Bella POV
-¡Mami!- Allie me llamó desde el pasillo, segundos antes de entrar arrastrando sus pies a la habitación. Sus largos cabellos castaños estaban hechos una maraña y su pijama púrpura de ositos hecho jirones de dormir. Le sonreí mientras se detenía frente a mí, con un rastro de tristeza en sus ojos.
-¿Qué sucede, bebé?- Pregunté alzándola en mis brazos. Besé su frente suavemente mientras ella seguía mirándome. Sus pequeñas manos alcanzaron mi rostro su tocaron las marcas. Me aparté a causa del dolor.
-¿Que pasó, mami?- su voz era suave e hizo la misma pregunta que había hecho tantas veces. Probablemente era la primera oración que había aprendido. Le di una triste sonrisa, frotando su espalda antes de volver a besar su frente.
-Mama es una torpe, Allie.- Dije intentando mostrarme indiferente ante el hecho de los golpes. Era difícil, pero lo tenía que hacer por ella. -Me caí de la cama en medio de la noche y me golpeé la cara.
-Pero mami, estas lastimada en los dos lados de la cara.- Dijo. Sonreí ante la percepción de mi hija. Muchas veces veía a través de mis mentiras.
-Mami es muy torpe.- seguía aferrándome a mi mentira. Allie me miró unos instantes antes de que la preocupación se desvaneciera de su rostro. Una enorme sonrisa se dibujó en su hermoso rostro mientras apoyaba sus manitas en ambos lados de mi rostro, acercándolo al de ella. Me quejé y ella besó todas las zonas heridas. Traté de evitar las lágrimas, manteniendo la sonrisa en mi rostro.
-¿Papi las curó con un beso?- Preguntó Allie. Se alejó cuando temblé ante la pregunta. Aun tenía una sonrisa mientras esperaba expectante. Tan inocente.
-Sí, mi amor,- Dije acomodando sus cabellos, -Papi las curó con un beso.
Se deslizó por mi regazo y se acomodó en el suelo tomando mi mano izquierda entre las suyas, guiándome. Me puse de pie y le seguí. -¡Vamos, Mami! Vamos a llegar tarde.
-Ve a vestirte cariño.- palmeé su espalda, apurándole en dirección a su habitación. Me dirigí a las escaleras mientras -Yo te haré el desayuno.
Me detuve en medio de las escaleras, escuchando el ruido de las puertas del placard -¿Que quieres Allie?
-¡Waffles!- gritó entusiasmada. Escuché un golpe sordo. Obviamente se había caído mientras se vestía. Me sonreí, me recordaba tanto a mi cuando era pequeña -¡Estoy bien!
-Lo sé, Allie. Iré a hacer los waffles.- le respondí mientras entraba al comedor e iba hacia la cocina. Abrí el refrigerador en busca de los ingredientes necesarios para hacer el desayuno.
Allie había nacido nueve meses después de la graduación. Quise llamarle Alice, pero sabía que Mike no me lo permitiría. Entonces tomé el principio del nombre Alice y la ultima parte de Rosalie para formar 'Allie'. Mike no lo descubrió nunca. Quería algo para mantener la memoria de los Cullen. Allie hizo eso. Tenía los ojos de un color topacio tan brillante que parecían amarillos. Era un doloroso recuerdo.
Allie era mi único tesoro que me quedaba en este mundo. Nunca fue un error para mí, aunque a veces Mike se empeñaba en referirse a ella como uno. Por suerte tenia la decencia de no decirlo frente a ella. Era bastante bueno con ella, a decir verdad. Sabía que si Allie estaba en peligro, me iría al día siguiente. Así que era fantástico. En sí, era peor. El era la luz de su vida el podría ayudarle en formas que yo no podría si me iba. Así que me quedé. El infierno que vivía era mejor que no volver a ver a Allie otra vez.
Tiré la manteca en la máquina de waffles y seguí las instrucciones que seguí más de cien veces. Allie adoraba los waffles y los pedía casi a diario. Que era cuando estaba en casa. Normalmente Mike le daba un bol de cereales antes de dejarla en el jardin.
-¡Mami! Estoy vestida.- Allie gritó mientras bajaba las escaleras. Sonreí al escuchar sus pasos en la madera del suelo. Había escogido una remera rosa con el dibujo de un oso y unos jeans. Los osos eran sus favoritos. Otro doloroso recuerdo de la familia que había perdido.
-¿Esa es tu remera preferida, verdad?- le pregunté con una sonrisa, sacando los waffles de la maquina y poniéndolos en un plato. Los dejé en la mesa, frente a ella y dejé la manteca y la miel a un lado.
-¡Sip!- aplaudió Allie mientras mojaba sus waffles en miel y manteca.
Le miré con embelesamiento mientras engullía los waffles. Desayunaría luego de dejarla en el jardin. Adoraba ir allí. Era la estudiante más sobresaliente de su clase, según Mike. Raramente era yo la que hablaba con los profesores, a menos que estuviera presentable. Generalmente no estaba 'presentable'.
-Mami,- Continuó Allie -deberíamos desayunar en lugar de la cena. Tommy Derkins, de mi clase, dice que su mama le cocina el desayuno para la cena una vez al mes.
-¿De verdad?- le pregunté, fingiendo el entusiasmo, pero ella no lo notó. Allie asintió alegremente. -Bueno si Tommy Derkins tiene desayuno en lugar de la cena, entonces Allie también debe tenerlo.
-Bueno, quizás no hoy.- continuó, pensativa mientras masticaba. Tragó antes de continuar -Lo quiero un día que desayune cereal.
Hizo una cara al mencionar el cereal. Me reí, parándome y recogiendo los platos vacíos. Los enjuagué en el lavabo antes de ponerlos en la maquina lava platos. Allie se quedó en la puerta atándose las botas.
-¿Estas lista bebé?- le pregunté mientras agarraba su rosado paraguas y se lo entregaba.
-¡Sip!
Tomé su mochila y se la colgué en la espalda. Abrí la puerta y salimos a un nuevo día lluvioso. Allie chapoteaba alegremente mientras nos acercábamos a mi viejo monovolumen. El rugido del motor fue una sorpresa, luego de viajar con Mike toda la semana pasada.
El viaje hacia el jardín de infantes fue tranquilo. Aunque lo escondió bastante bien durante el desayuno, sabía que Allie estaba cansada. Si pequeña cabeza se caía mientras era acunada por el andar del vehículo. Abrió sus ojos de golpe cuando detuve la camioneta frente a la escuela. Se paró sobre el asiento, tomando mi rostro entre sus manos, una vez más, y dándome un beso en la nariz. -Gracias por traerme, mami.
-No es nada, Allie.- murmuré entre sus cabellos mientras besaba su frente. Se deslizó por el asiento y se dejó caer con cuidado en el suelo. Bajé la ventana para escuchar mientras ella entraba.
-¡Espera!- gritó a un grupo de niños. Entre ellos había un niño de cabello castaño, enmarañado y con unos enormes ojos verdes. Seguramente no le escuchó bajo la lluvia, por que siguió hablando con el resto de los niños. -¡Espera! Hey, Edward.
Mi respiración se volvió pesada y desgarró mi garganta mientras Allie gritaba el único nombre que no podía soportar oír. Las lágrimas desbordaron mis ojos mientras me alejaba de la escuela. Traté de manejar tan rápido como podía, pero con el empaño de mis ojos, era demasiado peligroso. Me aparqué a un lado de la calle y me abracé al volante, mi cuerpo temblaba con cada sollozo.
Traté de no pensar en ellos, trate de olvidar aquella palabra pero su nombre resonaba en mi cabeza. Edward, Edward, Edward. Sonaba tan fuerte como una campana, atravesándome cada vez más profundo. Bajé del monovolumen hacia la lluvia y comencé a caminar hacia el bosque. Necesitaba alejarme de las cosas familiares. Lejos de mi camioneta, de mis pensamientos. A lo profundo del bosque.
Caminé sin dirección alguna, empapada por la lluvia que caía fuertemente. Me estaba congelando, pero si no fuera porque mi cuerpo temblaba, nunca me hubiera dado cuenta de ellos. Debía escapar. Escuchaba el crujir de las hojas mientras las pisaba. Finalmente me tropecé con la raíz de un árbol y caí al suelo. Fue entonces cuando me encontré en una superficie estable que me di cuenta que estaba sollozando.
Llevé mis manos hacia mi rostro. No sabía si este habito había surgido a causa de querer esconder mis pensamientos, o de las golpizas de Mike. Pestañeé, mis ojos ardían a causa de la lluvia y no dejaba de llorar. Rodé sobre las hojas mojadas, cubriéndome de mi propia miseria.
Edward, Edward, Edward.
Su nombre no se detendría. Seguía escuchándolo, aun ahora. No podía bloquearlo. Entonces me di cuenta de que era yo la que repetía su nombre. Sollozaba su nombre. Gritaba su nombre -¡Edward! ¡Edward! ¡Edward! ¡Edward!
Traté de detener mis labios, pero se movían por propia voluntad, gritando el nombre que me prometí no volver a decir jamás. Temblaba. Mis gritos eran desesperados, la lluvia se estaba volviendo pesada. Estaba tan consumida en mi propio dolor que casi lo oí.
Pero lo oí.
-¿Bella?
Terciopelo.
-¡Mami!- Allie me llamó desde el pasillo, segundos antes de entrar arrastrando sus pies a la habitación. Sus largos cabellos castaños estaban hechos una maraña y su pijama púrpura de ositos hecho jirones de dormir. Le sonreí mientras se detenía frente a mí, con un rastro de tristeza en sus ojos.
-¿Qué sucede, bebé?- Pregunté alzándola en mis brazos. Besé su frente suavemente mientras ella seguía mirándome. Sus pequeñas manos alcanzaron mi rostro su tocaron las marcas. Me aparté a causa del dolor.
-¿Que pasó, mami?- su voz era suave e hizo la misma pregunta que había hecho tantas veces. Probablemente era la primera oración que había aprendido. Le di una triste sonrisa, frotando su espalda antes de volver a besar su frente.
-Mama es una torpe, Allie.- Dije intentando mostrarme indiferente ante el hecho de los golpes. Era difícil, pero lo tenía que hacer por ella. -Me caí de la cama en medio de la noche y me golpeé la cara.
-Pero mami, estas lastimada en los dos lados de la cara.- Dijo. Sonreí ante la percepción de mi hija. Muchas veces veía a través de mis mentiras.
-Mami es muy torpe.- seguía aferrándome a mi mentira. Allie me miró unos instantes antes de que la preocupación se desvaneciera de su rostro. Una enorme sonrisa se dibujó en su hermoso rostro mientras apoyaba sus manitas en ambos lados de mi rostro, acercándolo al de ella. Me quejé y ella besó todas las zonas heridas. Traté de evitar las lágrimas, manteniendo la sonrisa en mi rostro.
-¿Papi las curó con un beso?- Preguntó Allie. Se alejó cuando temblé ante la pregunta. Aun tenía una sonrisa mientras esperaba expectante. Tan inocente.
-Sí, mi amor,- Dije acomodando sus cabellos, -Papi las curó con un beso.
Se deslizó por mi regazo y se acomodó en el suelo tomando mi mano izquierda entre las suyas, guiándome. Me puse de pie y le seguí. -¡Vamos, Mami! Vamos a llegar tarde.
-Ve a vestirte cariño.- palmeé su espalda, apurándole en dirección a su habitación. Me dirigí a las escaleras mientras -Yo te haré el desayuno.
Me detuve en medio de las escaleras, escuchando el ruido de las puertas del placard -¿Que quieres Allie?
-¡Waffles!- gritó entusiasmada. Escuché un golpe sordo. Obviamente se había caído mientras se vestía. Me sonreí, me recordaba tanto a mi cuando era pequeña -¡Estoy bien!
-Lo sé, Allie. Iré a hacer los waffles.- le respondí mientras entraba al comedor e iba hacia la cocina. Abrí el refrigerador en busca de los ingredientes necesarios para hacer el desayuno.
Allie había nacido nueve meses después de la graduación. Quise llamarle Alice, pero sabía que Mike no me lo permitiría. Entonces tomé el principio del nombre Alice y la ultima parte de Rosalie para formar 'Allie'. Mike no lo descubrió nunca. Quería algo para mantener la memoria de los Cullen. Allie hizo eso. Tenía los ojos de un color topacio tan brillante que parecían amarillos. Era un doloroso recuerdo.
Allie era mi único tesoro que me quedaba en este mundo. Nunca fue un error para mí, aunque a veces Mike se empeñaba en referirse a ella como uno. Por suerte tenia la decencia de no decirlo frente a ella. Era bastante bueno con ella, a decir verdad. Sabía que si Allie estaba en peligro, me iría al día siguiente. Así que era fantástico. En sí, era peor. El era la luz de su vida el podría ayudarle en formas que yo no podría si me iba. Así que me quedé. El infierno que vivía era mejor que no volver a ver a Allie otra vez.
Tiré la manteca en la máquina de waffles y seguí las instrucciones que seguí más de cien veces. Allie adoraba los waffles y los pedía casi a diario. Que era cuando estaba en casa. Normalmente Mike le daba un bol de cereales antes de dejarla en el jardin.
-¡Mami! Estoy vestida.- Allie gritó mientras bajaba las escaleras. Sonreí al escuchar sus pasos en la madera del suelo. Había escogido una remera rosa con el dibujo de un oso y unos jeans. Los osos eran sus favoritos. Otro doloroso recuerdo de la familia que había perdido.
-¿Esa es tu remera preferida, verdad?- le pregunté con una sonrisa, sacando los waffles de la maquina y poniéndolos en un plato. Los dejé en la mesa, frente a ella y dejé la manteca y la miel a un lado.
-¡Sip!- aplaudió Allie mientras mojaba sus waffles en miel y manteca.
Le miré con embelesamiento mientras engullía los waffles. Desayunaría luego de dejarla en el jardin. Adoraba ir allí. Era la estudiante más sobresaliente de su clase, según Mike. Raramente era yo la que hablaba con los profesores, a menos que estuviera presentable. Generalmente no estaba 'presentable'.
-Mami,- Continuó Allie -deberíamos desayunar en lugar de la cena. Tommy Derkins, de mi clase, dice que su mama le cocina el desayuno para la cena una vez al mes.
-¿De verdad?- le pregunté, fingiendo el entusiasmo, pero ella no lo notó. Allie asintió alegremente. -Bueno si Tommy Derkins tiene desayuno en lugar de la cena, entonces Allie también debe tenerlo.
-Bueno, quizás no hoy.- continuó, pensativa mientras masticaba. Tragó antes de continuar -Lo quiero un día que desayune cereal.
Hizo una cara al mencionar el cereal. Me reí, parándome y recogiendo los platos vacíos. Los enjuagué en el lavabo antes de ponerlos en la maquina lava platos. Allie se quedó en la puerta atándose las botas.
-¿Estas lista bebé?- le pregunté mientras agarraba su rosado paraguas y se lo entregaba.
-¡Sip!
Tomé su mochila y se la colgué en la espalda. Abrí la puerta y salimos a un nuevo día lluvioso. Allie chapoteaba alegremente mientras nos acercábamos a mi viejo monovolumen. El rugido del motor fue una sorpresa, luego de viajar con Mike toda la semana pasada.
El viaje hacia el jardín de infantes fue tranquilo. Aunque lo escondió bastante bien durante el desayuno, sabía que Allie estaba cansada. Si pequeña cabeza se caía mientras era acunada por el andar del vehículo. Abrió sus ojos de golpe cuando detuve la camioneta frente a la escuela. Se paró sobre el asiento, tomando mi rostro entre sus manos, una vez más, y dándome un beso en la nariz. -Gracias por traerme, mami.
-No es nada, Allie.- murmuré entre sus cabellos mientras besaba su frente. Se deslizó por el asiento y se dejó caer con cuidado en el suelo. Bajé la ventana para escuchar mientras ella entraba.
-¡Espera!- gritó a un grupo de niños. Entre ellos había un niño de cabello castaño, enmarañado y con unos enormes ojos verdes. Seguramente no le escuchó bajo la lluvia, por que siguió hablando con el resto de los niños. -¡Espera! Hey, Edward.
Mi respiración se volvió pesada y desgarró mi garganta mientras Allie gritaba el único nombre que no podía soportar oír. Las lágrimas desbordaron mis ojos mientras me alejaba de la escuela. Traté de manejar tan rápido como podía, pero con el empaño de mis ojos, era demasiado peligroso. Me aparqué a un lado de la calle y me abracé al volante, mi cuerpo temblaba con cada sollozo.
Traté de no pensar en ellos, trate de olvidar aquella palabra pero su nombre resonaba en mi cabeza. Edward, Edward, Edward. Sonaba tan fuerte como una campana, atravesándome cada vez más profundo. Bajé del monovolumen hacia la lluvia y comencé a caminar hacia el bosque. Necesitaba alejarme de las cosas familiares. Lejos de mi camioneta, de mis pensamientos. A lo profundo del bosque.
Caminé sin dirección alguna, empapada por la lluvia que caía fuertemente. Me estaba congelando, pero si no fuera porque mi cuerpo temblaba, nunca me hubiera dado cuenta de ellos. Debía escapar. Escuchaba el crujir de las hojas mientras las pisaba. Finalmente me tropecé con la raíz de un árbol y caí al suelo. Fue entonces cuando me encontré en una superficie estable que me di cuenta que estaba sollozando.
Llevé mis manos hacia mi rostro. No sabía si este habito había surgido a causa de querer esconder mis pensamientos, o de las golpizas de Mike. Pestañeé, mis ojos ardían a causa de la lluvia y no dejaba de llorar. Rodé sobre las hojas mojadas, cubriéndome de mi propia miseria.
Edward, Edward, Edward.
Su nombre no se detendría. Seguía escuchándolo, aun ahora. No podía bloquearlo. Entonces me di cuenta de que era yo la que repetía su nombre. Sollozaba su nombre. Gritaba su nombre -¡Edward! ¡Edward! ¡Edward! ¡Edward!
Traté de detener mis labios, pero se movían por propia voluntad, gritando el nombre que me prometí no volver a decir jamás. Temblaba. Mis gritos eran desesperados, la lluvia se estaba volviendo pesada. Estaba tan consumida en mi propio dolor que casi lo oí.
Pero lo oí.
-¿Bella?
Terciopelo.
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