Bueno en primer lugar me gustaría decirles que todo lo que se vaya a publicar en este blog son FanFics de crepúsculo, todos los personajes, espacios y demás cosas que aparezcan en cualquier libro de la saga son propiedad de Stephenie Meyer.
Los FanFics de crepúsculo no son de nuestra propiedad (Guadalupe Vulturi y Daniela Cullen) cada uno tiene su respectivo autor, y esta señalado en la descripción de cada FanFic. Tengan en cuenta que cualquiera de esos FanFics también se pueden encontrar en FanFiction.net u otro blog mientras tengan permiso de su autor.
Fuera de eso, no tengo nada más que decirles aparte de que disfruten su lectura.

Final Adios

Aquella noche dormí realmente mal, y lo extraño es que no tuviera nada que ver con mi aterrador encuentro con ese par de vampiros; lo que realmente turbo mi sueño fue esa expresión de Edward antes de abandonar mi cuarto por la ventana.
Jamás lo había visto tan vació; Edward podía estar furioso, tranquilo, con expresión culpable, divertido, taimado, enamorado..., pero nunca del modo en que yo lo había visto aquella noche. Como si no fuera él, como si una parte de él hubiera desaparecido. Desaparecido para siempre.
Dirigí mi vista hacia la ventana. El sol apenas era una pequeña sombra en el horizonte, no debían ser más de las seis. Aun así sería inútil seguir dormida.
Me incorporé y me introduje en la tina de agua. El agua estaba helada, pero de alguna forma el dolor físico me obligó a olvidarme de mis otros temores.
Pasado algún tiempo me obligé a si misma a salir, pues lo último que deseaba era coger una pulmonía.
En esta ocasión tome especial dedicación a mi aspecto. Me coloqué uno de mis corsés más sugerentes, aquel que mejor realzaba mi figura, y después me infundé en un precioso vestido azul claro. Quizá no era demasiado apropiado para ir a la Academia, pero deseaba que Edward me viera con el puesto.
No es que deseará vanagloriarme, sino que de algún modo, si Edward me veía con ese vestido y me comentaba lo bien que me quedaba ese color y lo preciosa que estaba, todo volvería a ser como antes. De otro modo, si no reparaba en ello o me comentaba algo... bien, en ese caso estaría preparada para lo que viniera después.
Algunas horas más tarde me dirigí a la Academia. Para mi desconsuelo Edward no estaba. No fue sino hasta instantes antes de que entrará el profesor cuando apareció por la puerta de la clase y se acomodo a mi lado.
No me miro. Sus ojos jamás buscaron los míos como siempre hacía, y por cada instante que pasaba sin sentirlos recorriendo mi rostro y mi piel, un pedazo de alma se rompía.
Hube de esperar al final de la clase para encararlo por fin.
- Edward, tenemos que hablar – exigí.
- Lo se – sus palabras me extrañaron, pensé que se negaría, que pondría alguna excusa. Sin embargo me alegre porque mis sospechas no se cumplieran, si quería hablar, había oportunidad de solucionar las cosas.
Las cosas, ¿qué cosas? ¿qué había que solucionar?
Ayer en la mañana todo era perfecto. Perfecto como lo había sido los meses anteriores. Perfecto como siempre sería mientras yo estuviese a su lado.
Él me amaba, me quería, por encima de todas las demás, por encima de todas las cosas.
Me lo había demostrado infinidad de ocasiones, y aun así, me era suficiente con mirar su ojos, con examinar su mirada, y esa forma tan mágica y especial con la que siempre me contemplaba, cargada de amor y ternura para estar plenamente segura de los firmes y poderosos sentimientos que él me profesaba.
Sus ojos, relucientes como el topacio, me contemplaban hipnotizados, como si el verme a mi fuera todo lo que ellos necesitaran para ser felices. Como si yo fuera su cielo, su joya, su tesoro.
Me miraban con delicadeza, como si temieran lastimarme al mínimo roce. Me miraban agradecidos, como si me debieran a mi el motivo de su existencia. Me miraba enamorados, como si yo fuera su luz, el Sol de su noche. Me miraban posesivos, porque yo era suya, porque mi amor era suyo, porque mi vida entera era suya si él así lo quería.
No. Era imposible que todo eso desapareciera de la noche a la mañana; y ni siquiera él sería tan buen actor como para fingir esos sentimientos durante tanto tiempo.
Debían estar ahí, en algún lado, enterrados, pero existentes. Existentes a pesar de que sus ojos ahora me taladraban como frías piedras, como piedras sin alma, como agujeros en mi corazón.
Por otra parte, ya había desconfiado de él antes y eso casi me había conducido a la muerte, además de haber supuesto un terrible dolor para Charlie.
No. No debía caer en lo mismo. Él me amaba, me lo había repetido una infinidad de veces, incluso me había jurado que jamás se apartaría de mi lado.
¿Por qué no iba yo a creerle?
Aquello solo era un mala racha que se superaría en pocos días, seguro. Lo único que Edward necesitaba era tiempo para aclarar sus ideas, y quien sabe, después de eso hasta es posible que reconsiderara su idea de convertirme.
Mis esperanzas habían aumentado considerablemente a lo largo del camino por el que Edward me había conducido. Cuando quise darme cuenta nos habíamos detenido en un pequeño claro del bosque que no se encontraba demasiado alejado de mi casa.
- Bella, es hora de que hablemos – la frialdad de sus palabras logró deshacerme de toda la confianza que yo había logrado reunir hasta entonces.
Mi anterior calma había pasado y el nerviosismo crecía a cada segundo en silencio. Incapaz de hablar, me limite a asentir con la cabeza. A Edward pareció bastarle, porque continuó, sin mirarme a los ojos.
- Nos marchamos, Bella. – Sus palabras resonaron en mi cabeza al mismo tiempo que trataba de hallar su sentido. ¿Nos íbamos? Bien, eso no era tan malo. Es decir, se me iba a romper el corazón por dejar a Charlie, pero con un poco de suerte lograría seguir en contacto con él por correspondencia.
- ¿Cuándo? – pregunte, una vez pasado el miedo inicial el habla había regresado a mi.
No obstante, el rostro de Edward se torno confuso tras mi respuesta, confuso y dolido, aunque justo un segundo después regresaba a estar inexpresivo. Sospeche que quizá me lo había imaginado.
- Pronto. Hoy, mañana... cuanto antes mejor – después de dudar un momento añadió, como excusándose – La gente comienza a hablar. Llevamos demasiado tiempo aquí, y ninguno de nosotros parece envejecer.
Sus palabras tenían sentido, aunque me parecían algo repentinas. Aun así no estaba dispuesta a protestar.
- Recogeré mis cosas y me despediré de Charlie con una carta – me costaba decirle adiós de ese modo, pero él jamás habría aceptado que me fugara con un hombre. En mi corazón siempre mantuve la esperanza de que Edward me propusiera matrimonio y de ese modo tener la excusa perfecta, pero por lo visto no había tiempo...
- No, Bella, parece que no me has comprendido - Fue justo en ese instante, después de haberle escuchado, una milésima después de haber surcado su rostro con mis ojos, cuando comprendí que algo no iba bien, y que la aterradora verdad estaba a punto de caer sobre mi. Devastadora como la mar embravecida, destruyendo mis diques, mi alma, destruyendo todo aquello en lo que yo había creído. Mi felicidad, mi amor, mi vida. – Nosotros – especifico – mi familia y yo nos vamos. Tú no puedes venir con nosotros.
Mi primera reacción fue sonreír. Seguramente no había entendido bien sus palabras. O quizá, si, probablemente esto se tratará de un sueño, una pesadilla. Estaba segura de que pronto desertaría en mi cuarto, rodeada por los fríos brazos de Edward, sintiendo su ardor en mi cuerpo.
Y entonces lo contemple, Él no reía. Me miraba serio como nunca antes, vacío, carente de vida, de sentimientos.
No, no era un sueño, no lo era, pero...
- Es una broma... – Una broma. Una broma. Una broma.
- Lo siento Bella, pero no hay vuelta atrás. – sus ojos lo indicaban, no había vuelta atrás. Aun así lo intente, traté de convencerle.
- Pero... me, me amas – era una afirmación, pero no pude negar el toque interrogativo que cubrió mi voz por un instante.
- Te ame – corrigió. – Creí amarte. Te... te apreció. Pero no hasta el punto de pasar la eternidad a tu lado. Lo siento.
Sus palabras hacían eco en mi mente y se calvaban en mi pecho como puñaladas. Pero no eran, no podían ser, ciertas.
- Edward, por favor... – las lagrimas se deslizaban por mi rostro, estaba llorando, literalmente – No digas esas cosas... Por favor... yo, yo...te amo.
- Lo se – aceptó el con un leve suspiro - Es por eso que no quiero desilusionarte más tarde. Yo no te amo, Bella. Pero tú debes seguir con tu vida, porque te aprecio, y además Charlie te necesita. Prométemelo, Bella, prométemelo.
Yo había dejado de escuchar hace tiempo. La nada cubría mi cuerpo, mi conciencia, así que me limite a asentir, ya descifraría más tarde lo que había dicho. Más tarde, si todo aquello no resultaba ser una pesadilla.
Una ligera presión en mis manos me hizo percatarme de que lo tenía agarrado, aferrándome fuertemente a Él, de modo casi inconsciente.
Y él me tomaría las manos, y me diría que todo había sido una mentira. Que nada de esto había sucedido nunca. Y estaríamos juntos siempre, tal y como visualizaba en mi mente.
Pero el me tomo por las manos y me desprendió de él, alejándose, perdiéndose en las inmensidades del bosque.
Y todas sus palabras, sus promesas, parecían alejarse con la misma rapidez que él se perdía entre los árboles.
- Jamás podría ser más feliz alejado de ti, Bella – pronunció solemnemente – La vida sin ti a mi lado, dejaría de ser vida hasta convertirse en un infierno.
Un infierno, mi infierno. Jamás podría sobrevivir sin su cálido y fragante aroma despertándome cada mañana. Sin sus caballerosos gestos propios de las novelas que yo tanto admiraba. Sin sus palabras, sus promesas, sus besos... sin él. Sin él a mi lado. Sin mi motivo para despertarme cada día, sin mi motivo de volverme a acostar, sin mi razón para continuar existiendo. Porque la vida sin él... no era un infierno, simplemente no era nada.
Tú, eres lo mejor para mi. Lo mejor que me ha pasado en mi… existencia – concretó – Nada tenía sentido antes de que llegarás tú, había algunas estrellas que atenuaban la negrura de mi vivir diario, pero solo cuando tu llegaste, iluminando mi vida cual rayos de Sol, solo entonces me percaté del verdadero significado de la palabra vida, de la palabras felicidad…., de la palabra amor.
Lo mejor, si. Él era lo mejor que había tenido en mi vida. Demasiado bueno para mi. Yo no merecía a un ángel como él. No lo merecía, era justo que se marchara, a mi lado solo habría hallado desgracias. Habría desperdiciado su vida.
Al fin y al cabo que hacía una mancha oscura como yo al lado de semejante luz, del astro rey, de un Dios Heleno.
Pero ¿por qué? ¿por qué me dijo que me amaba? ¿por qué? ¿y por qué fui tan ingenua cómo para creerlo? Porque el Sol jamás se fijaría en la luna, pero esta siempre continuaría admirándolo, tratando de obtener su luz, aun cuando solo sea un pequeño reflejo de esta.
Y aun así... sus palabras, sus promesas, incrustadas en mi pecho como dagas sangrientas, como la peor de las torturas, cómo la broma de la muerte que antes de acogerme en su seno desea hacerme sufrir, hasta morir de pena.
¿volverás, verdad? – le pregunte yo.
- Lo prometo – murmuró solemnemente – ahora que te he encontrado, por muy egoísta que sea, no podría sobrevivir sin ti. – sus palabras me relajaron, volvería. Aun así los días lejos de su compañía se me harían eternos – Tardaré menos de lo que piensas, en un par de días estaré aquí.
Pero no volverá. Al igual que tampoco retornará el sonido de su voz al pronunciar esas palabras, tan firmemente grabadas con fuego en mi mente.
Y allí, perdida en la inmensidad del bosque, de rodillas sobre un montón de barro y hojas secas, con una lluvia que no tenía idea de en que momento había empezado a caer, con lagrimas de sangre deslizándose sobre mis mejillas, llamándolo desesperadamente en vano intento de atraerlo hasta mi, sería fue la última vez que mis labios pronunciaron su nombre, en lo que me restaba de vida.
Edward!
Edward.
Edward...

1 comentario:

  1. Que Tristeza!!!! No deseo imaginar el sufrimiento de Bella sin Edward!!!! Espero con ansias los proximos capítulos!!!

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