Bueno en primer lugar me gustaría decirles que todo lo que se vaya a publicar en este blog son FanFics de crepúsculo, todos los personajes, espacios y demás cosas que aparezcan en cualquier libro de la saga son propiedad de Stephenie Meyer.
Los FanFics de crepúsculo no son de nuestra propiedad (Guadalupe Vulturi y Daniela Cullen) cada uno tiene su respectivo autor, y esta señalado en la descripción de cada FanFic. Tengan en cuenta que cualquiera de esos FanFics también se pueden encontrar en FanFiction.net u otro blog mientras tengan permiso de su autor.
Fuera de eso, no tengo nada más que decirles aparte de que disfruten su lectura.

Vida o muerte

El permanente silencio fue sustituido por voces, que llegaban a mi distantes, como si pertenecieran a otro mundo. Aun no era capaz de abrir los ojos.
- ¿Cuánto tiempo lleva inconsciente? – pregunto una extraña voz desde un punto, supuse, cercano al mío.
- Un día – respondió otra voz, que yo identifique como la de mi padre.
- Esta muy debilitada... Como si no hubiera comido nada en días... –aventuro la otra voz, imaginé que se trataba de un medico.
- Bueno.. no lo hizo... – reconoció atropelladamente la voz avergonzada de mi padre – Nosotros discutimos y... ella se encerró aquí... De eso hará tres días.
- ¿Y durante ese tiempo no comió nada? – interrogó el doctor, pero no logre escuchar al respuesta de mi padre, por lo que imagine que se había limitado a asentir con la cabeza. – Bien, comprendo. Su hija se encuentra en un estado lamentable, señor Swan. Desgraciadamente el señor Cullen no se encuentra en el pueblo, reconozco que el sabría mejor que yo que hacer en esta situación.
Mi corazón dejo de latir unos instantes, para luego regresar a hacerlo fuertemente, cuando escuche el apellido Cullen. Probablemente ese medico estuviera hablando del padre de Edward, Carliste. Lo que él no sabía es que él no volvería, ninguno de ellos lo haría. Edward había abierto los ojos y se había dado cuenta de lo inútil que yo era, del obstáculo que representaría en su vida, y si él había decidido no volver, su familia le apoyaría y permanecería a su lado.
Aunque quizá... quizá Edward si quisiera volver por mi. Tal vez algún obstáculo le hubiera impedido hacerlo. Tal vez regresara más tarde, explicándome lo que había ocurrido, jurándome que, como prometió, jamás se alejaría de mi lado.
No. No debía pensar en eso, hacerme tontas ilusiones. A pesar de que todo mi cuerpo sucumbiera al dolor, y a pesar del sufrimiento que cada latido de mi corazón me provocaba, a pesar de no saber como continuar mi vida sin él a mi lado..., debía ser realista, o de lo contrario solo me lastimaría a mi misma. Edward no regresaría, y yo estaría sola.
Con sumo esfuerzo, concentre mi atención el las palabras del medico, las cuales había ignorado momentáneamente. No obstante sabía que era mejor así. Tenia que evitar, no, debía evitar cualquier pensamiento que me condujera hacia... él, de lo contrario el dolor acabaría conmigo.
- ¿Me esta diciendo qué todo lo que puedo hacer por mi hija es asegurarme de que se alimenta bien y descansa? – la voz de mi padre se escuchaba irritada. Sabía que debía sentirme mal por el daño que le estaba ocasionando, pero no podía. El vacío de mi pecho, me había arrebatado los sentimientos.
- No encuentro otra manera – se defendió el medico, claramente asustado – Todo en ella funciona bien. La falta de alimento no debería ser suficiente para dejarla en este estado. Sin embargo... es como si hubiera perdido las fueras para vivir, como si cada vez que escuchara el latido de su corazón, ella deseara que fuese el último. Yo no puedo hacer nada contra eso. – Se produjo una pausa incomoda, y adivine que mi padre estará matando al hombre que con la mirada – Lo siento señor pero así. Si me disculpa, tengo más pacientes a los que atender...
No hubo respuesta, pero escuche como sus pasos se alejaban de mi lado, distanciándose, hasta que se perdieron por completo.
No me importo. El medico tenía razón, no quería vivir, ni sentir. Porque Edward se había marchado. Se había ido. Me había dejado. Había sido inteligente, lo suficientemente inteligente para alejarse de mi, y de todos los problemas que iba a acarrearle. Sin embargo...
Tú, eres lo mejor para mi. Lo mejor que me ha pasado en mi… existencia – concretó – Nada tenía sentido antes de que llegarás tú, había algunas estrellas que atenuaban la negrura de mi vivir diario, pero solo cuando tu llegaste, iluminando mi vida cual rayos de Sol, solo entonces me percaté del verdadero significado de la palabra vida, de la palabras felicidad…., de la palabra amor.
Sus palabras, el recuerdo de sus besos, de su presencia a mi lado. Las veces que él dijo que me amaba, me prometió no volver a mi mentirme, pero lo hizo, lo hizo; porque me juro que volvería, y esa era una promesa incumplida. Pensándolo bien quizá nunca había sido sincero, quizá nunca llegó a amarme, quizá lo único que él quería es que yo fuese feliz, aunque para eso tuviera que fingir sus sentimientos, quizá...
¡No! ¡Basta! ¡Basta! ¡Basta! El dolor era demasiado, no lograba aguantarlo. Tenía deseos de gritar, de arrastrar con un grito todo el sufrimiento que cargaba sobre mi, pero no lo hice. Ni siquiera mantenía el control sobre mi propio cuerpo... ¿o no era mío?
No importaba. Ya no lo quería. Rezaba a Dios porque algún extraño se apoderara de mi cuerpo, lo alejara de mi, se lo llevara lejos... junto con ese terrible agujero que cargaba.
Agujero porque no podía recordar, y no lo haría. Agujero porque ya era incapaz de sentir, miedo, rabia, furia, cariño, ternura, amor... El agujero me había despojado de mi capacidad de sentir, de mi humanidad... Ahora era un monstruo, tal y como Él se describía tan a menudo, solo que yo lo era de verdad.
Si no lo fuera abandonaría la cama, y trataría de seguir adelante. No por mi, sino por Charlie, porque el sufría viéndome en mi estado, aun sin verle el rostro lo sabía, sabía que sufría, al igual que sabía de su respiración preocupada y culpable a mi lado, acompañándome en todo momento.
Pero no podía. No quería, pero tampoco podía. No era capaz de hacerlo, porque quien se levantara de la cama no sería yo, sería alguien distinto, un espectro. Yo seguiría atrapada en mi cuerpo, en mi dolor, yo seguiría sufriendo la perdida de mi corazón, el agujero de mi pecho.
Por el contrario, si me quedaba allí, si mis ojos permanecían cerrados... llegaría un momento en que ya no pudiera abrirlos, en que mi corazón dejaría de latir esos latidos que tanto daño me hacían, recordándome que seguía viva.
Si. Eso haría. Permanecería ahí, muriéndome lentamente. Sin comer, sin beber, sin sentir. La razón me abandonaría, y la vida también lo haría.
Nunca termine de creer en el cielo o en el infierno, pero en esos momento me plantee la posibilidad de que existieran. Si en verdad lo hacían, ¿a dónde iría? ¿al cielo o al infierno?
Probablemente al infierno, como castigo por haberme dejado morir de esa manera. No obstante la condena eterna no sería peor que seguir viviendo incompleta, que una vida sin él. El dolor físico no era tan temible, el dolor del alma es mucho más peligroso.
También existía la posibilidad de que fuera al cielo, en cuyo caso ya sabía lo que me esperaba. Mi cielo solo podría haber uno, uno único, y él estaría allí. O si no él, si una burda copia creada por Dios o por lo ángeles, una imitación que no sería nada comparada con el original. Sin embargo, ello me permitiría seguir existiendo, yo misma cerraría los ojos negando la verdad evidente, que ninguno sería como él, pero al menos, de ese modo, el agujero en mi pecho, quedaría sellado.
Por último, y tal vez la peor opción de todas, es que fuera al Limbo. Bien, creo que podría sobre existir con ello. Una eternidad solitaria, en espera, olvidando incluso quien eres, o quien eras en tu vida humana... si, lo olvidaría todo, incluido él, y aunque eso no fuese vida, era mejor que la muerte en vida a la que estaba condenada si permanecía en ese mundo.
Mi propósito estaba claro; si no podía sobrevivir son él, moriría sin él, lo cual resultaba mucho más fácil, extremadamente fácil.
Mis pensamientos comenzaba a perderse, revivía escenas, momento pasados de mi vida, situaciones que quizá nunca había vivido. El agujero dolía, si, pero poco a poco me olvidaba de él, me perdía en mi misma, me perdía a las puertas del olvido, de la locura, esperaba que de la muerte.
No obstante, cuando la luz que iluminaba mi mente se fue apagando, un extraño sonido, el extraño sonido de un sollozo, me hizo regresar a la vida.
- Isabella... por favor... – la voz de mi padre temblaba, como nunca antes – no lo hagas... no me dejes... perdóname por lo que te dije... prometo que podrás ir a la academia... incluso verte con ese chico... pero por Dios, no me dejes... no nos dejes... Eres lo único que tengo... sin ti, no tengo motivos para seguir viviendo.
Sus palabras se filtraron por mis oídos y su significado llegó a mi cerebro. No; no podía hacerle eso. No podía. Porque el se sentía como yo. Porque si yo me marchaba él se quedaría incompleto, al igual que yo. Porque sus palabras son las que desee decirle a... Él... que no se marchara, que no podría seguir viviendo si él lo hacia.
Pero no fui capaz de decírselo, y él no me escucho, y se marchó, y me dejo sola, sola con mi dolor, con ese terrible dolor... y yo no podía hacerle lo mismo a mi padre, porque sería egoísta, porque merecería el infierno, porque era mi padre..., porque no podía hacerlo.
Con sumo esfuerzo, abrí levemente mis ojos, lo suficiente para observar el miedo y el dolor en su mirada. Sufría, si. Cómo sufría. Como yo. Pero yo no quería que el sufriera. Él no debía sufrir, con mi sufrimiento era bastante para los dos.
Lo supe entonces. Lo que sería mi vida. La máscara que me vería obligada a portar. Porque yo sufriría, si, pero Charlie no se enteraría, porque el sería feliz, feliz por los dos, y cuando él se fuera... entonces yo ya podría descansar en paz.
- Papá – murmuré con voz débil, apenas un susurro. Pero él me escucho – No te preocupes papá – la garganta me dolía al hablar, pero debía hacerlo – Esta todo bien.
Hablaba, y mientras lo hacía, algo dentro de mi moría, porque esa no era yo, era una máscara. Yo estaba rota, y no valía, pero la máscara viviría, y haría feliz a mi padre.
- Isabella – la alegría de sus ojos me estremeció. Increíble, cómo la felicidad puede llegar a dar tanto miedo. – Perdóneme, hija, ¡por favor! Yo... no se como... fui un...
- No – negué, no sabia cuantas fuerzas me quedaban pero sospechaba que no eran muchas – No hay nada... que perdonar. Tenías razón... a partir de ahora... haré lo que tu digas. – No aguante más, mi esfuerzo por hablar me había agotado. Respiraba agitadamente, tratando de tomar todo el aire posible, de lo contrario, sabía, perdería el conocimiento, y no me creía capaz de volver, no otra vez.
- Shhh – me silenció – no sabes lo que dices. Te recuperaras y volverás a serla chica de siempre, protestona y testadura, y volveremos a enfadarnos, y... – parecía emocionado. Si supiera cuan distantes eran de la verdad sus palabras. Nunca volvería a ser la misma. – Pero promete que te recuperaras, promételo, ¿si?
Me sentí incapaz de hablar otra vez, pero asentí con la cabeza. Me recuperaría, físicamente lo haría, y en cuanto a mi corazón... nadie debía saber cuan dañado se hallaba.

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