Bueno en primer lugar me gustaría decirles que todo lo que se vaya a publicar en este blog son FanFics de crepúsculo, todos los personajes, espacios y demás cosas que aparezcan en cualquier libro de la saga son propiedad de Stephenie Meyer.
Los FanFics de crepúsculo no son de nuestra propiedad (Guadalupe Vulturi y Daniela Cullen) cada uno tiene su respectivo autor, y esta señalado en la descripción de cada FanFic. Tengan en cuenta que cualquiera de esos FanFics también se pueden encontrar en FanFiction.net u otro blog mientras tengan permiso de su autor.
Fuera de eso, no tengo nada más que decirles aparte de que disfruten su lectura.

Gracias

Para mi desgracia, no tarde demasiado en arrepentirme de mi decisión, por mucho que me hubiese turbado molestar a Edward, el miedo que sentía en ese momento superaba todo lo demás.
Apenas llevaría andada la primera parte del camino, no obstante, la ridícula sensación de que me seguían se acrecentaba fuertemente a cada paso que daba. Me repetí a mi misma que eran alucinaciones, causadas por la oscuridad de la noche y la falta de luna. Pese a todo un escalofrío seguía presente en mi espalda.
Me forcé entonces a revivir los sucesos acontecidos apenas unas horas antes, en compañía de Edward; una maravillosa compañía, debía añadir. Realmente jamás había pensado que podría llegar a disfrutar tanto bajo la atenta mirada de alguien, mucho menos de un hombre. Generalmente solía culpar a todos los hombres de la sociedad desequilibrada que habían formado, para ventaja propia, por supuesto.
Con Edward resultaba distinto. Él era distinto. Su visión de la vida…, resultaba tan sorprendentemente cercana a la mía. Y por un tonto instante, me imagine a mi misma, a su lado, vistiendo ambos ropas iguales, rodeados de gente sobre la que no tenía poder los prejuicios sexistas, asistiendo a una academia mixta donde nadie ponía en duda el motivo de la jóvenes para asistir a estudiar allí, juntos, los dos…, peligrosamente juntos.
En esos momentos mi mente de hallaba surcada por esas alucinógenas fantasías, y no prestaba atención a nada de lo que ocurría a mi alrededor. De otro modo hubiera escuchado los pasos que sonaban a escasa distancia de donde yo me encontraba y me hubiera alertado con las risas que comenzaban a fluctuar por el aire, advirtiendo una clara y futura amenaza.
Sin embargo no fue hasta mucho después de aquel día, rememorando la situación, me percate de esos pequeños detalles que debieron haberme alertado…, debieron.
En ese instante, absorta como estaba en mis pensamientos sobre Edward, no percibía nada más hasta que tres borrosas figuras se plantaron en el camino, a pocos pasos por delante de mi, y para mi desesperación, lo que juzgue otra de ellas, me tomaba los brazos desde atrás y me inmovilizaba.
- Deberías prestar más atención por donde andas, sobre todo ha estas horas de la noche, ¿cierto tesoro? – el captor que me sujetaba desde atrás me hablaba al oído en una mueca burlona – de otro modo se podría decir que vas buscando problemas, y quien busca problemas…
- Encuentras problemas – terminó por él uno de sus amigos, mientras se acercaba y posaba sus sucias manos sobre mis pechos, por encima de la tela del vestido. Por mucho que forceje para liberarme no logre nada.
- En tu caso – continuó mi captor – tendrá que bastarte con nosotros. – Un estallido de carcajadas siguió a sus palabras, pero yo no prestaba atención, pues en ese mismo momento había atrapado mi oreja en sus labios y la mordía, haciendo chillar de dolor.
Desesperada contemple como los otros hombre se acercaban a donde yo estaba, y el que se encontraba frente a mi hacia esfuerzos por rasgar mi vestido. Yo le respondí con una fuerte patada directa a su entrepierna. Rugió de dolor, pero no me dio tiempo a alegrarme por ello. Inmediatamente uno de sus puños impacto contra mi rostro. Sentí el seco sabor a sangre en mi boca, y el olor no tardo en ascender por mi nariz, provocando que mi mente se nublara y todo diera vueltas alrededor. Una cosa buena pensé, les vomitaría encima.
Lo que sucedió después, fue demasiado rápido. Apenas me quedan recuerdos de ello. Uno de los hombres juntó sus labios contra los míos, tratando de abrirse pasó en mi boca. Instintivamente le mordí el labio, y un nuevo puñetazo se estrelló contra mi cuerpo, esta vez, en mi estomago. Mareada por el fuerte olor a sangre de mi boca, y el potente dolor en el estomago que me había cortado la respiración, apenas atendí a las risas de mi alrededor, ni fui conciente de sus nuevos intentos por abrir el escote de mi vestido.
Por el contrario, dos únicas ideas llenaron mi mente. La primera, un pensamiento.
"Me van a violar, no tengo escapatoria."
La segunda, una solitaria palabra que escapó de mis labios, instintivamente, sin haberlo pensado antes.
- ¡Edward! – no comprendí entonces porqué pronuncie ese nombre, antes que ningún otro, pero lo que sí se es que lo hice. Dos veces. – ¡Edward!
Lo que yo no me esperaba, era recibir respuesta.
De pronto, de entre la oscuridad de los árboles una imponente figura se hizo presente. En un principio creí que se trataba de una animal salvaje, pues se movía demasiado rápido para ser un simple humano, sin embargo, a pesar de la increíble velocidad con la que se acercó a nosotros, en el instante en que posó sobre mi sus deslumbrantes ojos dorados, supe que era humano, de echo, supe con exactitud de que humano se trataba.
Edward parecía invisible a causa de la rapidez con la que se movía. Tal vez fuera esa la causa de que mis captores permanecieran inmóviles sin saber como actuar. Tampoco les dio tiempo a hacerlo.
En menos de un segundo Edward alcanzaba al que se encontraba sobre mí y con una fuerza inhumana lo arrojaba por entre los árboles. El siguiente fue el que me sostenía por detrás, quien paralizado tras ver como se libraba de su compañero, no tuvo más que esperar a que Edward lo arrojara a él también fuera del alcance de mi vista.
Conmocionada y sin nadie que me sostuviera caí al suelo, mas él no pareció darse cuanta.
Gire su vista al resto del grupo, quienes había comenzado su huida y distaban de nosotros por unos cien metros. En un abrir y cerrar de ojos Edward se encontraba a su lado, librándose del primero de una fuerte patada, en lo que me pareció, era el estomago, del segundo con un potente puñetazo en la parte superior de la espalda y del tercero con un limpio codazo en la cara, donde, sino me equivocó, le rompió su nariz.
Sorprendentemente, nada me asustó tanto como lo que vino después.
Edward se detuvo, de pie, ante ellos, contemplándolos fijamente, y por alguna razón podría jurar que sus ojos se había oscurecido desde que los había visto posados en mí, apenas medio minuto antes.
Como si su idea llegara levitando hasta mí, supe con exactitud que era lo que se proponía, y me sorprendió conocer que yo era capaz de usar mi voz para prevenirle después de todo lo que había observado.
- ¡Edward no lo hagas! – Mi voz se escuchó ronca, gangosa, pero no me importó - ¡No lo hagas! – repetí, a pesar de saber con exactitud que él me había escuchado la primera vez.
Los latidos de mi corazón aumentaron repentinamente, cuando él alzó sus ojos hasta contemplarme con ellos fijamente. Me sorprendió que eso sucediera incluso en una situación así.
Trate de descifrar su mirada, pero me fue imposible. No hallé rastro de ningún sentimiento cuando sus ojos atraparon los míos. A pesar de ello no desvié la mirada. No podía permitir que Edward se manchara las manos de sangre por mi culpa, no cuando posiblemente luego debería pagar por ello en la cárcel, o incluso la horca.
Me estremecí tan solo pensarlo. Era increíble que en un momento de esa índole, a punto de ser violada, y salvada por él, un hombre que capaz de hipnotizarme con su mirada, de desplazarse a una velocidad casi invisible, noquear a cuatro hombre sin esfuerzo aparente y cuya mirada actual estremecería hasta el mismísimo demonio, mi mayor preocupación consistiera en que a él le ocurriese algo.
Sacudí la cabeza levemente, tratando de apartar de mí mis propios debates internos, y esperé pacientemente a que fuera él quien hablará, o al menos efectuara algún movimiento que indicara que había desistido en su idea de matarlos.
Espere en vano. Él se mantenía inmóvil, alerta, semejante a una estatua, y sin apartar los ojos de mi, supe, a la espera de una posible reacción. Me rendí. Debería ser yo quien rompiera el silencio.
- Gracias – susurre. Me sorprendió a mi misma la debilidad de mi propia voz, pero más me sorprendió la mueca de sorpresa que se dibujo en su rostro tras mis palabras. Quizá esperaba una reacción diferente, pero no lograba dar con ella. Me había salvado la vida, ¿o no? Como mínimo mi integridad, que no era poco. ¿Acaso no estaba mal que me mostrara agradecida? ¿Se habría enfadado por ello? Me estremecí ante esa idea, no sedeaba que se molestara conmigo, ahora menos que nunca.
Su expresión cambió levemente al comprobar la confusión y la tristeza en la mía, y tras unos momentos de duda, se acercó algunos pasos.
- ¿Te encuentras bien? – parecía realmente preocupado, pero insistía en mantener la distancia, y por alguna extraña razón, me pareció que tenía miedo de asustarme.
- Gracias a ti – respondí. Me alivio el saber que mi voz se había normalizado considerablemente y ahora se escuchaba más agradecida que cualquier otra cosa.
Una mueca curvó su rostro tras mis palabras.
- ¿No tienes miedo? – parecía escéptico.
Desvié mi atención a los cuerpos que yacía inconcientes a sus espaldas.
- No creo que despierten – fue mi corta respuesta. El segó con la cabeza, aun manteniendo la incredulidad y la duda en sus ojos.
- De ellos no – escuche como si las hubiera pronunciado las palabras que surcaban su mente en esos momentos, "de mi."
Me desconcerté ante lo ridículo de su idea.
- No – respondí secamente, desconcertada porque el pudiera creer algo así como posible. De nuevo sus ojos atraparon los míos; me gusto comprobar que habían retornada a su color dorado, tal vez algo más oscuro, pero sin esa sensación de terror que alcanzaban cuando era negros como la mismísima noche. Pese a ello, su expresión era referencia clara de que continuaba sin creer mis palabras. – Me has salvado la vida – repetí - ¿por qué habría de tener miedo? – sabía porque habría de tenerlo, pero extrañamente no era así. A su lado me sentí asegura.
- ¿Has abierto los ojos esta noche? – a pesar del tono burlón de sus palabras no me costó comprobar que hablaba en serio.
Suspire quedamente. Si quería que me creyera debería mantenerme completamente fiel a la verdad.
- A tu lado me siento segura – reconocí – por supuesto que hay un montón de dudas y preguntas circulando por mi cabeza, pero eso no evita lo más importante. – lo contemple un momento, pero seguía sin haber emoción alguna en su rostro. Dudosa, pero deseando fervientemente que creyera mis palabras, repetí – a tu lado me siento segura.
Finalmente la máscara de su rostro se deshizo ante mí, pero no me gusto lo que vi en ella. Culpabilidad, miedo, tristeza, una profunda pena.
- Esto no esta bien, Bella – sus palabras llegaron a mi lejanas, pero me atravesaron el pecho como si de dagas afiladas se tratara. Suspiró – Vamos, te acompañaré a casa – Deje de lado el alivio que supusieron para mi sus palabras, pues no me gustaba la expresión que sus ojos habían adquirido.
Se mantenían en ellos las emociones de antaño, pero una nueva se había añadido. Decisión. Parecía haber tomado una decisión en el escaso tiempo que llevamos hablando, y algo en su mirada me indicaba que ni me iba a gustar, ni iba a convencerlo de echarse para atrás.
Suspire quedamente, tratando de averiguar que tipo de decisión seguía, pero su rostro se había tornado inexpugnable y supe con seguridad que jamás lograría de él la información que necesitaba.
Tome aire y me incorpore del suelo, sorprendiéndome por la debilidad con la que mis piernas me sostenían, no obstante estas parecieron reafirmase un poco tras unos momentos. Comencé a andar cuando estuve segura de que serían capaces de aguantarlo.
Edward ya se había adelantado y me esperaba unos metros por delante de mí. No lo hube alcanzado apenas, cuando reanudo su marcha.
- ¿Tú padre estará en casa? – preguntó y yo me estremecí a causa de lo distante de sus palabras. Negué con la cabeza, Charlie me había comunicado esa mañana que hoy regresaría tarde a casa, para que no le esperara. No podía alegrarme por ello, no cuando él se mostraba tan frío y distante. – Bien. – susurró quedamente, apenas fui capaz de escucharle.
Esa fue la última palabra que cruce con él en lo que quedaba de camino.
Por supuesto mi mente era un hervidero de preguntas, y con gusto las hubiera sacrificado todas si eso equivalía a que él volviera a mirarme de la forma en la que lo hacía aquella misma tarde. Suspire. Eso no parecía probable.
Finalmente, y para mi disgusto, la enclenque figura de mi casa se presentó ante nosotros. En silencio me acerque hasta la puerta y la abrí.
Cuando me giré para despedirme él ya se había marchado, en su lugar un amplió vacío ocupaba mi corazón. Y supe en ese instante que no sería capaz de llenarlo hasta que no lo viera sonreír de nuevo, sonreír, con esos maravillosos ojos dorados atrapando los míos.
Solo así el vacío quedaría sellado.

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