Bueno en primer lugar me gustaría decirles que todo lo que se vaya a publicar en este blog son FanFics de crepúsculo, todos los personajes, espacios y demás cosas que aparezcan en cualquier libro de la saga son propiedad de Stephenie Meyer.
Los FanFics de crepúsculo no son de nuestra propiedad (Guadalupe Vulturi y Daniela Cullen) cada uno tiene su respectivo autor, y esta señalado en la descripción de cada FanFic. Tengan en cuenta que cualquiera de esos FanFics también se pueden encontrar en FanFiction.net u otro blog mientras tengan permiso de su autor.
Fuera de eso, no tengo nada más que decirles aparte de que disfruten su lectura.

Perdoname

Entre en casa decepcionada, con ese extraño vacío presente en mi cuerpo, sin embargo me inste a mi misma a olvidarlo, por el momento.
A pesar de no haber comido nada desde el mediodía, los sucesos acontecidos apenas unos minutos atrás, me habían quitado el apetito. Dudaba que mi estómago pudiera soportar que introdujera comido dentro de él sin devolverla unos instantes después.
Aun así, me dirigí a la cocina, recalenté la comida de Charlie para que estuviera mínimamente comible cuando él regresara, añadí unos cuantos troncos a la estufa y ascendí las escaleras en dirección al baño.
Para mi suerte la tina de agua estaba llena, Charlie me había echo caso cuando le pedí que la cambiara el día anterior. No me importó que el agua estuviese fría, de echo casi lo prefería así. Tratando de dejar mi mente en blanco, me despoje del incordioso vestido, a quien agradecía ahora su resistencia a ser quitado, y tras el leve batallaje de siempre con el corsé, me introduje en el agua.
La sensación de frío recorrió mi piel en un primer escalofrío, poniéndome la piel de gallina, sin embargo lo que más me altero, fue el reflejo morado de mi mejilla y parte de mis labios que se reflecto en el agua, recordándome la causa de su existencia, que yo había preferido olvidar.
Las lagrimas comenzaron a correr por mi cara sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo, y junto a ellas venías las imágenes pasadas, acompañadas de un intensidad que superaba la vivida en la realidad. Sentía sus sucias manos masajear mi pecho por encima de mi vestido, su lengua contaminando mi boca, sus insultos, mi propia estupidez… y de pronto, lo recordé a él, a él que me había salvado, y milagrosamente toda la angustia y el miedo, desapareció.
No comprendí muy bien como era posible que mis propias lágrimas dejaran de correr ante su simple recuerdo. Si, el me había salvado, pero se trataba de algo mucho más profundo que eso. La sensación de seguridad que sentía a su lado, me estremecía a mi misma, y me confundía notablemente. No era normal. Tampoco estaba justificada.
Desvié mis pensamientos hacía un tema más sencillo de tratar, no tanto por su complicación, que no era poca, sino más bien porque no se hallaban sentimientos implicados.
Edward me había salado, si; pero la cuestión era, ¿cómo lo había hecho?
Desde luego no como un humano normal lo haría, por muy atlético que llegara a ser. La velocidad de sus movimientos era… indescriptible. El instante en que salió del bosque, más que de un saltó o una carrera, fue como si se materializara en un único segundo, apareciendo de la nada. Su modo de lanzar a aquellos hombres…, metros traspasando el cielo, y sin embargo él no dio ni tan siquiera una muestra de esfuerzo, incluso pareciese como si, mas que hombres, se tratara de plumas.
También debía detenerse en cuanta el modo tan simple y certero de librarse de los otros tres maleantes. Un golpe rápido a cada uno, un golpe casi invisible, y sin embargo yo podría apostar, sin riesgo a equivocarme, que llegaría mañana y seguirían durmiendo.
Lo peor de todo, era aquella mirada asesina que Edward les dedico antes de que yo le detuviera, o mejor dicho, le rogase que se detuviera. En ese momento no tuve ninguna duda de que su intención era matarles, o al menos, de que se debatía interiormente contra esa idea. Esperaba que fuese lo segundo. No es que aquello hombres me diesen lastima ni nada por el estilo… pero la sola idea de que Edward se viera en problemas por mi culpa, resultaba aterrado.
Me pregunte si realmente podría verse en problemas en algún momento.
No había duda de que podría eludir la justicia por tiempo ilimitado haciendo uso de sus… raras características, por denominarlas de algún modo. ¿Qué le impediría aniquilar a todo aquel que fuera en su contra? ¿Tendría alguna dificultad en romper los barrotes de la cárcel en caso de que lograran encerrarle? ¿Haría uso de su sorprendente velocidad para alejarse de malquiera que tratara de atraparle?
Sin ninguna duda. Edward era invencible, nadie podría controlarle jamás. Lo peor de todo fue, que me alivió comprobar esta idea, más que cualquier otra cosa. Él era invencible, nadie podría lastimarlo jamás, y eso, era una idea apetecible.
Trate de dejar el tema de lado, y mi mente se concentro en un nuevo tema.
¿Qué era Edward? Estaba claro que algo era, además de "perfecto", nuevo apelativo que usaría respecto a él y que me agradaba más que invencible, sin embargo, ¿qué más? ¿qué otra cosa podía ser?
No lo sabía. Pero si tenía algo claro. Él no era, no podía ser, humano. Al menos no en el sentido pleno de la palabra.
Había algo más, algo que, mi mente estaba remotamente lejano a imaginar.
Deje el tema por perdido. Estaba claro que jamás lograría resolver esa incógnita sin ayuda. Me centre en un nuevo dilema, igual o más importante.
¿Sería peligroso?
Resultaba raro cuestionar eso dada la seguridad que sentía a su lado y al hecho de que me hubiese salvado la vida apenas unos momentos antes, y sin embargo, algo en su comportamiento, quizá la oscura y peligrosa mirada de sus ojos el día que le conocí, mirada que hoy mismo había repetido en dirección a aquellos hombres, o tal vez el echo de que el mismo hubiese insistido tanto por vernos en un lugar publico, donde quizá, la presencia humana le impidiera dar rienda suelta a sus instintos. También debía contar con el alo de culpabilidad que en ocasiones lograba descubrir en su mirada, el que siempre estuviese atento a guardar distancias conmigo y sin duda el hecho de que se hubiera mostrado tan reticente de acompañarme de vuelta a casa y tan distante y alejado durante todo el camino siguiente.
Todo ello me llevaba a la conclusión de que sí, era peligroso. Pero ¿hasta que punto?
Ni lo sabía, ni lo era capaz de imaginar.
Tampoco importaba.
Me sorprendió la claridad de este pensamiento, ¿realmente no mi importaba cuan peligroso pudiera llegar a ser?
La respuesta fue tan clara y contundente que me hizo creer que no tenía elección. Quizá fuera cierto y nunca la tuve. No obstante decidí que lo mejor sería preguntarle a él directamente, al fin y al cabo eso era mejor que encontrarme dando tumbos a ciegas, y después de lo acontecido la noche anterior me la debía, ¿o no?
Después de todo ¿qué de malo podía ocurrir? No lo sabía, tampoco me preocupe por ello.
Satisfecha por mis conclusiones abandone la tina y me seque apresuradamente. Me coloque mi sencillo camisón de lino, y me retiré a dormir, ansiosa de que llegara el día siguiente.
Aquella noche volví a soñar con Edward. Nos encontrábamos ambos en una misma habitación, amplia y sin ventanas. Sumida por completo en la penumbra. No obstante yo sabía donde se encontraba guiándome por el resplandor de sus pupilas. Corría hasta él, tratando de alcanzarlo, pero en el momento en que estiraba mi mano para alcanzar la suya, esta desaparecía, junto a su cuerpo, para reaparecer de nuevo en otra parte de la habitación, sin que yo pudiera apenas darme cuenta.
Desperté agotada y bañada en sudor. Pero no tarde en volver a dormirme. En ese instante yo no sabía, que ese mismo sueño perturbaría mis noches durante demasiado tiempo.
El alba llegó temprano y me sobresaltó el sonido del gallo. Me incorporé deprisa y tome el primer vestido que encontré en mi armario, me vestí, y salí a preparar el desayuno.
Charlie ya se había marchado. Me alegre por ello. Quería mucho a mi padre, pero en algunas ocasiones resultaba exasperantemente retrógrado.
Me sorprendió descubrir el voluminoso apetito que tenía, al menos hasta que recordé que el día anterior no había comido nada desde la comida. Me tome una jarra de leche y unas tajadas de pan untado en mantequilla. Finalmente, con el apetito satisfecho, recogí mi cartera y abandone la casa.
Estuve algo preocupada por encontrarme los cuerpos inconcientes de esos indeseables por el camino, sin embargo, para mi sorpresa no se encontraban. Tal vez hubieran despertado antes de lo previsto, o quizá Edward se hubiese encargado de retirar los cuerpos. Esperaba que no hubiese echo ninguna tontería pero me sentí aliviada al no verlos, sinceramente no se como podría haber reaccionado.
No tarde demasiado en llegar a la academia, principalmente porque en esta ocasión sabía donde se hallaba y por las ansias no olvidadas de interrogar a Edward sobre los sucesos de la noche anterior. Eso sin contar la incontrolable excitación por volver a verlo, a él.
Para mi desilusión, cuando entre en clase aun no había llegado. De hecho el aula se hallaba vacía a excepción de un par de personas que no conocía. Quizá debiera haberme tardado un poco más, aun era temprano.
Justo en ese instante la puerta se abrió, y yo me gire esperanzada, pero mi rostro de cubrió de desilusión al descubrir la figura de Mike asomando por la entrada y dirigiéndose a mi sonriente. Apenas preste atención a sus palabras, y me limite a responder con breves monosílabos a sus preguntas. Aun así el no pareció captar mi escaso entusiasmo. Minutos después, y para mi alivio el profesor entro en el aula, haciendo que Mike se retirara finalmente a su asiento. Edward iba tras él.
Trate de buscar sus ojos con mi mirada pero el no pareció conciente de ello. De mala gana pude ver como se acercaba a su asiento y se acomodaba lo más lejos posible de mí, ignorándome por completo. Comencé a creer que algo iba mal.
No logre centrar mi atención en el profesor en lo que quedaba de clase, por suerte en esta ocasión él también parecía decidido a ignorarme.
Cuando finalmente la clase acabo, y Edward pareció dispuesto a abandonar el aula tan rápido como había llegado, me obligue a mi misma a imponerme. Tome aire.
- Edward – llamé. Hizo oídos sordos – Tenemos que hablar. – insistí, y al fin consigue que su seria mirada se posara sobre la mía. Respire tranquila al comprobar que esta seguía siendo dorado oscuro, pero no negra. Aun así no pude ignorar la distancia que había en ella mientras me enfocaba a mí.
- ¿De que quieres hablar? – se rindió finalmente. Su tono se escuchaba monótono, resignado.
- Me salvaste – repetí, deseando dejar eso en claro - ¿Cómo lo hiciste? – el silencio se propago rápidamente en mi interior al comprobar que él no estaba dispuesto a responder.
- ¿Tan importante es para ti? – no era lo que buscaba pero al menos me había hablado. Suspire calmadamente y asentí - ¿No puedes tratar de olvidarlo? ¿De vivir cómo si eso nunca hubiese ocurrido?
Le mire pensativa durante unos instantes, parecía realmente desesperado. Asentí levemente.
- Podría hacerlo, pero… - su mirada fija en mi lograba confundirme, hacerme olvidar cada una e mis pretensiones. Aparte la vista, buscando la cordura de nuevo y la clave en el suelo – Con una condición… - murmuré, sin atreverme a alzar la vista en busca de su respuesta. Lo imagina claramente, alzando una ceja, escéptico, a la espera.
- ¿Una condición? – repitió, y yo comprobé que no me había equivocado respecto a sus reacciones.
Asentí.
- Que tu también lo olvides – estoy seguro que mis palabras lo sorprendieron tanto o más que a mi. Había alo mucho peor que quedarse sin respuestas. Quedarse sin él. Lo mire un momento, parecía confuso, como si no hubiese captado el sentido de mis palabras – Que todo sea como antes de que sucediera – expliqué – que podamos volver a ser… amigos – termine en un susurró, por miedo a que él dijera que nunca lo habíamos sido.
- ¿Amigos…? – Repitió incrédulo, con una sonrisa torcida resaltando su cara – Bella – murmuró despacio – ¿de veras quieres ser amiga mía después de lo que viste ayer? Me sorprendió el escepticismo de sus palabras. Asentí. ¿Acaso no era obvió? - ¿Por qué? – supe que lo preguntaba en serio.
Alce la vista sus ojos. Duda, miedo, confusión, culpa, tristeza, es lo que encontré en ellos. Supe que debía ofrecerle la verdad, pero me daba miedo hacerlo, incluso reconocerla ante mi misma. Guarde silencio. Pero no pude evitar que lagrimas delatoras escaparan de mi ojos, incapaces de contenerse.
Por algún motivo, eso le enfureció.
- Yo soy el culpable de esto. – susurró, más para si mismo que para mi, estuve segura. Su mirada se torno dura. – Escúchame bien Bella. Yo soy peligroso, no debes acercarte más a mi – sus palabras se clavaron con fuerza en mi pecho, como dagas asesinas, pero lo que más me dolió, fueron sus últimas palabras – Y muchísimo menos, encapricharte conmigo. – no fui capaz de mirarlo mientras hablaba, y luchaba contra mi misma para contener los sollozos que me hubieran delatado. Lo sentí desplazarse rápidamente junto a mi, y una última palabras se perdió en la lejanía - Perdóname.
Cuando gire la vista para verlo marchar, él ya se había ido, ocupando su lugar solo se hallaba Mike, mirándome preocupado, ansioso, debatiéndose entre venir o no a interrogarme.
Incapaz de controlarme tome mi cartera y huí rápidamente de allí, sola, de regreso a casa.

1 comentario:

  1. Me encanto!!!!! Estoy pegada a tu historia, te felicito y te agradezco mucho por compartirla con nosotros, me gustaria saber cuando actualizas para estar atenta!!!!!
    Gracias,

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