Ecosen mi de melodía resonaban mente, que por lo demás, reposaba en la penumbra. No era consciente de nada, únicamente, en ocasiones sentía un extraño y frío ardor en distintas partes de mi cuerpo. Por lo demás, la oscuridad lo invadía todo. Sin embargo no era una oscuridad terrorífica, amenazante, mas bien rebosaba de calma, tranquilidad solo enturbiada por el embriagador sonido de la música. Mi mente se encontraba cómoda en ese lugar, y a pesar de que una silenciosa vocecilla me señalaba que aquello no era real, sino un sueño, yo no deseaba abandonar ese sueño..., no lo deseaba, hasta que recordé, que algo muy superior al más maravilloso de los sueños, me esperaba al otro lado de mi conciencia.
Lentamente mis ojos se fueron abriendo, tratando de hallar ese "algo" cuya belleza y perfección competía con la más pura imaginación. No tarde mucho en hallarlo, abrazándome, rodeándome con sus brazos, con mi cabeza apoyada sobre su pecho, y su perfecta mirada fija en el más mínimo detalle de mis movimientos. No pude evitarlo, la sonrisa escapo de mis labios al instante en que lo descubrí a mi lado, no fue un gesto intencionado, simplemente Edward me hacía feliz, su compañía se había convertido en el aliciente de mi existencia, todo lo que antes era gris, tosco y vacío, había cobrado color, vida y sentido, tras su llegada. A su lado era feliz y no me sabía capaz de seguir viviendo si el se marchara. La dulce melodía que había invadido mis sueños se volvió a hacer presente en mi mente cuando él empezó a tararearla. Me estreche más a su pecho, pensar que la había compuesto solo pensando en mi... Fue entonces cuando recordé, y las últimas imágenes vividas volvieron a mi memoria.
- Edward, lo siento – murmuré apenada y él me miró curioso. Trate de explicarme y asegurarme de que no eran simples alucinaciones – me quede dormida, ¿cierto? – él asintió.
- No debes disculparte por eso. – replicó suavemente – has llevado uno días muy agitados, necesitas descansar... – supe a lo que se refería, al igual que supe que se sentía culpable por ello.
- Pero tu música era hermosa – insistí – Fue muy grosero de mi parte quedarme dormida mientras escuchaba... – cerré los ojos apenada, tratando de recordar el lindo sonido de las notas.
- No te preocupes por eso – repuso, sonriente – si te gusto en verdad la tocaré para ti cuantas veces quieras.
- ¿De verdad? ¿lo prometes? – pregunte ansiosa, no solo por la música, sino por lo que esa promesa conllevaba, a saber, permanecer siempre a mi lado.
Él solo asintió, divertido por mi reacción.
- Claro – aceptó – prometo tocar para ti siempre que tu me lo pidas – fue increíble el efecto que tuvieron esas palabras sobre mi, de repente, me sentía la mujer más dichosa de la Tierra. Sin embargo recordé algo...
- De seguro tu familia debe pensar que soy una maleducada al irme así, sin siquiera despedirme – y la cortante mirada de Rosalie regreso a mis pensamientos.
- Por supuesto que no – negó firmemente – de echo ellos no se encontraban en la casa. Decidieron darnos nuestro espacio y se retiraron a cazar... debía hacerlo, de todos modos.
- ¿Qué piensan de mi? – le interrogue ansiosa.
- Ellos te quieren mucho. – me aseguró, y por la forma en que me miró a los ojos en ese momento pude jurar que sus palabras eran ciertas. – Esme esta feliz de que yo halla encontrado al fin a la persona con la que compartir mi vida. Carliste dice que si yo te quiero y tu me quieres – se detuvo un instante para posar sus labios sobre los míos – merece la pena que luchemos por estar juntos, Jasper y Emmet me apoyan, y te encuentras una persona muy valiente para acudir a nuestra casa sin prejuicios y Alice... – se contuvo un momento y sonrió – ella esta entusiasmada, deseando conocerte y llevarte de compras; le sorprende encontrar a una mujer con sus mismas ideas, y que esa mujer sea lo novia de su aburrido hermano... – sonrió cínico – te aseguro que podría hacerte pasar por su regalo de cumpleaños favorito.
Sus palabras, y sus labios posados sobre mi pelo, disiparon cualquier duda que pudiera tener, y solo cuando dejo de acariciarme con ellos, caí en la cuenta de que había omitido por completo a un miembro de la familia, supuse, a propósito.
- Pero Rosalie... – callé, no sabía muy bien como definir la mirada de odio y rencor que ella me dedicaba.
- No te preocupes por ella – me tranquilizó, pero reparé en que no hacía nada por negar mis suposiciones – Rosalie es... el miembro más tradicional de mi familia. Al contrario que Alice, ella acuerda con la mayor parte de las reglas que rigen la sociedad, es por eso que a ti te ve... – se detuvo dubitativo, buscando, supuse, la palabra adecuada para no lastimarme.
- Distinta – aventuré, y él asintió.
- No le gusta el modo en que nos relacionamos, piensa que eres muy poco recatada para ser una mujer – su comentario me hizo sonreír; sin lugar dudas, especialmente cuando ambos nos encontrábamos a solas, en mi cuarto, sobre la cama, abrazados, con la sombra del crepúsculo adentrándose en la ventana – Pero note preocupes por ella – me aconsejó después de unos minutos – estoy seguro de que cambiara con el tiempo. Rosalie es muy cabezota – añadió, como si eso aplacara todo lo demás.
Permanecimos algo más de tiempo abrazados, con mi cabeza recostada contra su pecho, mientras sus labios se movía dulcemente sobre mi cabello. Lentamente gire mi rostro hacia él, y nuestros labios se encontraron. Creí que había ascendido al cielo. Su boca atrapó la mía, tiernamente. Las leves caricias que esta me proporcionaba me hacían estremecer de placer. Unas revoltosas mariposas hicieron su hogar a mi estómago, y sin poder resistirlo introduje mi lengua en su boca, ávida de sus besos, sus caricias, su paladar...
Lamentablemente había excedido las estrictas normas que Edward había establecido sobre mantener mi lengua a una distancia prudente de sus dientes ponzoñosos. Se alejo de mi precavido, y no regreso hasta que estuvo seguro mis impulsos hormonales fueron retenidos.
- Sabes que es necesario, Bella – me reprochó, a lo que yo no pude protestar, pero tampoco apoyar. Simplemente lo mire resignada, al fin y al cabo, para una pareja de novios, ya era mucha la intimidad que compartíamos, superior a la de la mayoría de las parejas, no obstante, me era costoso, demasiado costoso reprimir los impulsos que inundaban mi cuerpo y sentido cada vez que nuestra piel se juntaba y un profundo choque electrizante revivía partes de mi cuerpo que yo creía inertes hasta entonces.
Con un leve rubor de mejillas, y agradeciendo que el no pudiera leerme la mente, me volví a cobijar entre sus brazos, a lo que él no puso excusa.
- Bella, creo que debería irme – murmuro pasado un rato.
- ¿Tan pronto? – mi voz sonó acongojada, llevaba días sin separarme de él y no deseaba hacerlo ahora.
- Te comente que mi familia fue de caza, y creo que debería ir con ellos – me tensé entre sus brazos. De caza. Eso significaba que pasaría varios días fuera, sin embargo...
- De acuerdo – acepté. No deseaba interferir en sus necesidades, quería que se diese cuenta que su condición no era ningún impedimento para mi. No óbstate no pude evitar añadir - ¿volverás, verdad?
- Lo prometo – murmuró solemnemente – ahora que te he encontrado, por muy egoísta que sea, no podría sobrevivir sin ti. – sus palabras me relajaron, volvería. Aun así los días lejos de su compañía se me harían eternos – Tardaré menos de lo que piensas, en un par de días estaré aquí.
- Pensaré en ti a cada instante – prometí.
- Y cuando regrese, le contaremos a Charlie sobre nosotros – advirtió él, señalándome que no lo había olvidado. Yo asentí. – Sinceramente, me gustaría permanecer aquí un día más y explicárselo, pero Alice dijo que sería mejor ir ahora y estar de regreso lo antes posible... y cuando ella dice algo, lo más sabio es hacerle caso.
- No te preocupes – sonreí – ve, y diviértete..., y regresa pronto.
- Lo haré. – pronuncio soléenme, y en esta ocasión fueron sus labios quienes buscaron los míos, y fue su lengua la que invadió de mi boca. Cerré los ojos con fuerza, concentrándome en el mar de maravillosas sensaciones que revoloteaban en mi estomago, cuando volví a abrirlos, él se había ido.
La pesadumbre me invadió de pronto sin poder evitarlo. Edward se había ido, y saberlo lejos de mi me producía un fuerte dolor en el pecho, más halla de lo que habría podido esperar. Al fin y al cabo, él volvería, me lo había prometido, volvería, ¿no?
Desganada y enfadada conmigo misma, decidí retirarme a dormir antes de que Charlie regresara del trabajo. No me creía capaz de sonreír y fingir que todo estaba bien, y por otro lado odiaba el interrogatorio al que de seguro me vería sometida. Lo mejor sería dormir, dormir y olvidar, y mañana sería otro día, un nuevo día... alejada de él, pero ¿por cuánto tiempo?
Ni yo misma lo llegaba a sospechar.
Me encanto Espectacular como todos, Gracias!!!!
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