Un espasmo recorrió mi cuerpo al percatarme del significado de estas palabras, espasmo que se intensifico en el momento en que sus ojos, fijos en mi, me lo confirmaron. Y de pronto el puzzle, que tan imprudentemente había empezado a formar sobre los misterios que rodeaban a Edward, o mejor dicho, sobre el misterio que él, en si mismo, representaba, comenzó a tomar forma.
Cientos de incógnitas hallaron su respuesta. Su velocidad, su fuerza, el "sexto sentido" que el poseía para escuchar los pensamientos de las personas, el modo tan críptico que usaba al hablar, sus expresiones, su comportamientos, sus advertencias sobre que me mantuviera alejada… todo ello cobraba ahora sentido.
Edward no era humano. Su corazón no latía, ni latiría nunca. Su piel era fría y firme como la de un cadáver, y su mente debatía contra su instinto en cada momento, esperando el momento en que estará fallara, para abalanzarse sobre mi, y tomar mi sangre.
Edward era un vampiro. Algo distinto a los que describía Bram Stoker en sus libros, pero igual a ellos en el punto más elemental. Su sed de sangre.
Un nuevo escalofrío recorrió mi espalda tras la comprensión de mis palabras, y del alcance que estas poseían. Y sin poder contenerme alce la vista, deseosa de verlo de nuevo, de constatar que, a pesar de todo, no había cambiado.
Respire tranquila al comprobar que así era, aun oculto por las sombras, Edward seguía siendo el mismo, y eso me tranquilizaba; lo cual no evitaba que el miedo se mantuviera presente.
Escrute su rostro entre la oscuridad, y pude darme cuenta de que él me miraba, tras haberse acercado a mi unos pasos, pero inseguro de que hacer a continuación. Trate de hablar, y decirle que no ocurría nada, pero no poseía el control sobre mi voz. Le sonreí, entonces, rezando para que eso bastara y cruzase de una vez la eterna distancia que nos separaba.
Lo hizo. Dudoso e inseguro, se acercó a mí, acomodándose sobre el suelo a una distancia prudente. No pude evitar que un nuevo escalofrío traicionase mi miedo, haciéndoselo a él visible.
- Lo siento – susurró – generalmente no suelo comportarme así… no se que me ha ocurrido esta vez… - se veía avergonzado de sus propios actos, aun más que eso, culpable y arrepentido de haberme asustado, entristecido por la falsa creencia de que yo ahora no quería saber nada más de él. Cuanto se equivocaba.
Sentía miedo, si. Pero este iba pasando y tras de él solo quedaba la extraña e irónica sensación de protección y felicidad que yo sentía a su lado.
Trate de hablar, de decirle que no importaba. Cambie mi idea al percibir que no podría borrar el pánico de mi voz. En vez de eso, y de modo inconsciente, le tomé su mano entre las mías.
Fue increíble lo mucho que me dolió la mirada asombrada que él me dedicó entonces, parecía tan desvalido, tan falto de comprensión, de… amor. Lo ocurrido hacía unos instante y el miedo que ello me había inspirado, desaparecía, lentamente…, pero sin pausa.
- ¿Tomas mi mano? – preguntó incrédulo, y yo sentí miedo de que la retirara, por alguna razón me había amoldado a su tacto. No lo hizo, pero continuó - ¿No deseas alejarte de mí? ¿Acaso no ansias verme muerto?
El dolor y la sinceridad de sus palabras me atravesó como un hacha. Y no pude evitar que nuevos temblores recorrieran mi cuerpo y que las lágrimas asomasen por mis ojos, tan solo de imaginar la realidad que él había descrito. De imaginarlo a él muerto.
Apreté su mano entre las mías por temor a que malinterpretara mi reacción.
Negué con la cabeza.
- ¿Por qué? – no lo entendía. A decir verdad yo tampoco; no era algo lógico, ni racional, era algo mucho más profundo que eso, algo que me asustaba hasta a mi misma. - ¿No me has escuchado? ¿Te das cuenta que soy un monstruo? ¿No temes que no logré contenerme y decida acabar con tu vida?
Sus ojos me miraban serios, escrutadores, y no puedo negar el miedo que me infundaron sus palabras. Sin embargo había algo que me aterraba mucho más que eso.
- No eres un monstruo – protesté con voz débil, imaginando lo terrible que debería ser para él auto dominarse así. Pareció dispuesto a contradecir mis palabras, pero yo no se lo permití – ¡No lo eres! – mi voz me sorprendió en un chillido histérico. Mi reacción le sobresaltó, vi en sus ojos la confusión y el miedo por mi reacción. Él no era un monstruo. No lo era. – Tampoco me da miedo que me lastimes – No mentí. En aquel momento lo sentía así. Reconocer que él me daba miedo sería como aceptar que el era un monstruo. Pero no lo era. No lo era. Yo no podría… Tampoco importaba. Tome aire, decidida a terminar con ello, de una vez y para siempre – Se que no lo harás. Tal vez te sea duro, pero no me has dañado hasta ahora, ¿por qué habría de ser diferente?
- Subestimas mi autocontrol, Bella – suspiró el tristemente. Supe que sufría tanto o más que yo.
- No me importa – replique. – Si mañana amaneciera muerta, si tú me matarás esta noche, yo no me arrepentiría jamás de haber venido hasta aquí, contigo.
Le miré a los ojos, y me sentí incomoda. Los latidos de mí desbocado corazón era lo único que se escuchaba en varios metros a la redonda. De pronto sentí plena conciencia de la mano que reposaba entre las mías, fría como el hielo, pero ardiente ante mi contacto.
Pedí al cielo por qué no me obligará a continuar, pues si lo hacía estaba segura de no ser capaz de negarme. Nadie respondió mis plegarías, y él, habló de nuevo.
- ¿Por qué? – preguntó tiernamente, confuso. Me límite a agachar la cabeza para no verme obligada afrontar su mirada y el poder de convicción que esta ejercía sobre mi. Negué con la cabeza. – Por favor… - insistió. Percibí la suplica en su voz. Me mantuve inmóvil, sabedora de que era un juego que no podría ganar. Finalmente sentí como mi barbilla comenzaba a arder. La mano que él tenía libre me tomaba por el mentón y me forzaba a mirarle. Listo. Batalla perdida. – Necesito saberlo, Bella.
El tono lastimero de su voz y la calidez con la que sonaba mi nombre en sus labios, logró convencerme. No obstante aun guardaba la suficiente cordura para auto salvar mis espaldas.
- Promete que no te enfadaras – le rogué. Él arqueó una ceja, pero asintió finalmente. – Promételo – insistí, no contenta con ello.
Me miró mal durante un instante, pero luego pareció ceder, pensando, tal vez, que después de lo que había visto u oído aquella noche, bien merecía esa simple promesa.
- Lo prometo – pronunció, serio, y no alcance ningún ápice de mentira en su voz.
- Yo… - comencé. Era difícil. – De algún modo… no me importa lo que puedas hacerme… porque… aunque estoy segura de que nunca serías capaz de hacerme daño… aun si lo hicieras – tartamudeaba como una vieja, y me sentí ridícula. Lo peor aun estaba por llegar. – Yo… para mi… lo más importante ahora… sin importar lo que seas… ni siquiera que seas un… - dude de usar la palabra – vampiro... – me atreví finalmente y al no observar reacción alguna continué - Nada me importa ahora… porque…lo que más deseo en el mundo… es estar a tu lado – concluí con la vista fija en el suelo.
Espere su reacción, tal vez gritos, reproches o incluso mordiscos… nada de ello se produjo, tan solo me aguardó el silencio. Alce la vista, confusa, el brillo de la ira brillaba en su mirada. Me asuste, y no tarde en arrepentirme por haber sido sincera, a pesar de que no había hallado ninguna otra salida.
- Prometiste que no enfadarías – recordé, en un tono parecido a la suplica.
- No estoy enfadado – replicó, seriamente, confirmando mis sospechas.
- Si lo estas – insistí. El suspiró.
- Lo estoy conmigo mismo. – lo miré confusa, y el trató de explicarme. - Por haber dejado que esto sucediera. Por no haber tenido el valor de marcharme antes, por no estar seguro de poder hacerlo ahora.
- No te vallas – imploré asustada. El suspiró de nuevo, apretó con su mano las mías, y esbozó una triste sonrisa.
- No te preocupes – me tranquilizó a su pesar – Soy un ser demasiado egoísta para hacer lo correcto, me importas demasiado para dejarte ir, para alejarme de ti, a pesar de saber que eso es lo correcto.
Respiré tranquila, y no pude reprimirlo.
- Me alegro. – su mirada se volvió seria por unos instantes.
- No lo hagas – me pidió, a pesar de saber que en ello no podía satisfacerle. – Y nunca olvides que supongo para ti mayor peligro del que significo para cualquier otra persona. – Sus palabras me confundieron, pues no lograba hallar su significado.
Lo miré interrogante, algo más tranquila de saber que el no se iría, y deseosa de saber las respuestas que por tanto tiempo él me había negado.
Inmóvil, sin atreverme siquiera a suspirar, observe la lucha interna que tenía lugar en su interior. Finalmente un sonoro suspiro altero mis sentidos, y supe, tras contemplar la expresión derrotada de su rostro, que las preguntas que tanto había anhelado, al fin iban a hallar sus respuestas.
- De acuerdo – comenzó, resignado – supongo que no me queda más opción que la de ser sincero contigo, ya que tu… - dudó – lo has sido conmigo. – Susurro finalmente – Sin embargo quiero que entiendas lo difícil que es esto para mi, por ello te pido que no me interrumpas. Una vez termine de hablar, si no deseas verme más lo comprenderé y juro no volver a aparecerme en tu vida, ¿lo has comprendido?
Afirme con la cabeza, deseosa de decirle que eso no iba a ocurrir jamás, que yo jamás desearía verlo lejos de mi, me contara lo que me contase. Sin embargo, no deseando incomodarle y ansiosa por escuchar su relato, me limite a asentir en silencio. El pareció complacido y supe que no tardaría mucho en comenzar.
- Lo primero que tienes que saber, a pesar de ya haberlo adivinado, es que tanto yo, como mi familia, somos vampiros. Nuestra vida es eterna y nuestras habilidades físicas increíbles, pero a cambio de ello, debemos alimentarnos de sangre si queremos sobrevivir y mantener la cordura.
Su voz se escuchaba ansiosa, tal vez por terminar de una vez su relato y comprobar mi reacción. Sus ojos se mantenían fijos en los míos, atentos a cualquier movimiento, y la mano que yo sostenía, se había relajado nuevamente, permitiendo recibir pequeñas caricias por mi parte.
Yo le escuchaba ansiosa, tanto por la curiosidad de saber, y comprender al fin su vida, como de demostrarle, una vez terminara de hablar, que para mi nada había cambiado. El escalofrío que me provocaron sus palabras, y el echo ya sabido de cual era su dieta, no cambio mis sentimientos, y una parte de mi se sintió mal por ello, pero no podía evitarlo.
Yo era feliz a su lado, y siempre sería así.
Tras una pequeña pausa, continuó.
- Carliste, mi padre, fue el primero de nosotros en convertirse en vampiro. Él vivió en soledad durante demasiados años, hasta que, finalmente, me convirtió a mí. Fue durante la guerra de independencia de los Estados Unidos, yo tenía diecisiete años – pauso un momento, esperando por ver la reacción de sus palabras, pero yo me aseguré de mantener el rostro inexpresivo, a pesar de la sensación de malestar que me turbo interiormente, al pensar que la edad de Edward superaba a la de mi propio padre, por lo que yo, para él, no debía ser más que una débil molestia. Continuo.
- Yo estaba herido, gravemente, debido a un bombardeo que se produjo sobre mi ciudad. Toda mi familia había muerto, y no había esperanzas para mi. Carliste lo sabía y me salvó, convirtiéndome. – Un repentino temblor surco mi cuerpo al imaginar siquiera que Edward pudiera haber muerto en aquel momento, y supe que la gratitud que sentía hacia "padre" en ese momento, jamás podría ser pagada. Edward no tardó en proseguir.
- Al principio fue duró, la sed de sangre humana era inmensa, - me sorprendió que usara ese termino, pero decidí no interrumpir. Por el momento. - pero con el tiempo aprendí a controlarlo. Esme fue de gran ayuda. Carliste la convirtió a ella poco después que a mi, y no tardo en adquirir el papel de madre, a pesar de que realmente, yo era mayor que ella. Después llegó Rosalie. Sospecho que Carliste la transformo con la esperanza de que ella supusiera para mí lo mismo que Esme era para él, sin embargo, en todo momento, ella fue para mí tan solo una hermana.
Sus palabras lograron conmocionarme más que todo lo anterior. Rosalie, la encarnación de la belleza. ¿Qué habría ocurrido si su atracción sobre Edward hubiera sido mayor que la de una simple hermana? De seguro yo no podría competir jamás contra ella… Aunque pensándolo bien, aquello era una idiotez, puesto que Edward ni tan siquiera me pertenecía. De hecho, aun no comprendía exactamente como había accedido a contarme todo aquello. ¿Volvería a hablarme después de esa noche? No lo sabía, y aun así, decidí disfrutar del momento.
Inconsciente de los turbadores pensamientos que llenaban mi mente en esos momentos, continúo con su historia.
- Con el tiempo, Rosalie halló a Emmet. Lo encontró malherido por un oso en un bosque a kilómetros de casa, y tuvo la suficiente entereza para arrástralo hasta Carliste para que él lo convirtiera, incluso sin tener la certeza de que sobreviviera al viaje. Son pareja desde entonces…, ni siquiera recuerdo el elevado número de veces que se han casado en los distintos lugares en los que hemos ido viviendo. – A pesar del tono divertido de sus palabras, se paró a contemplarme fijamente durante unos instantes, para luego añadir – Realmente nunca he llegado a imaginar lo duro que debió resultarle esa viaje a ella…, al menos no hasta que te conocí.
Espere inmóvil, a que continuara, tratando de encontrar el significado de sus palabras sin lograrlo, debido mayormente a la turbación que sus ojos, fijos en los míos, me provocaban. Tras algún tiempo, no tengo idea exacta de cuanto, continuó.
- Años después llegaron Alice y Jasper. Ella nos había visto a todos en una de sus visiones, viviendo como una familia, y convenció a Jasper para buscarnos. Desde entonces somos una familia, o aparentamos serlo en cada sitió al que vamos. Tampoco es que podamos estar demasiados años en un mismo lugar, o la gente, por supuesto, comenzaría a sospechar el porqué de nuestra eterna juventud; como comprenderás, es algo que no nos conviene en lo absoluto. – concluyó con una sonrisa irónica.
Sus palabras daban vueltas en mi mente… la historia de su familia era tan… diferente a lo que pude imagina en un principio. Sin embargo, cientos de preguntas tomaron forma en mi mente durante apenas unos segundos. Aun así lo miré dudosa, insegura sobre si podría molestarse porque las sacase a luz. Me ahorro el conflicto.
- Y ahora, puesto que pareces no tener intención de salir huyendo, cosa por otra parte que sería la más lógica -yo negué con la cabeza, inconforme a sus palabras – ¿No deseas, al menos, bombardearme a un montón de preguntas? – Sonreí a sus palabras. Había adivinado.
Trate de buscar el mejor modo de empezar, busqué una pregunta sencilla del escalofriante montón que poseía.
- Dijiste que Alice los vio… pero si aun no se conocían ¿cómo…? – no sabía como expresarme, pero él me había entendido.
- Algunos de nosotros…, los vampiros – me sorprendió la facilidad con la que pronunció esa palabra – poseemos algunos dones especiales, además de nuestras habilidades normales. Carliste dice que se trata de potenciar los dones que ya poseíamos en nuestras vida humana. En el caso de Alice, suponemos que ella tenía el don de la premonición, por lo que ahora es capaz de ver el futuro, antes de que suceda. De modo muy soluble, por supuesto, dado que el futuro se muestra en constante cambio, siempre precediendo a las decisiones que tomemos.
- ¿Suponéis…? – repetí, no muy segura del significado de esa palabra.
- En realidad Alice no posee recuerdos de su vida anterior, como humana. Todo lo que recuerda es despertar ya como vampiro. Si no fuese por sus visiones, lo más probable es que hubiese enloquecido – terminó seriamente.
Yo trate de meditar en sus palabras y en la información que poseía, sin embargo tenía demasiadas dudas pendientes, así que aloje esta en el recuerdo, a fin de analizarla más tarde, y centre mi atención en una nueva pregunta.
- Dijiste – recordé – que algunos de vosotros poseéis dones especiales, ¿tienes tú alguno? – ¿Tenía Edward alguna habilidad oculta? Ese era un hecho que me inquietaba, ¿qué más podría ocultar? ¿Cuán más perfecto podría ser? ¿Cuántas más cosas había que lo alejaban de mi?
- Bien – aceptó, como si hubiese esperado justamente esa pregunta desde un principio. – Has de saber que, como te comente el día en que hablamos por primera vez, a mi siempre se me dio muy bien interpretar los pensamientos de la gente, es por ello que una vez me transformé en vampiro fui capaz de…
- ¿Puedes leer los pensamientos? - Pregunté, exaltada – sin poder contenerme.
Él me miró mal durante un fracción de segundo, no le gustaban las interrupciones. Pero luego asintió débilmente.
- Así es. – confirmó, e inmediatamente después, pareció leerme el pensamiento, porque añadió. – Jasper es el otro miembro de mi familia que tiene poderes. Él es capaz de controlar las emociones humanas, es decir, sería sencillo para él exaltar a una multitud en calma, o tranquilizar a una multitud enfurecida. Es un don bastante útil, pero nunca puedes fiarte por completo de tus emociones en su presencia – concluyó, como si hablara por experiencia propia.
Yo escuche absorta sus explicaciones, pero después no pude evitar preguntar.
- ¿Por qué me dijiste aquella vez que te resultaba complicado, si ahora mismo acabas de responder a la duda que tenía pensado plantearte? – me enfada un poco que el me hubiese tomado el pelo de aquella manera.
- ¿Era eso lo que ibas a preguntar? – Me interrogó, complacido – Bueno, reconozco que cada vez resulta más fácil prever tus pensamientos, principalmente porque te conozco mejor, pero lo que dije es cierto: por alguna razón soy incapaz de leer tu mente tal cual hago con la de los demás. – enmudecí ante sus palabras. ¿Acaso era yo diferente? Esa turbadora sensación, que me asaltaba a veces, en los momentos más inoportunos, regresó con mayor firmeza a mi mente.
- ¿A qué cree que se deba eso? – pregunté, reticente.
- Carliste tiene una teoría. – Me explicó lentamente, tratando que entendiera - Es como si yo fuera capaz de captar los pensamientos de las mentes que circulan a una misma frecuencia, pero la tuya fuese en sentido contrario.
- ¿Mi mente funciona mal? – pregunte conmocionada. Siempre había pensado que algo estaba mal dentro de mí, pero de pensarlo, a que me mostrasen la prueba concluyente, había una pequeña diferencia.
Para mi sorpresa, Edward rió.
- ¿Te sientas al lado de un vampiro que lee mentes, mientras te cuenta la historia de su familia, también vampira, y lo que más te preocupa, es que tu ente funcione mal? – su tono era burlón, pero discerní un matiz de curiosidad en su habla – De verdad Bella, no te entiendo y no sabes lo frustrante que me resulta no hacerlo. – Supe que hablaba en serio, y por algún motivo, eso me animo.
- Bueno… ya sabes, los demás nos sentimos así todo el tiempo.
- Supongo que sí – aceptó con simpleza – ¿En todo caso ya terminaste las preguntas? – parecía esperanzado, por lo que intuí que había algo sobre lo cual no había preguntado, algo sobre lo que él parecía aliviado de omitir.
- Nada de eso – repliqué, feliz de que el se mostrara tan amigable conmigo. Sin embargo mi alegría duró poco, pues había un tema que me inquietaba realmente, pero que había dejado de lado por miedo a ofenderle, no obstante me dije que había llegado la hora de afrontarlo. – Bueno… no te enfades, ¿de acuerdo? Es decir, en cierto modo es comprensible, pero… vosotros, para alimentaros… ¿matáis personas?
Guarde el aliento esperando su respuesta, pero el tiempo pareció congelarse ante la mirada homicida que el me dirigió.
- ¿Seguirías deseando estar a mi lado si así fuera? – preguntó tenebrosamente. El oxigeno se perdió en mi garganta y mi cabeza comenzó a dar vueltas. Tarde en descubrir que había olvidado respirar. Aparte mis ojos de los suyos, y asentí levemente, una única vez. Él suspiró, y para mi alivió su rostro retorno al de antes, solo que esta vez, cargado de resignación.
- Bella, no se que hacer contigo para que te des cuenta de que no te convengo. Soy peligroso. – mantuve la vista en el suelo. Ya sabía la verdad de sus palabras, pero no me importaba. Lo volví a oír suspirar, y a continuación, volvió a hablar – Lo cierto es que no. A diferencia de lo que suele ser la costumbre entre nuestra raza, ni mi familia ni yo nos alimentamos de sangre humana. – Respiré aliviada, por mucho que estaba segura de querer permanecer a su lado, el saber que no era un asesino me aliviaba. Sin embargo a él pareció molestarle mi alivio. – No te equivoques – replicó con voz fría – el que generalmente evitemos la sangre humana, no significa que seamos inmune a ella. Su olor, como te explicado antes, nos atrae continuamente, incitándonos a la tentación, y en ciertas ocasiones en muy difícil resistirlo.
- ¿Cómo tú conmigo? – pregunte en un susurró. El negó con la cabeza.
- La atracción que tu sangre, por algún motivo, ejerce sobre mi, es mucho mayor que la del resto de los humanos. Es… única, tan solo el olor, me hace perder la cordura. – le miré apenada, suponiendo el dolor que le debía producir estar a mi lado.
- ¿Por eso reaccionaste así la primera vez que nos vimos? – conjeturé, con voz débil. El asintió.
- La primera vez que te vi fue en la iglesia. Me sorprendió comprobar que las mentes de la mayor parte de los presentes estaban centrados en vosotros, tu y tu padre, mucho más que en el sermón del cura. Sin embargo, cuando intenté acceder a tu mente, tan solo encontré un tabique sellado. Nada, no escuchaba nada, ni tan siquiera débiles susurros. Aquello me desconcertó en un principio, y más aun cuando vi, a través de la mente de tu padre, que no eras precisamente una jovencita más del montón; por el contrario, destacabas, en demasiaos aspectos.
- Volvemos a encontrarnos en "el asador", y una vez más tu mente fue un misterio para mi. No pude evitarlo, mi curiosidad era demasiado grande, y tuve deseos de acercarme a ti, de hablar contigo, encontrar en tus palabras los misterios que tu mente no quería desvelarme. Aquello fue mi primer error.
- Cuando la puerta se abrió, en el instante en que la corriente de aire arrastro tú aroma sobre mí, supe que todo estaba perdido. No me importaba nada. Ni mi familia, ni las gentes de alrededor…, nada. Lo único que primaba era mi instinto, y este me impulsaba hacia ti, hacia tu sangre, hacia tu muerte. No obstante logré resistirme. Pensé en la muerte de todos aquellos inocentes que había a nuestro alrededor, en la decepción de Carliste, la tristeza de Esme, la compasión de mis hermanos… y no se como lo hice, pero lo hice. Logré salir de allí sin matarte, a pesar de que te odie como a nadie por despertar tan profundamente el monstruo que habita en mi interior.
- Desesperado, y sin hallar salida, me retiré a las montañas durante algunas días, donde estuve cazando y respirando aire fresco. Siendo sincero, no me creía capaz de volver, no sin provocar una masacre. Aun así, lo hice. Era difícil recordar la gran influencia que tu olor ejercía sobre mi, rodeado como estaba de árboles y hierba fresca.
- Regrese, y justamente en mi primer día de regreso a la academia, me encontré con quien menos esperaba: Tú. Fue tanta la sorpresa de verte allí, rodeada de hombres y dispuesta a estudiar, que incluso olvide mis miedos. De lo único que fui conciente, mas aun después de hablar contigo, es que no podía ponerte las cosas más difícil de lo que ya las tenias, y ligado a la curiosidad que sentía por ti, logré controlar mis ansias de sangre y convivir a tu lado. Reconozco que esta vez resultó más sencillo debido a que recientemente me había alimentado y no tenía hambre.
- Luego nos encomendaron ese trabajo juntos, y pese al miedo que tenía de lastimarte durante su creación, mi curiosidad y deseo de estar a tu lado, fueron demasiado fuertes para negarme. Creo que ese fue mi mayor error. Darme la oportunidad de conocerte y descubrir la maravillosa persona que eras. Fue el principio del fin.
- Más tarde, esa misma noche, deje que marcharas sola a casa, a pesar de los peligros que eso suponía, porque temía demasiado no resistir tu olor en la oscuridad y atacarte. Sin embargo, cuando regrese a casa, vi en la mente de Alice una visión de lo que te ocurría, y antes de darme tiempo a pensarlo, salí en tu busca. Te encontré con esos sujetos, y la locura de verte con ellos y de ver en sus mentes lo que tenían planeado, se apoderó de mi. Si no me hubieras detenido… de seguro habría acabado con ellos.
- Sin embargo, al recuperar la conciencia, me di cuenta de algo crucial. Había desvelado mi secreto frente a ti, o al menos unas cualidades, fuerza y velocidad, que jamás poseería un humano. Supe entonces que todo se estaba volviendo demasiado peligroso, no solo para nosotros, sino para ti, y a pesar del daño que eso me suponía, me obligue a mi mismo a dejar de verte.
- Debo decir que mi familia se asusto al saber lo sucedido, incluso Rosalie dijo que te había llegado la hora… No lo soporte, por alguna razón prefería morir que hacerte daño o ser el responsable de tu muerte. No podía consentirlo. Les prometí que dejaría de verte y quedaron algo más tranquilos.
- Aun así, el miedo a que te ocurriese algo era más fuerte que cualquier otra cosa, por lo que te seguía de regreso a tu casa, esperando que estuvieses a salvo para regresar a la mía.
- Sin embargo, hubo algo que me hizo cambiar de actitud. De echo… fue un sentimiento del que había oído hablar pero que nunca había tenido en cuenta, incluso me parecía ridículo. Los celos.
- Cuando escuche a Mike, tanto en sus pensamientos como hablando contigo, que le acompañarías al baile, un fuerte e inexplicable dolor me atravesó el pecho. No sabía lo que era, pero sabía que no podía dejar que el tiempo pasara de ese modo, o de lo contrario, sería demasiado tarde.
- Confuso y sin saber que hacer, tome la única dirección a la que me conducían mis pasos aquella noche: tu casa. Necesitaba verte, hablarte y oírte antes de tomar una decisión, sin embargo a aquellas horas de la noche dude que estuvieras despierta. Aun así me introduje en tu cuarto por la ventana, y estuve un largo rato observándote dormir. Estaba a punto de irme cuando escuche que pronunciabas mi nombre.
- Temí haberte despertado y que te enfadaras, sin embargo te diste la vuelta entre las sabanas y continuaste soñando. Volviste a pronunciar mi nombre en otras dos ocasiones durante el resto de la noche, y fue entonces, al comprobar la felicidad que me provocaba el echo de saber, que de algún modo, me mantenía presente en tus sueños, cuando supe con seguridad, que nunca más sería capaz de marcharme.
- Y es por eso, Bella, que preferiría mil veces haberte matado en ese primer instante, en el restaurante, rodeada de gente inocente como estabas, que hacerlo ahora, cuando se con seguridad, que mi corazón, hablando metafóricamente, sería incapaz de seguir latiendo sabiéndome culpable de tu muerte.
Cientos de incógnitas hallaron su respuesta. Su velocidad, su fuerza, el "sexto sentido" que el poseía para escuchar los pensamientos de las personas, el modo tan críptico que usaba al hablar, sus expresiones, su comportamientos, sus advertencias sobre que me mantuviera alejada… todo ello cobraba ahora sentido.
Edward no era humano. Su corazón no latía, ni latiría nunca. Su piel era fría y firme como la de un cadáver, y su mente debatía contra su instinto en cada momento, esperando el momento en que estará fallara, para abalanzarse sobre mi, y tomar mi sangre.
Edward era un vampiro. Algo distinto a los que describía Bram Stoker en sus libros, pero igual a ellos en el punto más elemental. Su sed de sangre.
Un nuevo escalofrío recorrió mi espalda tras la comprensión de mis palabras, y del alcance que estas poseían. Y sin poder contenerme alce la vista, deseosa de verlo de nuevo, de constatar que, a pesar de todo, no había cambiado.
Respire tranquila al comprobar que así era, aun oculto por las sombras, Edward seguía siendo el mismo, y eso me tranquilizaba; lo cual no evitaba que el miedo se mantuviera presente.
Escrute su rostro entre la oscuridad, y pude darme cuenta de que él me miraba, tras haberse acercado a mi unos pasos, pero inseguro de que hacer a continuación. Trate de hablar, y decirle que no ocurría nada, pero no poseía el control sobre mi voz. Le sonreí, entonces, rezando para que eso bastara y cruzase de una vez la eterna distancia que nos separaba.
Lo hizo. Dudoso e inseguro, se acercó a mí, acomodándose sobre el suelo a una distancia prudente. No pude evitar que un nuevo escalofrío traicionase mi miedo, haciéndoselo a él visible.
- Lo siento – susurró – generalmente no suelo comportarme así… no se que me ha ocurrido esta vez… - se veía avergonzado de sus propios actos, aun más que eso, culpable y arrepentido de haberme asustado, entristecido por la falsa creencia de que yo ahora no quería saber nada más de él. Cuanto se equivocaba.
Sentía miedo, si. Pero este iba pasando y tras de él solo quedaba la extraña e irónica sensación de protección y felicidad que yo sentía a su lado.
Trate de hablar, de decirle que no importaba. Cambie mi idea al percibir que no podría borrar el pánico de mi voz. En vez de eso, y de modo inconsciente, le tomé su mano entre las mías.
Fue increíble lo mucho que me dolió la mirada asombrada que él me dedicó entonces, parecía tan desvalido, tan falto de comprensión, de… amor. Lo ocurrido hacía unos instante y el miedo que ello me había inspirado, desaparecía, lentamente…, pero sin pausa.
- ¿Tomas mi mano? – preguntó incrédulo, y yo sentí miedo de que la retirara, por alguna razón me había amoldado a su tacto. No lo hizo, pero continuó - ¿No deseas alejarte de mí? ¿Acaso no ansias verme muerto?
El dolor y la sinceridad de sus palabras me atravesó como un hacha. Y no pude evitar que nuevos temblores recorrieran mi cuerpo y que las lágrimas asomasen por mis ojos, tan solo de imaginar la realidad que él había descrito. De imaginarlo a él muerto.
Apreté su mano entre las mías por temor a que malinterpretara mi reacción.
Negué con la cabeza.
- ¿Por qué? – no lo entendía. A decir verdad yo tampoco; no era algo lógico, ni racional, era algo mucho más profundo que eso, algo que me asustaba hasta a mi misma. - ¿No me has escuchado? ¿Te das cuenta que soy un monstruo? ¿No temes que no logré contenerme y decida acabar con tu vida?
Sus ojos me miraban serios, escrutadores, y no puedo negar el miedo que me infundaron sus palabras. Sin embargo había algo que me aterraba mucho más que eso.
- No eres un monstruo – protesté con voz débil, imaginando lo terrible que debería ser para él auto dominarse así. Pareció dispuesto a contradecir mis palabras, pero yo no se lo permití – ¡No lo eres! – mi voz me sorprendió en un chillido histérico. Mi reacción le sobresaltó, vi en sus ojos la confusión y el miedo por mi reacción. Él no era un monstruo. No lo era. – Tampoco me da miedo que me lastimes – No mentí. En aquel momento lo sentía así. Reconocer que él me daba miedo sería como aceptar que el era un monstruo. Pero no lo era. No lo era. Yo no podría… Tampoco importaba. Tome aire, decidida a terminar con ello, de una vez y para siempre – Se que no lo harás. Tal vez te sea duro, pero no me has dañado hasta ahora, ¿por qué habría de ser diferente?
- Subestimas mi autocontrol, Bella – suspiró el tristemente. Supe que sufría tanto o más que yo.
- No me importa – replique. – Si mañana amaneciera muerta, si tú me matarás esta noche, yo no me arrepentiría jamás de haber venido hasta aquí, contigo.
Le miré a los ojos, y me sentí incomoda. Los latidos de mí desbocado corazón era lo único que se escuchaba en varios metros a la redonda. De pronto sentí plena conciencia de la mano que reposaba entre las mías, fría como el hielo, pero ardiente ante mi contacto.
Pedí al cielo por qué no me obligará a continuar, pues si lo hacía estaba segura de no ser capaz de negarme. Nadie respondió mis plegarías, y él, habló de nuevo.
- ¿Por qué? – preguntó tiernamente, confuso. Me límite a agachar la cabeza para no verme obligada afrontar su mirada y el poder de convicción que esta ejercía sobre mi. Negué con la cabeza. – Por favor… - insistió. Percibí la suplica en su voz. Me mantuve inmóvil, sabedora de que era un juego que no podría ganar. Finalmente sentí como mi barbilla comenzaba a arder. La mano que él tenía libre me tomaba por el mentón y me forzaba a mirarle. Listo. Batalla perdida. – Necesito saberlo, Bella.
El tono lastimero de su voz y la calidez con la que sonaba mi nombre en sus labios, logró convencerme. No obstante aun guardaba la suficiente cordura para auto salvar mis espaldas.
- Promete que no te enfadaras – le rogué. Él arqueó una ceja, pero asintió finalmente. – Promételo – insistí, no contenta con ello.
Me miró mal durante un instante, pero luego pareció ceder, pensando, tal vez, que después de lo que había visto u oído aquella noche, bien merecía esa simple promesa.
- Lo prometo – pronunció, serio, y no alcance ningún ápice de mentira en su voz.
- Yo… - comencé. Era difícil. – De algún modo… no me importa lo que puedas hacerme… porque… aunque estoy segura de que nunca serías capaz de hacerme daño… aun si lo hicieras – tartamudeaba como una vieja, y me sentí ridícula. Lo peor aun estaba por llegar. – Yo… para mi… lo más importante ahora… sin importar lo que seas… ni siquiera que seas un… - dude de usar la palabra – vampiro... – me atreví finalmente y al no observar reacción alguna continué - Nada me importa ahora… porque…lo que más deseo en el mundo… es estar a tu lado – concluí con la vista fija en el suelo.
Espere su reacción, tal vez gritos, reproches o incluso mordiscos… nada de ello se produjo, tan solo me aguardó el silencio. Alce la vista, confusa, el brillo de la ira brillaba en su mirada. Me asuste, y no tarde en arrepentirme por haber sido sincera, a pesar de que no había hallado ninguna otra salida.
- Prometiste que no enfadarías – recordé, en un tono parecido a la suplica.
- No estoy enfadado – replicó, seriamente, confirmando mis sospechas.
- Si lo estas – insistí. El suspiró.
- Lo estoy conmigo mismo. – lo miré confusa, y el trató de explicarme. - Por haber dejado que esto sucediera. Por no haber tenido el valor de marcharme antes, por no estar seguro de poder hacerlo ahora.
- No te vallas – imploré asustada. El suspiró de nuevo, apretó con su mano las mías, y esbozó una triste sonrisa.
- No te preocupes – me tranquilizó a su pesar – Soy un ser demasiado egoísta para hacer lo correcto, me importas demasiado para dejarte ir, para alejarme de ti, a pesar de saber que eso es lo correcto.
Respiré tranquila, y no pude reprimirlo.
- Me alegro. – su mirada se volvió seria por unos instantes.
- No lo hagas – me pidió, a pesar de saber que en ello no podía satisfacerle. – Y nunca olvides que supongo para ti mayor peligro del que significo para cualquier otra persona. – Sus palabras me confundieron, pues no lograba hallar su significado.
Lo miré interrogante, algo más tranquila de saber que el no se iría, y deseosa de saber las respuestas que por tanto tiempo él me había negado.
Inmóvil, sin atreverme siquiera a suspirar, observe la lucha interna que tenía lugar en su interior. Finalmente un sonoro suspiro altero mis sentidos, y supe, tras contemplar la expresión derrotada de su rostro, que las preguntas que tanto había anhelado, al fin iban a hallar sus respuestas.
- De acuerdo – comenzó, resignado – supongo que no me queda más opción que la de ser sincero contigo, ya que tu… - dudó – lo has sido conmigo. – Susurro finalmente – Sin embargo quiero que entiendas lo difícil que es esto para mi, por ello te pido que no me interrumpas. Una vez termine de hablar, si no deseas verme más lo comprenderé y juro no volver a aparecerme en tu vida, ¿lo has comprendido?
Afirme con la cabeza, deseosa de decirle que eso no iba a ocurrir jamás, que yo jamás desearía verlo lejos de mi, me contara lo que me contase. Sin embargo, no deseando incomodarle y ansiosa por escuchar su relato, me limite a asentir en silencio. El pareció complacido y supe que no tardaría mucho en comenzar.
- Lo primero que tienes que saber, a pesar de ya haberlo adivinado, es que tanto yo, como mi familia, somos vampiros. Nuestra vida es eterna y nuestras habilidades físicas increíbles, pero a cambio de ello, debemos alimentarnos de sangre si queremos sobrevivir y mantener la cordura.
Su voz se escuchaba ansiosa, tal vez por terminar de una vez su relato y comprobar mi reacción. Sus ojos se mantenían fijos en los míos, atentos a cualquier movimiento, y la mano que yo sostenía, se había relajado nuevamente, permitiendo recibir pequeñas caricias por mi parte.
Yo le escuchaba ansiosa, tanto por la curiosidad de saber, y comprender al fin su vida, como de demostrarle, una vez terminara de hablar, que para mi nada había cambiado. El escalofrío que me provocaron sus palabras, y el echo ya sabido de cual era su dieta, no cambio mis sentimientos, y una parte de mi se sintió mal por ello, pero no podía evitarlo.
Yo era feliz a su lado, y siempre sería así.
Tras una pequeña pausa, continuó.
- Carliste, mi padre, fue el primero de nosotros en convertirse en vampiro. Él vivió en soledad durante demasiados años, hasta que, finalmente, me convirtió a mí. Fue durante la guerra de independencia de los Estados Unidos, yo tenía diecisiete años – pauso un momento, esperando por ver la reacción de sus palabras, pero yo me aseguré de mantener el rostro inexpresivo, a pesar de la sensación de malestar que me turbo interiormente, al pensar que la edad de Edward superaba a la de mi propio padre, por lo que yo, para él, no debía ser más que una débil molestia. Continuo.
- Yo estaba herido, gravemente, debido a un bombardeo que se produjo sobre mi ciudad. Toda mi familia había muerto, y no había esperanzas para mi. Carliste lo sabía y me salvó, convirtiéndome. – Un repentino temblor surco mi cuerpo al imaginar siquiera que Edward pudiera haber muerto en aquel momento, y supe que la gratitud que sentía hacia "padre" en ese momento, jamás podría ser pagada. Edward no tardó en proseguir.
- Al principio fue duró, la sed de sangre humana era inmensa, - me sorprendió que usara ese termino, pero decidí no interrumpir. Por el momento. - pero con el tiempo aprendí a controlarlo. Esme fue de gran ayuda. Carliste la convirtió a ella poco después que a mi, y no tardo en adquirir el papel de madre, a pesar de que realmente, yo era mayor que ella. Después llegó Rosalie. Sospecho que Carliste la transformo con la esperanza de que ella supusiera para mí lo mismo que Esme era para él, sin embargo, en todo momento, ella fue para mí tan solo una hermana.
Sus palabras lograron conmocionarme más que todo lo anterior. Rosalie, la encarnación de la belleza. ¿Qué habría ocurrido si su atracción sobre Edward hubiera sido mayor que la de una simple hermana? De seguro yo no podría competir jamás contra ella… Aunque pensándolo bien, aquello era una idiotez, puesto que Edward ni tan siquiera me pertenecía. De hecho, aun no comprendía exactamente como había accedido a contarme todo aquello. ¿Volvería a hablarme después de esa noche? No lo sabía, y aun así, decidí disfrutar del momento.
Inconsciente de los turbadores pensamientos que llenaban mi mente en esos momentos, continúo con su historia.
- Con el tiempo, Rosalie halló a Emmet. Lo encontró malherido por un oso en un bosque a kilómetros de casa, y tuvo la suficiente entereza para arrástralo hasta Carliste para que él lo convirtiera, incluso sin tener la certeza de que sobreviviera al viaje. Son pareja desde entonces…, ni siquiera recuerdo el elevado número de veces que se han casado en los distintos lugares en los que hemos ido viviendo. – A pesar del tono divertido de sus palabras, se paró a contemplarme fijamente durante unos instantes, para luego añadir – Realmente nunca he llegado a imaginar lo duro que debió resultarle esa viaje a ella…, al menos no hasta que te conocí.
Espere inmóvil, a que continuara, tratando de encontrar el significado de sus palabras sin lograrlo, debido mayormente a la turbación que sus ojos, fijos en los míos, me provocaban. Tras algún tiempo, no tengo idea exacta de cuanto, continuó.
- Años después llegaron Alice y Jasper. Ella nos había visto a todos en una de sus visiones, viviendo como una familia, y convenció a Jasper para buscarnos. Desde entonces somos una familia, o aparentamos serlo en cada sitió al que vamos. Tampoco es que podamos estar demasiados años en un mismo lugar, o la gente, por supuesto, comenzaría a sospechar el porqué de nuestra eterna juventud; como comprenderás, es algo que no nos conviene en lo absoluto. – concluyó con una sonrisa irónica.
Sus palabras daban vueltas en mi mente… la historia de su familia era tan… diferente a lo que pude imagina en un principio. Sin embargo, cientos de preguntas tomaron forma en mi mente durante apenas unos segundos. Aun así lo miré dudosa, insegura sobre si podría molestarse porque las sacase a luz. Me ahorro el conflicto.
- Y ahora, puesto que pareces no tener intención de salir huyendo, cosa por otra parte que sería la más lógica -yo negué con la cabeza, inconforme a sus palabras – ¿No deseas, al menos, bombardearme a un montón de preguntas? – Sonreí a sus palabras. Había adivinado.
Trate de buscar el mejor modo de empezar, busqué una pregunta sencilla del escalofriante montón que poseía.
- Dijiste que Alice los vio… pero si aun no se conocían ¿cómo…? – no sabía como expresarme, pero él me había entendido.
- Algunos de nosotros…, los vampiros – me sorprendió la facilidad con la que pronunció esa palabra – poseemos algunos dones especiales, además de nuestras habilidades normales. Carliste dice que se trata de potenciar los dones que ya poseíamos en nuestras vida humana. En el caso de Alice, suponemos que ella tenía el don de la premonición, por lo que ahora es capaz de ver el futuro, antes de que suceda. De modo muy soluble, por supuesto, dado que el futuro se muestra en constante cambio, siempre precediendo a las decisiones que tomemos.
- ¿Suponéis…? – repetí, no muy segura del significado de esa palabra.
- En realidad Alice no posee recuerdos de su vida anterior, como humana. Todo lo que recuerda es despertar ya como vampiro. Si no fuese por sus visiones, lo más probable es que hubiese enloquecido – terminó seriamente.
Yo trate de meditar en sus palabras y en la información que poseía, sin embargo tenía demasiadas dudas pendientes, así que aloje esta en el recuerdo, a fin de analizarla más tarde, y centre mi atención en una nueva pregunta.
- Dijiste – recordé – que algunos de vosotros poseéis dones especiales, ¿tienes tú alguno? – ¿Tenía Edward alguna habilidad oculta? Ese era un hecho que me inquietaba, ¿qué más podría ocultar? ¿Cuán más perfecto podría ser? ¿Cuántas más cosas había que lo alejaban de mi?
- Bien – aceptó, como si hubiese esperado justamente esa pregunta desde un principio. – Has de saber que, como te comente el día en que hablamos por primera vez, a mi siempre se me dio muy bien interpretar los pensamientos de la gente, es por ello que una vez me transformé en vampiro fui capaz de…
- ¿Puedes leer los pensamientos? - Pregunté, exaltada – sin poder contenerme.
Él me miró mal durante un fracción de segundo, no le gustaban las interrupciones. Pero luego asintió débilmente.
- Así es. – confirmó, e inmediatamente después, pareció leerme el pensamiento, porque añadió. – Jasper es el otro miembro de mi familia que tiene poderes. Él es capaz de controlar las emociones humanas, es decir, sería sencillo para él exaltar a una multitud en calma, o tranquilizar a una multitud enfurecida. Es un don bastante útil, pero nunca puedes fiarte por completo de tus emociones en su presencia – concluyó, como si hablara por experiencia propia.
Yo escuche absorta sus explicaciones, pero después no pude evitar preguntar.
- ¿Por qué me dijiste aquella vez que te resultaba complicado, si ahora mismo acabas de responder a la duda que tenía pensado plantearte? – me enfada un poco que el me hubiese tomado el pelo de aquella manera.
- ¿Era eso lo que ibas a preguntar? – Me interrogó, complacido – Bueno, reconozco que cada vez resulta más fácil prever tus pensamientos, principalmente porque te conozco mejor, pero lo que dije es cierto: por alguna razón soy incapaz de leer tu mente tal cual hago con la de los demás. – enmudecí ante sus palabras. ¿Acaso era yo diferente? Esa turbadora sensación, que me asaltaba a veces, en los momentos más inoportunos, regresó con mayor firmeza a mi mente.
- ¿A qué cree que se deba eso? – pregunté, reticente.
- Carliste tiene una teoría. – Me explicó lentamente, tratando que entendiera - Es como si yo fuera capaz de captar los pensamientos de las mentes que circulan a una misma frecuencia, pero la tuya fuese en sentido contrario.
- ¿Mi mente funciona mal? – pregunte conmocionada. Siempre había pensado que algo estaba mal dentro de mí, pero de pensarlo, a que me mostrasen la prueba concluyente, había una pequeña diferencia.
Para mi sorpresa, Edward rió.
- ¿Te sientas al lado de un vampiro que lee mentes, mientras te cuenta la historia de su familia, también vampira, y lo que más te preocupa, es que tu ente funcione mal? – su tono era burlón, pero discerní un matiz de curiosidad en su habla – De verdad Bella, no te entiendo y no sabes lo frustrante que me resulta no hacerlo. – Supe que hablaba en serio, y por algún motivo, eso me animo.
- Bueno… ya sabes, los demás nos sentimos así todo el tiempo.
- Supongo que sí – aceptó con simpleza – ¿En todo caso ya terminaste las preguntas? – parecía esperanzado, por lo que intuí que había algo sobre lo cual no había preguntado, algo sobre lo que él parecía aliviado de omitir.
- Nada de eso – repliqué, feliz de que el se mostrara tan amigable conmigo. Sin embargo mi alegría duró poco, pues había un tema que me inquietaba realmente, pero que había dejado de lado por miedo a ofenderle, no obstante me dije que había llegado la hora de afrontarlo. – Bueno… no te enfades, ¿de acuerdo? Es decir, en cierto modo es comprensible, pero… vosotros, para alimentaros… ¿matáis personas?
Guarde el aliento esperando su respuesta, pero el tiempo pareció congelarse ante la mirada homicida que el me dirigió.
- ¿Seguirías deseando estar a mi lado si así fuera? – preguntó tenebrosamente. El oxigeno se perdió en mi garganta y mi cabeza comenzó a dar vueltas. Tarde en descubrir que había olvidado respirar. Aparte mis ojos de los suyos, y asentí levemente, una única vez. Él suspiró, y para mi alivió su rostro retorno al de antes, solo que esta vez, cargado de resignación.
- Bella, no se que hacer contigo para que te des cuenta de que no te convengo. Soy peligroso. – mantuve la vista en el suelo. Ya sabía la verdad de sus palabras, pero no me importaba. Lo volví a oír suspirar, y a continuación, volvió a hablar – Lo cierto es que no. A diferencia de lo que suele ser la costumbre entre nuestra raza, ni mi familia ni yo nos alimentamos de sangre humana. – Respiré aliviada, por mucho que estaba segura de querer permanecer a su lado, el saber que no era un asesino me aliviaba. Sin embargo a él pareció molestarle mi alivio. – No te equivoques – replicó con voz fría – el que generalmente evitemos la sangre humana, no significa que seamos inmune a ella. Su olor, como te explicado antes, nos atrae continuamente, incitándonos a la tentación, y en ciertas ocasiones en muy difícil resistirlo.
- ¿Cómo tú conmigo? – pregunte en un susurró. El negó con la cabeza.
- La atracción que tu sangre, por algún motivo, ejerce sobre mi, es mucho mayor que la del resto de los humanos. Es… única, tan solo el olor, me hace perder la cordura. – le miré apenada, suponiendo el dolor que le debía producir estar a mi lado.
- ¿Por eso reaccionaste así la primera vez que nos vimos? – conjeturé, con voz débil. El asintió.
- La primera vez que te vi fue en la iglesia. Me sorprendió comprobar que las mentes de la mayor parte de los presentes estaban centrados en vosotros, tu y tu padre, mucho más que en el sermón del cura. Sin embargo, cuando intenté acceder a tu mente, tan solo encontré un tabique sellado. Nada, no escuchaba nada, ni tan siquiera débiles susurros. Aquello me desconcertó en un principio, y más aun cuando vi, a través de la mente de tu padre, que no eras precisamente una jovencita más del montón; por el contrario, destacabas, en demasiaos aspectos.
- Volvemos a encontrarnos en "el asador", y una vez más tu mente fue un misterio para mi. No pude evitarlo, mi curiosidad era demasiado grande, y tuve deseos de acercarme a ti, de hablar contigo, encontrar en tus palabras los misterios que tu mente no quería desvelarme. Aquello fue mi primer error.
- Cuando la puerta se abrió, en el instante en que la corriente de aire arrastro tú aroma sobre mí, supe que todo estaba perdido. No me importaba nada. Ni mi familia, ni las gentes de alrededor…, nada. Lo único que primaba era mi instinto, y este me impulsaba hacia ti, hacia tu sangre, hacia tu muerte. No obstante logré resistirme. Pensé en la muerte de todos aquellos inocentes que había a nuestro alrededor, en la decepción de Carliste, la tristeza de Esme, la compasión de mis hermanos… y no se como lo hice, pero lo hice. Logré salir de allí sin matarte, a pesar de que te odie como a nadie por despertar tan profundamente el monstruo que habita en mi interior.
- Desesperado, y sin hallar salida, me retiré a las montañas durante algunas días, donde estuve cazando y respirando aire fresco. Siendo sincero, no me creía capaz de volver, no sin provocar una masacre. Aun así, lo hice. Era difícil recordar la gran influencia que tu olor ejercía sobre mi, rodeado como estaba de árboles y hierba fresca.
- Regrese, y justamente en mi primer día de regreso a la academia, me encontré con quien menos esperaba: Tú. Fue tanta la sorpresa de verte allí, rodeada de hombres y dispuesta a estudiar, que incluso olvide mis miedos. De lo único que fui conciente, mas aun después de hablar contigo, es que no podía ponerte las cosas más difícil de lo que ya las tenias, y ligado a la curiosidad que sentía por ti, logré controlar mis ansias de sangre y convivir a tu lado. Reconozco que esta vez resultó más sencillo debido a que recientemente me había alimentado y no tenía hambre.
- Luego nos encomendaron ese trabajo juntos, y pese al miedo que tenía de lastimarte durante su creación, mi curiosidad y deseo de estar a tu lado, fueron demasiado fuertes para negarme. Creo que ese fue mi mayor error. Darme la oportunidad de conocerte y descubrir la maravillosa persona que eras. Fue el principio del fin.
- Más tarde, esa misma noche, deje que marcharas sola a casa, a pesar de los peligros que eso suponía, porque temía demasiado no resistir tu olor en la oscuridad y atacarte. Sin embargo, cuando regrese a casa, vi en la mente de Alice una visión de lo que te ocurría, y antes de darme tiempo a pensarlo, salí en tu busca. Te encontré con esos sujetos, y la locura de verte con ellos y de ver en sus mentes lo que tenían planeado, se apoderó de mi. Si no me hubieras detenido… de seguro habría acabado con ellos.
- Sin embargo, al recuperar la conciencia, me di cuenta de algo crucial. Había desvelado mi secreto frente a ti, o al menos unas cualidades, fuerza y velocidad, que jamás poseería un humano. Supe entonces que todo se estaba volviendo demasiado peligroso, no solo para nosotros, sino para ti, y a pesar del daño que eso me suponía, me obligue a mi mismo a dejar de verte.
- Debo decir que mi familia se asusto al saber lo sucedido, incluso Rosalie dijo que te había llegado la hora… No lo soporte, por alguna razón prefería morir que hacerte daño o ser el responsable de tu muerte. No podía consentirlo. Les prometí que dejaría de verte y quedaron algo más tranquilos.
- Aun así, el miedo a que te ocurriese algo era más fuerte que cualquier otra cosa, por lo que te seguía de regreso a tu casa, esperando que estuvieses a salvo para regresar a la mía.
- Sin embargo, hubo algo que me hizo cambiar de actitud. De echo… fue un sentimiento del que había oído hablar pero que nunca había tenido en cuenta, incluso me parecía ridículo. Los celos.
- Cuando escuche a Mike, tanto en sus pensamientos como hablando contigo, que le acompañarías al baile, un fuerte e inexplicable dolor me atravesó el pecho. No sabía lo que era, pero sabía que no podía dejar que el tiempo pasara de ese modo, o de lo contrario, sería demasiado tarde.
- Confuso y sin saber que hacer, tome la única dirección a la que me conducían mis pasos aquella noche: tu casa. Necesitaba verte, hablarte y oírte antes de tomar una decisión, sin embargo a aquellas horas de la noche dude que estuvieras despierta. Aun así me introduje en tu cuarto por la ventana, y estuve un largo rato observándote dormir. Estaba a punto de irme cuando escuche que pronunciabas mi nombre.
- Temí haberte despertado y que te enfadaras, sin embargo te diste la vuelta entre las sabanas y continuaste soñando. Volviste a pronunciar mi nombre en otras dos ocasiones durante el resto de la noche, y fue entonces, al comprobar la felicidad que me provocaba el echo de saber, que de algún modo, me mantenía presente en tus sueños, cuando supe con seguridad, que nunca más sería capaz de marcharme.
- Y es por eso, Bella, que preferiría mil veces haberte matado en ese primer instante, en el restaurante, rodeada de gente inocente como estabas, que hacerlo ahora, cuando se con seguridad, que mi corazón, hablando metafóricamente, sería incapaz de seguir latiendo sabiéndome culpable de tu muerte.
Me encanta cada vez más te felicito, eres genial escribiendo y esta historia esta emocionante, Gracias!!!
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