitación, haciéndola de repente mucho más confortable. Me correspondió el abrazo.
- Siempre que tú así lo quieras – respondió, y de nuevo tuve la siniestra impresión de que eso era un amago de despedida. ¿Por qué no podía decir simplemente, "siempre"? De todos modos estaba demasiado feliz para inquietarme por ello. Ignoré su contestación y le pregunte.
- ¿Qué hora es? – deseaba hacerme una idea de cuanto tiempo me quedaba a su lado.
- Algo más de las cinco – me respondió, provocando un considerable enfado conmigo misma. ¿Quién demonios me había hecho dormir tanto? Menuda manera más tonta de desperdiciar el tiempo a su lado. Probablemente debió notar mi desilusión porque añadió – No te preocupes, aun nos queda la academia, sin olvidar que esta tarde te presentare a mi familia.
Si trataba de animarme, únicamente logró ponerme más nerviosa, aun no estaba del todo convencida de acudir a aquella cita, sin embargo no podía fallarle a Edward, menos cuando parecía que eso le hacía tanta ilusión. Pareció notar mi reticencia, porque me estrecho aun más fuerte en sus brazos mientras posaba sus labios sobre mi cabeza. Consciente o no, olvide cualquier inquietud.
- Te amo Edward – el susurró escapó de mi labios a pesar de que no deseaba decirlo.
Sospechaba que él también lo sentía, incluso había afirmado que así era, sin embargo, exponer tan abiertamente un sentimiento tan profundo y trascendental como lo era ese, me costaba demasiado esfuerzo, tal vez debido al miedo de que él me rechazara. Sin embargo no fue eso lo que hizo. Por el contrario, me abrazo con mayor fuerza y ternura, como si deseara fusionarse conmigo, y sus labios, abandonando mi pelo, pasaron a deslizarse por mis mejillas, mi mandíbula, y finalmente mi boca.
Yo fui feliz. No importaba si aquello era una locura, tampoco que Charlie se encontrara a apenas unos metros de nosotros. No me preocupaba lo más mínimo estar arriesgando mi dignidad y reputación al hallarme a solas en mi habitación besando a alguien que prácticamente, para los demás, era un extraño. Siendo sincera todo carecía de importancia para mi en esos momentos, incluso la posibilidad de que fuera un sueño del cual habría de despertar tarde o temprano. Lo único importante, es que él estaba conmigo, y me amaba tanto como yo a él.
- A propósito – comentó tras unos momentos que bien pudieron ser horas – Charlie comienza a inquietarse, esta deseando hablar contigo y presentarte una disculpa por su comportamiento en la fiesta. – su suave voz terciopelada llegó a mi como en un sueño, devolviéndome a la realidad que nos rodeaba - A decir verdad no recuerda nada y espera que tu le expliques lo que ocurrió – Se rió unos instantes con esa risa que tanto me gustaba – Será mejor que bajes y le explique antes de que sucumba a la tentación y suba el mismo a preguntarte.
Medite en sus palabras y me di cuenta que tenía razón, sin embargo no deseaba separarme de él, no aun, por lo que busque la manera de entretenerle.
- ¿Y qué le digo? – pregunte sin ideas – Yo tampoco estuve en la fiesta para saber que ocurrió.
Edward rió tras mis palabras.
- Cierto, cierto... – por sus ojos pareciese ocupado en rememorar lo que había echo durante la noche anterior – Básicamente Alice se le presentó, le convenció para beber una copa wiski, cayó dormido y ella lo trajo a casa pocos minutos después de que nosotros nos hubiésemos marchado.
- ¿Se desmayo con un único trago de wiski? – pregunte escéptica. Mi pregunta no pareció gustarle demasiado. Supe que era exactamente la que no quería escuchar.
- ¿Escasa tolerancia al alcohol? – tanteó, pero lo cierto es que ni él mismo creyó en sus palabras. Enarqué una ceja, dispuesta a insistir hasta que me confesara la verdad. Él pareció darse cuenta. – Esta bien... quizá Alice le añadiera algo de somnífero a la copa... pero estoy seguro que ni él mismo se dio cuenta... fue el alcohol más que nada...
- ¿Le pediste a tu hermana que drogara a mi padre para poder pasar la noche conmigo? – pregunte escéptica, pero no tan enfadad como sabía que debiera estar.
- Yo no se lo pedí – Se defendió malamente – Se le ocurrió a ella solita – enarqué una ceja, por lo que decidió cambiar de táctica – Además, ¿acaso preferirías tener que enfrentarte ahora a un padre furioso por tu llamativa ausencia en la fiesta? O mejor aun ¿haber permanecido allí durante toda la velada en compañía de tu caballerosa pareja?
Sus preguntas lograron silenciarme pues la respuesta era obvia y le daba la razón a él. De todos modos...
- Solo me enfado porque no pensabas decirme la verdad – reconocí, y era cierto. No me importaba que hubiera tenido que dormir a Charlie para pasar la noche a mi lado, lo único que me molestaba era que no confiase en mi pare decírmelo.
- Temía que te enfadaras – respondió con simpleza, y me sorprendió la verdad y el miedo que cargaban sus palabras.
- No me enfado. Nunca me enfadaré por nada que hagas mientras eso nos permita estar juntos – por supuesto que no – Solo que... pensé que confiabas en mi lo suficiente... para no mantener secretos.
Mis palabras parecieron relajarme, creo que temía que me hubiera enfadado. Una de sus manos me tomo del mentón sutilmente mientras la otra acariciaba mi espalda. Sus labios hallaron los míos, y de nuevo cualquier sensación que antes me turbara desapareció.
- Lamento haberte ofendido – pronunció formalmente – Prometo que a partir de hoy no habrá secretos. Te seré totalmente sincero en todo lo que haga o diga en relación a ti.
Sus ojos brillaban sinceras mientras hablaban, con ese toque dorado que me hipnotizaba, y sus palabras borraron cualquier rastro de resentimiento que pudiera existir. Creo que no había ninguno. De igual modo lo abrace con fuerza, con total creencia en sus palabras.
- Charlie se esta impacientando – repitió, con un deje de histeria en la voz, por lo que supuse que faltaba poco para que mi padre comenzara a subir las escaleras. Maldición, ¿por qué demonios no había durado más aquel estúpido somnífero?
- ¿Volverás verdad? – susurré, incapaz de acallar el más tenebroso de mis miedos.
- Antes de lo que imaginas – sus palabras sonaron sinceras y yo creí en ellas completamente.
Se despidió de mi con un suave beso, y después de estrecharme fuertemente contra su cuerpo, desapareció por la ventana.
Evite concienzudamente abrir los ojos por unos instante, tratando de grabar el abrazo en mi mente, y una vez lo hube conseguido, abrí la puerta de mi cuarto y, maldiciendo internamente, baje las escaleras hasta encontrarme con Charlie.
Este se hallaba de pie, dando vueltas sobre la pequeña cocina. Deduje por su aspecto que Edward no se había equivocado en sus suposiciones, y me maraville nuevamente por lo valioso de su don. El rostro de mi padre se relajo levemente al verme, y dejando de lado los habituales formalismos que habitualmente empleaba al empiece de sus conversaciones, me encaro.
- ¿Has dormido bien? – una pregunta estúpida, pensé, pero asentí con la cabeza, alentándole a decir lo que realmente le preocupaba. – Bien..., me... me alegro. Yo también he dormido bien – sin duda – aunque ahora... me duele un poco la cabeza... – parecía confuso mientras hablaba, así que decidí echarle un cable.
- Creo que es normal, no te sentó muy bien la salida de anoche. – más bien el somnífero que te dio Alice – Te mareaste y regresamos pronto a casa... Mike se quedó con Jessica... – trate de dotar a mi voz de un toque alicaído. Reconozco que no estaba siendo justa con Charlie, pero fue él quien me insistió para ir al baile... Además, una mentirijilla piadosa no haría mal a nadie.
- Oh! Hija lo siento mucho – parecía realmente apenado y de pronto sentí un profundo dolor en el pecho; lo denomine culpa.
- No te preocupes, en realidad me aburría, tú sabes que a mi me aburren esas fiestas... además así pude leer y prepara el ensayo de la fiesta – sonreí entusiasmada, tratando de quitarla importancia para que Charlie no se atormentara.
- Aun así... – comenzó, pero yo le interrumpí.
-A decir verdad me salvaste, Mike estaba empecinado en sacarme a bailar, y sabes que de ser así no habría vivido nadie para contarlo. – le sonreí de nuevo, más sincera.
Pareció que por fin me creía, ya que me devolvió el gesto.
- ¿Tienes idea de si me despedí del señor Newton? – comentó algo más relajado. Parecía que le preocupaba más lo que pensara yo que lo que hicieran los demás, así que procure animarle.
- La verdad no estoy segura, pero no te preocupes – le tranquilice – hoy iré a la academia y le explicaré a Mike lo ocurrido. – Debía hacerlo – Le comentare que tuviste jaquecas todo el fin de semana pero que trataste de ir a la fiesta porque estabas muy entusiasmado. Sin embargo el dolor aumento y no pudiste remediarlo – Mi padre me miró fijamente durante uno instantes, y no supe descifrar lo que había en su mente, pero después de ese tiempo me guiño un ojo y sonrió.
- Si se lo dices tú, seguro que te cree. – reí por su comentario.
- No es nada papá, y de todos modos será mejor que ahora vaya a preparar el desayuno.
Partí a la cocina rápidamente, antes de que la culpa comenzara a embargarme de nuevo. Planeé cocinar el desayuno favorito de Charlie, huevos con bacón, en modo de disculpa encubierta. Sin embargo en cuanto la presencia de mi padre desapareció, mi mente pareció evadirse de nuevo con el recuerdo de la persona que no quería nombrar, pues si lo hacía obstruiría todos mis sentidos.
Una hora después, Charlie se sentó a comer, parecía bastante más animado y yo sentí como un fuerte peso desaparecía de mi espalda. Conversé brevemente con él, tratando de poner especial atención a sus palabras y respondiendo eficazmente cuando me preguntaba algo. Por suerte, tuvo que marcharse al cabo de un rato a comenzar su jornada laboral y yo me quede sola de nuevo.
Me dirigí a mi cuarto y me di un baño rápido en la tina, todavía sin permitirme pensar en él, pues sabía que cuando lo hiciera, todo lo demás desaparecería de mi mente. No obstante si me permití meditar en la excursión que haríamos aquella tarde, para conocer a su familia. Decididamente debía causar buena impresión, ya que estaba segura de que ellos y su opinión sobre mi, tendrían gran influencia en mi reciente relación con Edward.
Tras meditarlo unos momentos, decidí que sería mejor no regresar a casa después de la academia, sino acudir directamente desde allí a visitar a su familia. No obstante, si lo hacía así, debería ir a la academia más arreglada que de costumbre. Lo último que quería era presentarme a ellos con mis peores trajes..., si de por si yo no era nada, mal vestida bien podía pasar por mendiga. Nunca había dado demasiada importancia a mi aspecto, pero en esos momentos me importaba, y no concebía peor cosa que causar mala impresión a los Cullen.
Finalmente me decidí por un vestido de tonos azul oscuro y blanco superpuesto, algunos encajes en la falda, y un limitado escote en cuadro. No era lo más elegante que tenía, pero tampoco lo más mojigato. Al fin y al cabo, ¿cómo se supone que debe una vestir para conocer a la familia vampira de su novio? No lo sabía, pero esperaba que con eso fuese suficiente.
Dedique el resto del tiempo a peinar mi rebelde cabello y preparar la cartera. A una media hora del comienzo de las clases, abandone mi casa y me adentre en el camino. No llegué muy lejos.
Apenas hube recorrido unos pasos, la borrosa figura de un jinete y su caballo se hizo visible entre la niebla. En un principio no estuve muy segura de cómo reaccionar, ¿sería amigo o enemigo? ¿debería huir o acercarme? Él mismo se encargo de hacerme salir de dudas.
Con el corazón latiendo apresuradamente contemple como el jinete se iba acercando, convirtiendo su difusa figura en aquella más perfecta que jamás había contemplado. Edward me sonreía a unos metros de mi, haciéndome gestos para que me acercara. Lo hice.
- ¿Quieres que te lleve? – preguntó burlón, quizá por la mueca de asombro de mi rostro.
- ¿Cómo? – interrogue confusa, todavía no era capaz de asimilar el echo de que él estuviese allí, montado sobre un caballo, ofreciéndome transporte.
- ¿Cómo sino? – respondió, mientras señalaba la montura. Yo trate de reorganizar mi mente.
- Claro – respondí torpemente – Es solo que pensé que vosotros corríais. – y probablemente harían más rápido que cabalgando.
- ¿Recuerdas lo que dije de guardar las apariencias? – su voz sonaba burlona mientras yo asentía – Digamos que resulta más normal llegar a caballo a la academia, que hacerlo a pie, teniendo en cuenta la distancia de nuestra casa a la academia.
- Oh! – me sorprendí, estaba quedando en ridículo, pero la sola presencia de Edward lograra turbarme y empañar mi mente. – Entiendo.
- Entonces, ¿subes o no? – parecía impaciente.
Yo asentí con la cabeza, sin embargo tras aproximarme lo suficiente al caballo, me di cuenta que no tenía ni idea de cómo montarme en él. Edward rió nuevamente ante mi confusión, y tendiéndome su mano, me elevo a la montura sin esfuerzo aparente.
- ¿Cómoda? – preguntó sarcástico al mismo tiempo que lo rodeaba con mis brazos en afán de sujetarme.
- Si – contesté. Lo estaba. Claro que lo estaba.
El caballo había empezado a cabalgar y yo mantenía mi cabeza recostada sobre su espalda y mis brazos alrededor de su cintura, de modo que e era fácil inhalar su perfecto aroma. A pesar de haber permanecido en contacto con él durante toda la noche, me seguía pareciendo igual de magnifico. Pensé que jamás me seria posible habituarme.
Durante el resto del camino, Edward me estuvo preguntando diversas cosas acerca de mi monótona vida, mi inadaptada y huida madre, mi antiguo hogar, mis gustos predilectos, las retrógradas costumbres de mi padre, mis planes de futuro...
Fue bastante sencillo responderle, a pesar de que no veía que podía hallar de emocionante en sus interrogantes. Sin embargo, me agradaba el suave y curioso timbre de su voz al preguntarme, su atenta postura de escucha, los escasos pero agradecidos momentos en que giraba su rostro y me dirigía una mirada cargada de interés, olvidando por completo el camino por el que circulábamos..., e incluso las molestas risas burlonas que soltaba de vez en cuando, a partir de una de mis respuestas.
Todo ello, lograba que me olvidara por completo de lo aburrida que debía ser mi vida escuchada por él, del miedo a que perdiera el control del caballo por andar distraído con la vista girada, o, una vez llegamos al pueblo, de las inquisitivas y acusadoras miradas que muchas mujeres cotillas y mal pensadas nos dirigían.
Por desgracia, no tardamos demasiado en llegar a la academia. De mala gana consentí en liberarlo de mi abrazo y tome su mano como ayuda para bajar el caballo. Debió percatarse de la mueca enfadada de mi rostro, porque sonrió torcidamente antes de tomarme por la espalda y depositar un rápido beso en mis labios, por miedo a que alguien nos viera, pero que me hizo olvidar todo lo que no fuera él. Satisfecho por mi anunciada reacción, me tomo la mano discretamente y me condujo al interior de La Academia.
El aula se hallaba vacía, seguramente el profesor la habría dejado abierta para los alumnos más madrugadores, pero se habría retirado hasta el comienzo oficial de las clases, para el cual faltaba algo más de un cuarto de hora. Desde luego se avanzaba más rápido a caballo que andando.
No tuve tiempo de aburrirme, Edward retomo sus preguntas más rápido de lo que a mi me habría gustado, no obstante, tal y como siempre hacía, me convenció para seguir respondiendo.
Los quince minutos pasaron rápidamente y ya comenzaban a llegar el resto de los alumnos, entre ellos, aquel que yo más temía.
Mike asomo ansioso por la puerta, y por la rapidez con la que se dirigió hasta mi, supuse que no era su interés por las clases lo que lo hacía llegar temprano. Frunció pronunciadamente el ceño una vez se percato de la peligrosa proximidad que había entre Edward y yo – ambos permanecíamos en nuestros asientos sin apenas rozarnos, pero bastante más cerca de las anteriores ocasiones en las que se alejaba de mi como si fuese la peste – y se apresuró aun más por alcanzarme.
- Te fuiste en la fiesta – no era una pregunta, y no podía culparlo por el tono acusatorio de sus palabras. Edward se puso rígido a mi lado.
- Lo siento – trate de que mi voz sonara sincera. Lamentaba si había lastimado a Mike, pero no hubiera cambiado mi noche con Edward por nada del mundo. – Papá se puso enfermo... – me excuse – tuve que acompañarlo a casa... no era correcto que permaneciera yo sola en la fiesta...
- Podrías haberte despedido – parecía realmente enfadado y su tono era demasiado posesivo. Comenzaba a olvidar el motivo por el cual debía ser amable con Mike.
- Bailabas con Jessica – le recordé fríamente – se os veía tan felices que no quise molestar.
- Tienes razón – se disculpó, parecía avergonzado. – No debí acceder a bailar con Jessica, fue muy desconsiderado por mi parte – ni siquiera me dio tiempo para negar lo anterior. – Te recompensaré. – afirmó, sonriente - ¿Qué te parece si esta tarde voy a ver a Charlie y le pido permiso para acompañarte esta tarde? En un lugar público por supuesto.
- ¡No! – mi grito de horror fue más pronunciado de lo que tenía pensado, Mike parecía desilusionado, pero por nada del mundo pondría en peligro mi tarde con Edward. Él pareció pensar lo mismo porque lo vi de reojo cometiendo grandes esfuerzos por controlarse. Decidí cortar por lo sano. – No creo que esa sea buena idea, Mike.
- ¿Por qué? – preguntó él, verdaderamente parecía desconcertado, aunque durante una milésima de segundo, pareció enfocar a Edward con su mirada. Fue tan rápido que ni siquiera tuve tiempo de comprobar si tan solo eran alucinaciones mías.
- Eh... – mi mente circulaba a cien en busca de una excusa. - ¡Jessica! – por la cara de asombro que puso, supe que esperaba esa respuesta casi tanto como yo. Nada.
- ¿Qué pasa con ella?
- Es mi amiga – ligeramente... lo sería si en alguna ocasión se enteraba de lo que estaba haciendo. – Ella se enfadaría conmigo si accediera a salir contigo. – me miró desconcertado, no lo entendía – ¿Acaso no te diste cuenta? – pregunte exasperada, pareció que empezaba a entender – Se ha hecho muchas ilusiones contigo, y yo no puedo defraudarla, lo siento.
Afortunadamente, en ese momento entró el profesor, y Mike hubo de regresar a su asiento con la mirada perdida y obviamente pensativo. Quisiera Dios que se encaprichara con Jess y se olvidara de mi.
No pude hablar con Edward durante el resto de la clase, y a pesar del gran desafió que eso suponía, me obligue a mi misma a prestar atención, a fin y al cabo, y aunque estuviese perdidamente enamorada, tampoco debía renunciar a mi formación, o de lo contrario acabaría siendo aquello que siempre tanto había criticado, madre, y esposa, o, al menos, esposa.
Las horas transcurrieron rápidas, mientras estudiaba filosofía, historia y literatura, y extremadamente lentas cuando toco calculo y economía. Al final de la mañana tenía pocos deberes y una gran sonrisa en los labios. Al fin podría volver a besar a Edward de nuevo.
Era increíble la necesidad de él que había forjado en mi en apenas un par de días. Era incapaz de imaginar una vida sin él a mi lado. Grandes ambiciones que antes poseía habían quedado anuladas, ahora era extremadamente feliz con tan solo una mirada que me dedicara. Siempre había sido pesimista, acorde con el movimiento romántico que asolaba el mundo conocido, y sus tendencias de alejarse de la sociedad y sus gentes mediante libros y fantasías, su marcado individualismo, su pesimista visión del mundo, como un lugar solitario y cruel... todo ello s veía reflejado en mi. Sin embargo eso había quedado atrás ahora, junto a él nada existía. Yo era feliz, inmensamente feliz, tan feliz que no cabía en mi de gozo. Edward era mi mundo, y no era solitario, ni oscuro, ni cruel..., era la dicha personificada, mi ángel... la luz de mi vida, y no concebía manera de seguir viviendo sin él a mi lado, no ahora que lo había conocido, que lo había sentido sobre mi, que había probado sus labios.
- Bella –su voz legaba hasta mi lejana, como un pequeño susurro. - ¡Bella!
- ¿Eh? – reaccione al fin – Lo siento me había perdido en mi mente.
Me disculpe y miré a mi alrededor. Note con sorpresa que ya habíamos abandonado el aula, y debía hacer bastante tiempo de eso, porque todos los demás se habían dispersado.
- Había pensado – comenzó, y su tono serio me hizo concentrar en él toda mi atención. – que tal vez no hayamos hecho, no haya hecho – rectifico – las cosa al modo correcto.
Mi corazón empezó a latir con fuerza, de nuevo sus palabras emulaban una despedida, solo que esta vez no me sabía capaz de soportarlo.
- Tu conversión con Mike - ¿Mike? ¿Qué tenía que ver Mike con todo esto? Al menos si se trataba de Mike no podría ser nada realmente importante, por ejemplo, su marcha. – Me ha hecho pensar. Creo que cometí un error invitándote a casa. – lo mire desconcertada, pero al menos no parecía estar diciéndome adiós – Entiéndeme, me hallaba, me halló, tan feliz por haberte encontrado y por haberme enamorado de ti, aunque no podría haber sido de otra manera, que el impulso de compartir esa alegría con mi familia, después de tantos años escuchando en sus mentes su silenciosa preocupación por mi, fue tan grande, que descuide por completo a la tuya.
- ¿A la mía? – pregunte confusa. No comprendía a dónde quería llegar.
- A Charlie – especifico, pero yo me limite a encorvar las cejas, aun no captaba el sentido de sus palabras – Debí pedir permiso a Charlie antes de invitarte a casa. De hecho, desde el primer momento en que mi interés para contigo fue lo suficientemente grande como para ser completamente incapaz de dejarlo pasar, debí informar a Charlie de él, así como pedirle permiso para cortejarte habitualmente.
Comprendí al fin a lo que se estaba refiriendo. Mike me había comentado que antes de acompañarme durante la tarde, iría a pedir permiso a Charlie, y seguramente Edward se habría sentido mal por no haberlo hecho él primero. Reí sin poder evitarlo. Me había sentido tan aterrada de que él me dejara que aquello parecía una tontería. Me miró confuso.
- No tienes que pedirle permiso a Charlie – expliqué – él ni siquiera esta en casa por las tardes, no llegara hasta pasadas las once... Además, a mi no me importa lo que Charlie opine sobre nosotros, yo te quiero, y con eso es suficiente.
- Aun así – insistió – considero correcto ir a informarle de que somos novios, y de que mis intenciones para contigo son honestas, sin temor al compromiso. – Permanecí en silencio, no sabía si debía tomar completamente en serio a Edward, pero había algo en ellas que me disgustaba, tal vez la palabras "compromiso."
- No quiero que te veas forzado a nada – trate de convencerle, por alguna razón me sentía reacia a compartir nuestra relación con Charlie. Quizá fuera porque mi confianza con él era escasa desde la partida de mama, o porque sus ideas eran muy distintas a las mías..., o simplemente porque sentía nuestra relación tan semejante a un sueño, que el temor a que este se rompiera cuando lo compartiera con alguien real, era demasiado grande. Además, si Charlie se enteraba, no habría forma de escapar de esas restrictivas normas sociales, tales como nada de tiempo a solas con tu novio, reputación intachable, presentaciones en sociedad, fiestas... y un sin número más de cosas que detestaba profundamente.
- No lo hago forzado – negó, y mis hombros ardieron una vez el depositó sus manso sobre ellos mirándome fijamente a los ojos – Te quiero, y quiero estar a tu lado de modo legal e inexpugnable. Quiero formar parte de tu vida, y Charlie esta dentro de ella, por lo que también deseo que el sepa de mi existencia y nuestra relación. Comprendo que hay cosas que nunca podremos contarle, pero deseo que tu vida sea tan próxima a la normal como si yo fuera un hombre corriente en lugar de un monstruo. – la sinceridad se reflejaba en sus ojos, y yo me estremecí de dolor a casa de sus palabras.
- No eres un monstruo – repliqué. Él sonrió tiernamente.
- Entonces, permíteme hacer esto de la manera correcta, ¿de acuerdo? – me era imposible negarle nada, menos aun cuando sus ojos se mantenían fijos en los míos. Asentí hipnotizada, y él sonrió triunfante al mismo tiempo que retiraba sus manos de mis hombros – Entonces, ¿vamos a comisaría a ver a Charlie?
-¡No! – chille aterrada, aun no estaba preparada y lo más probable es que mi padre tampoco. Lo mejor sería esperar un poco..., prepararle – Hoy no. – supliqué – esperemos un poco. Es mejor no presentarnos de improviso. Mejor yo le aviso que quiero presentarle a alguien y... – no sabía que decir, realmente me asustaba la posible reacción de Charlie, estando el tan encaprichado con Mike tan solo por ser el hijo del alcalde... ignoraba cual era la posición económica de Edward, y la verdad, me importaba bien poco, pero dudaba que Charlie estuviera de acuerdo conmigo.
- ¿Mañana, entonces? – por su rostro malhumorado deduje que no le agradaba la idea de esperar, posiblemente un día sería el máximo aplazamiento que podría obtener. O eso, o ir a buscarlo ahora a comisaría. El revuelto de estomago que me produjo esa idea me ayudo a decidirme.
- Mañana – aseguré, y Edward pareció relajarse hasta formar una sonrisa.
- Bien, en ese caso, señorita... – me tendió su brazo gentilmente, y yo lo tome encantada.
- ¿No iremos a caballo? – pregunte, extrañada.
- Así el camino es más largo – explicó – aun tengo una exagerada cantidad de preguntas que hacerte – expresó con una cálida sonrisa, mientras conducía velozmente, con temor a que alguien nos viera, una de mis manos hasta su boca.
Yo sentí como el estómago se me llenaba de mariposas, e instantes después, todo desapareció. Ya no existía Charlie, ni la Academia, ni Mike, ni los montones de casa que nos rodeaban, ni tan siquiera era consciente de la calle por la cual caminaba. Tan solo existía Edward, y yo, juntos, para siempre.
Con una sonrisa feliz, me preparé para lo que sería un extenso interrogatorio, al fin y al cabo, ¿cómo negarle nada, a él, al amor de mi vida?
Sencillamente imposible

1 comentario:

  1. Hermosas las intenciones de Edward como siempre un caballero, pero me encanta que se acerque a Bella cada vez que puede!!!!!

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