El resto del día transcurrió tranquilo, con una insoportable Jessica formulando comentarios mal intencionados sobre mi posible relación con Mike y un padre feliz y orgulloso de sus nuevas relaciones sociales que me sonreía complacido mientras montábamos en el carruaje dirección a casa.
Mi mente seguía perdida en esos ojos negros que me habían taladrado con odio apenas unas horas antes.
Una vez en casa preparé la cena, ignorando las pretensiones de mi padre por conseguir una criada para atender esos servicios, y en cuanto pude me excuse y me retire a mi cuarto. Ni tan siquiera me moleste en prender la vela de aceite que generalmente solía utilizar para alumbrar las paginas de mis libros. Esa noche no tenía más ánimos que los necesarios para tumbarme en mi cama y maldecir interiormente lo odioso y descarado de ese joven homicida, que se había introducido tan descaradamente en mis pensamientos, y fue así, entre insultos, como me quede dormida.
Aquella fue la primera vez que soñé con Edward Cullem.
Me encontraba con Jessica en la iglesia, y de improviso, el sacerdote levantó su vista hacía mi, enfocándome con unos profundos ojos negros empapados en odio, que me hicieron temblar en mi asiento. Asustada me incorpore y dirigí hasta la salida, pero Mike Newton se encontraba en esta cortándome el paso. Confundida permite que tomara mi mano entre las suyas y se la llevara a los labios. No obstante, en el mismo momento en que estos rozaron mi piel, sentí un profundo fuego abordando mi interior, y la figura de Mike fue sustituida por otra mucho más hermosa y escalofriante. Edward depositaba sus labios sobre mi mano, al mismo tiempo que sus ojos lograban paralizar mis sentidos, impidiéndome cualquier movimiento. Una punzada de dolor me recorrió el brazo, y comprendí que sus labios habían sido sustituidos por sus dientes, que se clavaban en mi piel cual punzones afilados sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Por último, sentí a un liquido caliente y sedoso recorrer mi mano, hasta finalmente caer al suelo en forma de una apasionada gota de vida.
Aterrada, y sin comprender muy bien el motivo, desperté de mi sueño, y me encontré jadeante sobre mi cama, mientras los primeros rayos de sol, se filtraban a través de mi ventana.
Tarde algunos minutos en tranquilizarme, y una vez lo logré, me hice prometer a mi misma que olvidaría aquella mirada que tanto me perturbaba.
Algo más tranquila y decidida, me encamine hasta la cocina, dispuesta a preparar un gran desayuno, con las esperanza de ablandar a si el corazón de mi padre. Después de todo muchas cosas dependía de que el me diera o no su consentimiento.
Una hora después, la mesa estaba colocada y un delicioso aroma se desprendía de los alimentos que se encontraban sobre ella.
- Huele muy bien – me halago mi padre mientras descendía por las escaleras – No deberías malacostúmbrame de este modo – me reprochó suavemente mientras depositaba un suave beso en mi frente, pese a todo, su sonrisa, mostraba algo diferente.
- Es nuestro primer día, había que celebrarlo de alguna manera – comenté como si nada, rezando porque la mentira no fuera demasiado evidente, y le diera por preguntarse porque demonios querría celebrar yo mi primer día de semejante condena.
- Tienes razón – asintió sonriente, la suspicacia no era una de sus virtudes – Creo que seremos muy felices aquí, especialmente tras la cándida bienvenida que nos dieron ayer.
Me limite a sentir, prefería que se explayara ahora a que lo hiciera cuando le dijera lo que tenía pensado decirle.
- Sabes, Isabella? – sus palabras sonaron serias, demasiado, algo había que me había ocultado - Ayer el señor Newton me comentó que tenían pensado hacer una fiesta en nuestro honor, dentro de algunas semanas, cuando estén más próximas las elecciones, sería como nuestra presentación dentro de la sociedad del pueblo...
- Diviértete... – fue todo lo que pude decir, esperando que fuera suficiente evasiva.
- La verdad es que a él le agradaría mucho que tu también asistieses – sentía como se esforzaba en colocar cada palabra en el lugar adecuado, sin embargo también sabía que eso no era todo lo que tenía que decirme – Le dije que irías – terminó de hablar muy rápidamente, y una vez lo hizo clavo su mirada en el plato y no se atrevió a mirarme.
- Papá, tu sabes que yo no voy a fiestas – por supuesto que no iba a fiestas, y no solo porque era tan torpe que aun después de cinco años de clases de baile continuaba cayéndome a la primera de cambio, sino también porque sospechaba que ese era el tipo de baile donde se asistía por parejas, y no albergaba demasiadas dudas sobre quien iba a ser mi pareja.
- El joven Mike se mostraba muy entusiasta ante la idea de acompañarte durante la velada – genial, sospechas confirmadas, ahora más que nunca debía negarme.
- Sabes que soy muy torpe a la hora de bailar..., - rectificó – Siempre soy torpe y jamás he aguantado un baile entero sin caerme al suelo y arrastrar conmigo a mi pareja. No creo que esta sea la primera vez.
- No es necesario que bailes - ¿acaso nunca se cansaría de insistir? – le bastaría con que fueses su acompañante.
- Muy bien – ¡alto! ¿he dicho yo eso? – Supongo que no me molestaría ir con Mike al baile... – me arrepentía de mis palabras, pero de algún modo debía conseguir convencerle. – Pero quiero una cosa a cambio.
- La que quieras – me sorprendido la rapidez con la que aceptó mi propuesta, sin apenas detenerse a pensar que yo no era de las que se conforman con un bonito vestido nuevo y unos zapatos a juego. Aun así no pude sentir la victoria algo más cerca. Por la aliviada expresión de su rostro debía desear con mucha fuerza que yo accediera a acompañar a Mike, y si de verdad quería que lo hiciera..., bueno tendría que aceptar mi propuesta.
- Ayer en la comida, Jessica me comento que hay en el pueblo una pequeña academia donde asisten a clase los hijos de los hacendados..., ya sabes, una especie de preuniversidad – Charlie asintió, impaciente, sin comprender aun a donde yo quería llegar – Había pensado que tal vez... – sentía mi pulso agitarse mientras cruzaba los dedos bajo la mesa, había tanto que dependía de ese momento - yo pudiera... ir allí, con ellos...
- No comprendo..., ¿Mike esta allí? – la confusión se veía en su rostro, aunque la mueca que hice tras su pregunta le empujo a preguntar otra algo más acertada - ¿Para qué quieres ir tu a la academia?
- Para estudiar - ¿para qué si no?
- Estudiar...? – por su cara pareciera que hubiese dicho una palabrota - ¿Para qué? – Escudriñe su rostro en busca de algún gesto que me indicara que tan solo se estaba burlando de mi. No había ninguno. Por el contrario se mostraba completamente confuso.
- Para aprender – mi escueta respuesta pareció dejarlo tan confundido como la anterior. Me obligue a mi misma a tranquilizarme, después de todo, reconocía en mi misma un caso raro en verdad. – Papá, ya te dije, yo quiero ser alguien, quiero aprender, estudiar, quiero labrarme un futuro. Todo ello es muy importante para mi, es mi sueño.
- ¿Pero de que te va a servir? – no lo entendía, y supe que por mucho que tratara de explicárselo nunca lo entendería. Él no entendía nada más allá de la piadosa mujer que tendía la cena a su marido e hijos y dependía de este para obtener el dinero requerido para su subsistencia y capricho.
- No lo se, ¿de que me va a servir quedarme en esta casa encerrada? – si quería obtener su permiso, debería probar de otros medios de obtenerlo.
- Es lo que todo el mundo hace. – fue su seca respuesta.
- Tu no.
- Lo que todas las muchachas decentes hacen – me señaló. Maldición, como podía ser tan retrogrado. Me obligue a calmarme, a gritos jamás iba a conseguir nada.
- Entonces será mejor que me quede en casa y no asista a esa dichosa fiesta de bienvenida – eso era jugar sucio, lo sabía, pero no importaba. Sonreí al ver como la mueca de desconcierto de Charlie se iba tornando pensativa lentamente.
- No sería decente que una chica joven acudiera ella sola entre tantos hombre – lo creía, creía firmemente en sus palabras, pero yo ya había pensado el modo de oponerme a ellas.
- Mike cuidara de mi – respondí de inmediato, tratando de no sentirme mal por haber echo uso del chico sin siquiera pedir su consentimiento, a pesar de saber que el se mostraría muy complacido de ello.
- ¿Mike? – de nuevo su rostro se reflejaba confuso.
- Estudia allí, y si supuestamente debo ir al baile con él – hice un apequeña pausa para darle tiempo a deleitarse con la idea – Supongo que mientras este a su lado, ningún otro se atreverá a acercárseme. Por algo es el hijo del alcalde, o no? – me sentí rastrera, no pude evitarlo, pero si de verdad quería conseguir el permiso de Charlie para asistir a la academia, debía presionar bien sus puntos clave para que accediera.
- Supongo que si... – reprimí una sonrisa, por la expresión de su rostro aun faltaba algo por determinar – Supón que te concedo permiso para asistir a esa... academia, ¿estas completamente segura de que el echo de que Mike u otros chicos se encuentre allí no tiene nada que ver con tus deseos de asistir a ella?
- Papá! – no podía creerlo, ¿cómo era que mi propio padre me conocía tan poco? ¿Tan difícil era de entender que yo una simple chica de campo deseara aprender a ser alguien antes de convertirse en la esposa de su marido?
- Responde sinceramente, Isabella. – me ordenó.
- Te juro por la más sagrado que mi único interés en asistir a esa academia es aprender y formarme a mi misma. – Mi rostro reflejaba seriedad, y supe que a través de él, Charlie había visto la verdad de mis palabras. Aun así preferí dejárselo claro – Nada que ver con los chicos o con cualquier otra persona allí presente.
- Bien, en ese caso, y si tu accedes a ir al baile con Mike, supongo que no presentaré ningún inconveniente para que acudas a esa academia lo que queda de año – contuve mi protesta por el límite de tiempo establecido, pero decidí no tentar a la suerte. No había razón para adelantar problemas.
- Gracias papá! – se lo agradecía de veras.
- Solo una cosa, supongo que ese lugar no es gratis, cierto? – maldición, ¿desde cuando era tan perceptivo? Negué con la cabeza - ¿Cómo tienes pensado pagarlo? Sabes que yo no estoy dispuesto a malgastar en eso el dinero, mas cuando este nos es escaso.
- Lo se. – acepte de inmediato - Claro. No te preocupes papá. – bien aquí era el momento de encontrar una buena excusa y rápido – Ahorre algo de dinero cuando vivíamos en la ciudad, tu sabes que a veces le cuidaba los niños a nuestra vecina, y ella solía darme propinas por ello.
Mentira. Mentira. Mentira.
Nuestra vecina era tan pobre que muchas veces era yo quien le ayudaba económicamente, además de cuidando a sus hijos mientras ella se marchaba a trabajar.
Mis únicos ahorros consistían en aquellos que Charlie me había ido proporcionando a fin de pagar mi dote con ellos una vez llegado el momento de que me casara. Solo que, por el momento, casarse no entraba dentro de mis planes. A mi, al contrario que al resto de mis amigas, no me importaba permanecer como solterona una buena cantidad de años, ni siquiera la treintena me asustaba en ese ámbito y hasta llegar a ella habría tenido muchas oportunidades de ahorrar para mi dote.
Por el contrario, la educación era vital para mi en ese punto de mi vida, así que mientras Charlie no se enterara, no habría problema.
- Bien en ese caso, no habrá problema – sonreí feliz, a él se le veía convencido – Igualmente hablaré con el señor Newton por si acaso él encuentra algún inconveniente.
- Claro – acepte. No deseaba pensar en la posibilidad de que este se negara, es mas, estaba casi segura de que no lo haría – Te acompañare cuando vallas a hablar con él. Pienso que sería mas adecuado si aceptara la invitación de Mike en persona. – Debía asegurarme, de todos modos.
Por un momento creía ver una mirada suspicaz en los ojos de mi padre, pero esta desapareció tan rápido que no pude estar segura si me lo había imaginado. Su rostro se relajo y me miró sonriente. Por mi parte, trataba de no mortificarme demasiado por la manipulador de mi conducta, y rezaba por no avivar las esperanzas de mi padre entre un posible negocio, digo noviazgo, entre Mike y yo.
El resto del día transcurrió con normalidad. Fuimos a ver al señor Newton y yo aproveche para agradecer a Mike su invitación, y le comente mi propósito de entrar a estudiar en la misma academia que él. Reconozco que sus risas me mosquearon bastante, pero una vez lo convencí de que iba en serio, y le señale que podríamos vernos casi a diario, me prometió interceder por mi ante su padre y tener mi matricula lista al día siguiente.
Orgullosa, satisfecha, y algo culpable, me retire a casa con Charlie, y no tarde en excusarme para ir a dormir. Me despoje del molesto vestido rápidamente, y tras la habitual lucha contra el corsé, me deje caer sobre mi cama vistiendo mi pequeño camisón de lino.
Mis ojos se cerraron, y aquella noche no soñé nada.
Mi mente seguía perdida en esos ojos negros que me habían taladrado con odio apenas unas horas antes.
Una vez en casa preparé la cena, ignorando las pretensiones de mi padre por conseguir una criada para atender esos servicios, y en cuanto pude me excuse y me retire a mi cuarto. Ni tan siquiera me moleste en prender la vela de aceite que generalmente solía utilizar para alumbrar las paginas de mis libros. Esa noche no tenía más ánimos que los necesarios para tumbarme en mi cama y maldecir interiormente lo odioso y descarado de ese joven homicida, que se había introducido tan descaradamente en mis pensamientos, y fue así, entre insultos, como me quede dormida.
Aquella fue la primera vez que soñé con Edward Cullem.
Me encontraba con Jessica en la iglesia, y de improviso, el sacerdote levantó su vista hacía mi, enfocándome con unos profundos ojos negros empapados en odio, que me hicieron temblar en mi asiento. Asustada me incorpore y dirigí hasta la salida, pero Mike Newton se encontraba en esta cortándome el paso. Confundida permite que tomara mi mano entre las suyas y se la llevara a los labios. No obstante, en el mismo momento en que estos rozaron mi piel, sentí un profundo fuego abordando mi interior, y la figura de Mike fue sustituida por otra mucho más hermosa y escalofriante. Edward depositaba sus labios sobre mi mano, al mismo tiempo que sus ojos lograban paralizar mis sentidos, impidiéndome cualquier movimiento. Una punzada de dolor me recorrió el brazo, y comprendí que sus labios habían sido sustituidos por sus dientes, que se clavaban en mi piel cual punzones afilados sin que yo pudiera hacer nada por evitarlo. Por último, sentí a un liquido caliente y sedoso recorrer mi mano, hasta finalmente caer al suelo en forma de una apasionada gota de vida.
Aterrada, y sin comprender muy bien el motivo, desperté de mi sueño, y me encontré jadeante sobre mi cama, mientras los primeros rayos de sol, se filtraban a través de mi ventana.
Tarde algunos minutos en tranquilizarme, y una vez lo logré, me hice prometer a mi misma que olvidaría aquella mirada que tanto me perturbaba.
Algo más tranquila y decidida, me encamine hasta la cocina, dispuesta a preparar un gran desayuno, con las esperanza de ablandar a si el corazón de mi padre. Después de todo muchas cosas dependía de que el me diera o no su consentimiento.
Una hora después, la mesa estaba colocada y un delicioso aroma se desprendía de los alimentos que se encontraban sobre ella.
- Huele muy bien – me halago mi padre mientras descendía por las escaleras – No deberías malacostúmbrame de este modo – me reprochó suavemente mientras depositaba un suave beso en mi frente, pese a todo, su sonrisa, mostraba algo diferente.
- Es nuestro primer día, había que celebrarlo de alguna manera – comenté como si nada, rezando porque la mentira no fuera demasiado evidente, y le diera por preguntarse porque demonios querría celebrar yo mi primer día de semejante condena.
- Tienes razón – asintió sonriente, la suspicacia no era una de sus virtudes – Creo que seremos muy felices aquí, especialmente tras la cándida bienvenida que nos dieron ayer.
Me limite a sentir, prefería que se explayara ahora a que lo hiciera cuando le dijera lo que tenía pensado decirle.
- Sabes, Isabella? – sus palabras sonaron serias, demasiado, algo había que me había ocultado - Ayer el señor Newton me comentó que tenían pensado hacer una fiesta en nuestro honor, dentro de algunas semanas, cuando estén más próximas las elecciones, sería como nuestra presentación dentro de la sociedad del pueblo...
- Diviértete... – fue todo lo que pude decir, esperando que fuera suficiente evasiva.
- La verdad es que a él le agradaría mucho que tu también asistieses – sentía como se esforzaba en colocar cada palabra en el lugar adecuado, sin embargo también sabía que eso no era todo lo que tenía que decirme – Le dije que irías – terminó de hablar muy rápidamente, y una vez lo hizo clavo su mirada en el plato y no se atrevió a mirarme.
- Papá, tu sabes que yo no voy a fiestas – por supuesto que no iba a fiestas, y no solo porque era tan torpe que aun después de cinco años de clases de baile continuaba cayéndome a la primera de cambio, sino también porque sospechaba que ese era el tipo de baile donde se asistía por parejas, y no albergaba demasiadas dudas sobre quien iba a ser mi pareja.
- El joven Mike se mostraba muy entusiasta ante la idea de acompañarte durante la velada – genial, sospechas confirmadas, ahora más que nunca debía negarme.
- Sabes que soy muy torpe a la hora de bailar..., - rectificó – Siempre soy torpe y jamás he aguantado un baile entero sin caerme al suelo y arrastrar conmigo a mi pareja. No creo que esta sea la primera vez.
- No es necesario que bailes - ¿acaso nunca se cansaría de insistir? – le bastaría con que fueses su acompañante.
- Muy bien – ¡alto! ¿he dicho yo eso? – Supongo que no me molestaría ir con Mike al baile... – me arrepentía de mis palabras, pero de algún modo debía conseguir convencerle. – Pero quiero una cosa a cambio.
- La que quieras – me sorprendido la rapidez con la que aceptó mi propuesta, sin apenas detenerse a pensar que yo no era de las que se conforman con un bonito vestido nuevo y unos zapatos a juego. Aun así no pude sentir la victoria algo más cerca. Por la aliviada expresión de su rostro debía desear con mucha fuerza que yo accediera a acompañar a Mike, y si de verdad quería que lo hiciera..., bueno tendría que aceptar mi propuesta.
- Ayer en la comida, Jessica me comento que hay en el pueblo una pequeña academia donde asisten a clase los hijos de los hacendados..., ya sabes, una especie de preuniversidad – Charlie asintió, impaciente, sin comprender aun a donde yo quería llegar – Había pensado que tal vez... – sentía mi pulso agitarse mientras cruzaba los dedos bajo la mesa, había tanto que dependía de ese momento - yo pudiera... ir allí, con ellos...
- No comprendo..., ¿Mike esta allí? – la confusión se veía en su rostro, aunque la mueca que hice tras su pregunta le empujo a preguntar otra algo más acertada - ¿Para qué quieres ir tu a la academia?
- Para estudiar - ¿para qué si no?
- Estudiar...? – por su cara pareciera que hubiese dicho una palabrota - ¿Para qué? – Escudriñe su rostro en busca de algún gesto que me indicara que tan solo se estaba burlando de mi. No había ninguno. Por el contrario se mostraba completamente confuso.
- Para aprender – mi escueta respuesta pareció dejarlo tan confundido como la anterior. Me obligue a mi misma a tranquilizarme, después de todo, reconocía en mi misma un caso raro en verdad. – Papá, ya te dije, yo quiero ser alguien, quiero aprender, estudiar, quiero labrarme un futuro. Todo ello es muy importante para mi, es mi sueño.
- ¿Pero de que te va a servir? – no lo entendía, y supe que por mucho que tratara de explicárselo nunca lo entendería. Él no entendía nada más allá de la piadosa mujer que tendía la cena a su marido e hijos y dependía de este para obtener el dinero requerido para su subsistencia y capricho.
- No lo se, ¿de que me va a servir quedarme en esta casa encerrada? – si quería obtener su permiso, debería probar de otros medios de obtenerlo.
- Es lo que todo el mundo hace. – fue su seca respuesta.
- Tu no.
- Lo que todas las muchachas decentes hacen – me señaló. Maldición, como podía ser tan retrogrado. Me obligue a calmarme, a gritos jamás iba a conseguir nada.
- Entonces será mejor que me quede en casa y no asista a esa dichosa fiesta de bienvenida – eso era jugar sucio, lo sabía, pero no importaba. Sonreí al ver como la mueca de desconcierto de Charlie se iba tornando pensativa lentamente.
- No sería decente que una chica joven acudiera ella sola entre tantos hombre – lo creía, creía firmemente en sus palabras, pero yo ya había pensado el modo de oponerme a ellas.
- Mike cuidara de mi – respondí de inmediato, tratando de no sentirme mal por haber echo uso del chico sin siquiera pedir su consentimiento, a pesar de saber que el se mostraría muy complacido de ello.
- ¿Mike? – de nuevo su rostro se reflejaba confuso.
- Estudia allí, y si supuestamente debo ir al baile con él – hice un apequeña pausa para darle tiempo a deleitarse con la idea – Supongo que mientras este a su lado, ningún otro se atreverá a acercárseme. Por algo es el hijo del alcalde, o no? – me sentí rastrera, no pude evitarlo, pero si de verdad quería conseguir el permiso de Charlie para asistir a la academia, debía presionar bien sus puntos clave para que accediera.
- Supongo que si... – reprimí una sonrisa, por la expresión de su rostro aun faltaba algo por determinar – Supón que te concedo permiso para asistir a esa... academia, ¿estas completamente segura de que el echo de que Mike u otros chicos se encuentre allí no tiene nada que ver con tus deseos de asistir a ella?
- Papá! – no podía creerlo, ¿cómo era que mi propio padre me conocía tan poco? ¿Tan difícil era de entender que yo una simple chica de campo deseara aprender a ser alguien antes de convertirse en la esposa de su marido?
- Responde sinceramente, Isabella. – me ordenó.
- Te juro por la más sagrado que mi único interés en asistir a esa academia es aprender y formarme a mi misma. – Mi rostro reflejaba seriedad, y supe que a través de él, Charlie había visto la verdad de mis palabras. Aun así preferí dejárselo claro – Nada que ver con los chicos o con cualquier otra persona allí presente.
- Bien, en ese caso, y si tu accedes a ir al baile con Mike, supongo que no presentaré ningún inconveniente para que acudas a esa academia lo que queda de año – contuve mi protesta por el límite de tiempo establecido, pero decidí no tentar a la suerte. No había razón para adelantar problemas.
- Gracias papá! – se lo agradecía de veras.
- Solo una cosa, supongo que ese lugar no es gratis, cierto? – maldición, ¿desde cuando era tan perceptivo? Negué con la cabeza - ¿Cómo tienes pensado pagarlo? Sabes que yo no estoy dispuesto a malgastar en eso el dinero, mas cuando este nos es escaso.
- Lo se. – acepte de inmediato - Claro. No te preocupes papá. – bien aquí era el momento de encontrar una buena excusa y rápido – Ahorre algo de dinero cuando vivíamos en la ciudad, tu sabes que a veces le cuidaba los niños a nuestra vecina, y ella solía darme propinas por ello.
Mentira. Mentira. Mentira.
Nuestra vecina era tan pobre que muchas veces era yo quien le ayudaba económicamente, además de cuidando a sus hijos mientras ella se marchaba a trabajar.
Mis únicos ahorros consistían en aquellos que Charlie me había ido proporcionando a fin de pagar mi dote con ellos una vez llegado el momento de que me casara. Solo que, por el momento, casarse no entraba dentro de mis planes. A mi, al contrario que al resto de mis amigas, no me importaba permanecer como solterona una buena cantidad de años, ni siquiera la treintena me asustaba en ese ámbito y hasta llegar a ella habría tenido muchas oportunidades de ahorrar para mi dote.
Por el contrario, la educación era vital para mi en ese punto de mi vida, así que mientras Charlie no se enterara, no habría problema.
- Bien en ese caso, no habrá problema – sonreí feliz, a él se le veía convencido – Igualmente hablaré con el señor Newton por si acaso él encuentra algún inconveniente.
- Claro – acepte. No deseaba pensar en la posibilidad de que este se negara, es mas, estaba casi segura de que no lo haría – Te acompañare cuando vallas a hablar con él. Pienso que sería mas adecuado si aceptara la invitación de Mike en persona. – Debía asegurarme, de todos modos.
Por un momento creía ver una mirada suspicaz en los ojos de mi padre, pero esta desapareció tan rápido que no pude estar segura si me lo había imaginado. Su rostro se relajo y me miró sonriente. Por mi parte, trataba de no mortificarme demasiado por la manipulador de mi conducta, y rezaba por no avivar las esperanzas de mi padre entre un posible negocio, digo noviazgo, entre Mike y yo.
El resto del día transcurrió con normalidad. Fuimos a ver al señor Newton y yo aproveche para agradecer a Mike su invitación, y le comente mi propósito de entrar a estudiar en la misma academia que él. Reconozco que sus risas me mosquearon bastante, pero una vez lo convencí de que iba en serio, y le señale que podríamos vernos casi a diario, me prometió interceder por mi ante su padre y tener mi matricula lista al día siguiente.
Orgullosa, satisfecha, y algo culpable, me retire a casa con Charlie, y no tarde en excusarme para ir a dormir. Me despoje del molesto vestido rápidamente, y tras la habitual lucha contra el corsé, me deje caer sobre mi cama vistiendo mi pequeño camisón de lino.
Mis ojos se cerraron, y aquella noche no soñé nada.
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