Bueno en primer lugar me gustaría decirles que todo lo que se vaya a publicar en este blog son FanFics de crepúsculo, todos los personajes, espacios y demás cosas que aparezcan en cualquier libro de la saga son propiedad de Stephenie Meyer.
Los FanFics de crepúsculo no son de nuestra propiedad (Guadalupe Vulturi y Daniela Cullen) cada uno tiene su respectivo autor, y esta señalado en la descripción de cada FanFic. Tengan en cuenta que cualquiera de esos FanFics también se pueden encontrar en FanFiction.net u otro blog mientras tengan permiso de su autor.
Fuera de eso, no tengo nada más que decirles aparte de que disfruten su lectura.

Odio

No podía apartar aquellos violentos ojos negros de mis recuerdos. Parecía que, a cada minuto que pasaba, me sumergían más y más en la inconciencia. Apenas fui conciente de cuando mi padre me acomodo en el carruaje, y se detuvo a hablar con el señor Newton palabras que jamás logre descifrar en cerebro.
- Te parece bien, Isabella? – la voz interrogativa de mi padre llegó a mi desde una profunda lejanía, y lentamente los profundos nubarrones que cubrían mi mente se fueron despejando.
- Claro – dije, a pesar de no tener ni idea de lo que acababa de aceptar. Después de todo no podía ser tan malo si venía de Charlie.
- Genial, entonces – la voz del señor Newton cobraba vida en mis pensamientos – nos vemos allí. Mi hijo se mostrara muy complacido, él fue el que más insistió en que nos acompañaran.
Sus últimas palabras no fueron de mi agrado. No es que no me gustara Mike Newton, debía reconocer que el muchacho era guapo y agradable, no obstante, lo que menos necesitaba en esos momentos, era un pretendiente, y que este fuera hijo del jefe de Charlie, empeoraba las cosas.
- ¿Adónde vamos papa? – pregunte con cautela.
- Es costumbre en el pueblo, reunirse en el restaurante "Asador" cada domingo después de misa para tomar el vermouth. El señor Newton acaba de invitarnos, y tu misma has aceptado.
- Lo se – admití tratando de tranquilizar su expresión. - Es solo que no estaba segura del motivo concreto.
- Será una buena ocasión para entablar relaciones con la gente del pueblo – comentó el alegremente, para después añadir como quien no quiere la cosa – El señor Newton me ha dicho que su hijo se muestra especialmente interesado en que acudas a esa cita – disimule mi mejor mueca – y estaría feliz de sentarse a mi lado.
- ¿A mi lado? – pregunte escéptica – ¿en calidad de qué?
Charlie me miró precavido.
- Isabella, el pueblo es pequeño y ambos sois jóvenes decentes. No estaría mal visto si fueseis amigos. – Debió notar mi expresión poco convencida porque añadió – Sería un gesto muy grosero de tu parte rechazar la invitación, teniendo en cuenta todo lo que su padre ha hecho por nosotros.
No pude evitar una corriente de ira fluyendo de mi interior ante esas palabras. Que se creía que era, su moneda de cambio? Por otra parte sabía que algo así iba a ocurrir. Bien, tal vez lo mejor sería aceptar su ofrecimiento y aprovechar para dejarle los límites claros. No tendría que hacerlo si el bruto de mi padre no fuera tan receptivo a la idea de un buen matrimonio para su hija.
- De acuerdo – acepte de mala gana – Supongo que es buena idea eso de tener un amigo con el que charlar – Charlie sonrió complacido - lastima que no sea una chica, de ese modo sería más sencillo. – decididamente mis últimas palabras borraron la sonrisa de su rostro. Suspiró.
- Sabes que prometí no forzarte a nada – sus palabras no me tomaron por sorpresa, pero me alegro que aun lo recordara – Pero a veces desearía que fueras alfo más receptiva con los chicos de tu edad. Al fin y al cabo cualquier joven estaría, cuando menos halagada, de que el hijo del acalde se interesara por ella nada más conocerla.
- Yo no soy como las demás – susurre en voz lo suficientemente baja para que no me escuchara. No deseaba discutir de nuevo con él, tampoco que viera el daño que me hacía sus palabras.
Caminamos el resto del camino en silencio. Lentamente la multitud fue llenando las calles, algunos se detenían a saludar a Charlie, muchos pasaban de largo, algunos pocos se molestaban en saludarme a mi. Pero por lo general pasaba inadvertida, y eso me gustaba.
- Bella – distinguí la voz de Mike llamándome desde la intratada del "Asador", trate de no poner mala cara y le sonreí. Parecía impaciente por que llegara a su lado, pero Charlie evito mi intención de retrasar ese momento.
- Mike, muchacho – tan entusiasta como siempre, al menos cuando de un posible pretendiente se trataba – ¿Tu padre se encuentra adentro? – el se limitó a asentir, sin apartar su sonrisa de mi lado – En ese caso será mejor que valla a buscarlo. – Me dirigió una última mirada paternal y añadió – cuídamela, eh? – por Dios, como si yo no supiera cuidarme sola. De acuerdo que en muchas ocasiones era demasiado torpe y parecía un imán para los problemas, pero sabía desenvolverme de ellos sin ayuda de nadie.
- No te preocupes, conmigo estas a salvo – bromeo guiñándome un ojo mientras me ofrecía su brazo para acompañarme hasta adentro. Lo tome y sonreí. La verdad es que era un chico bastante agradable.
Me acompaño hasta una de las mesas y me tendió la silla para que me sentara. Él se acomodo en la de mi derecha. Charlie y el señor Newton no tardaron en tomar asiento cerca de nosotros, y para mi sorpresa, una chica que debía tener mas o menos mi edad, se asentó en mi izquierda.
- Hola, me llamó Jessica – se presentó – tu eres Isabella, cierto?
- Bella – le corregí sonriente, feliz de tener alguien de mi mismo sexo con quien conversar. – Encantada de conocerte.
- Lo mismo digo – replicó sonriente – somos pocas las chicas solteras del pueblo, es agradable contar con una más – le sonreí a pesar de que su comentario no me agrado demasiado, no era cosa de ponerse a escoger de entre la nada.
No obstante, justo en ese instante, hubo algo que volvió a captar mi atención.
De nuevo, la familia que parecía compuesta por ángeles hizo acto de presencia en mi vida. Acaban de entrar al local, y se apresuraron a tomar una mesa bastante alejada de la mía, pero que por otra parte, me permitía observarles con mayor atención.
Eran un total de siete personas, todas ellas hermosas, de aspecto casi inhumano.
El que aprecia el mayor de unos treinta años, era rubio, y parecía uno de los modelos que utilizaba Miguel Ángel para plasmar en sus obras. Le seguía una mujer hermosa, de rasgos dulces y acompasados. A continuación se hallaban dos figuras masculinas y corpulentas, uno, el más poderoso de los dos, de rasgos morenos y fuertes, el otro, algo más rubio y armonioso. Frente a ellos, dos hermosas mujeres, una de ellas con aspecto de hada, pequeña, frágil y encantadora, la otra, rubia, de ojos azules y salida de un cuento de hadas, cuya hermosura era capaz de competir contra la de un ángel.
Por último fije mi vista en la criatura más hermosa de cuantas allí se encontraban. Sentí como el pulso se aceleraba mientras contemplaba su bello rostro, sus oscuros ojos negros, su perfecto pelo dorado... y el tiempo pareció detenerse en el momento en que él me devolvió la mirada.
- ¿Quienes son? – pregunte a Jessica sin poder reprimirme, pero transformando el singular en plural a fin de no parecer atrevida.
- Los Cullem – contestó, y algo en su tono me hizo comprender que no contaban con su simpatía – Una familia extraña, nunca hablan con nadie, nadie los conoce...
- ¿Son familia? – no pude reprimir mi asombro, parecían todos demasiado jóvenes para serlo.
- Adoptados – replicó de mala gana – El doctor Cullem y su mujer los adoptaron a todos. Los rubios son hermanos y eran parientes lejanos de ella, o algo por el estilo. Los otros tres, fueron recogidos de un orfanato. – calló momentáneamente, y adivine en su rostro que se debatía por añadir algo más – Están juntos – susurró – Los hermanos, dos de ellos están casados y los otros son pareja, y viven juntos. – añadió esto en voz extremadamente baja, como si el simple echo de decirlo la pudiera relacionar a ella con ese echo.
No me importó, sentía como mi corazón palpitaba dolorosamente por un dolor que no acaba de entender.
- ¿Y el chico? ¿El del pelo dorado? – pregunte sin poder reprimirme – ¿también esta comprometido?
Jessica tardó en contestar, y cuando lo hizo no me gusto su manera de mirarme.
- Edward – comentó – es el único que queda libre en esa familia..., tal vez sea porque es incapaz de relacionarse con nadie.
Un deje de reproche se percibió en sus palabras, y podría estar segura de que Jessica era una de las que él no había querido relacionarse. Aun así suspire aliviada. Era increíble la felicidad que me había aportado el hecho se saber que el seguía libre, y lo peor es que apenas comprendía el motivo. Ni siquiera le conocía, no más allá de unas leves y fugaces miradas.
- ¿Chicas de que hablan tan en susurros? – la voz de Mike me sobresaltó, se veía molesto.
- Bella se intereso por los Cullem – se apresuró a contestar Jess. Feliz de que Mike le dirigiera la palabra.
- Oh! – Parecía contrariado – Son geste rara, él es un buen médico, pero no son una familia decente – deduje que se refería al echo de que vivieran juntos siendo pareja, tras haber compartido una infancia como hermanos.
- Pero son adoptados, no veo nada de malo – era imposible ver algo malo en esos rostros angelicales. Mike se encogió de hombros, contrariado, pero no pareció dispuesto a discutir más.
El tiempo transcurrió velozmente. Mike y Jessica sostenían una conversación en la que supuestamente yo estaba incluida, no obstante mi participación se limitaba a un par de monosílabos en el momento indicado. Mi mente y mis pensamientos no podían ser apartados de ese ángel de mirada oscura y cabellos dorados, quien en ciertas ocasiones me deleitada posando en mis sus ojos, una mirada divertida, curiosa, y verdaderamente atractiva, que parecía sonreír con malicia al mismo tiempo que mis mejillas enrojecían a causa del contacto de nuestros ojos.
- Mike, hijo, los hombres y yo nos retiramos en la antesala ¿nos acompañas a tomar unos puros y hablar de negocios? – la voz del padre de Mike apenas tenía sentido para mi, sin embargo me vi obligada a prestar atención una vez la atención de este recayó sobre mi.
- Bella, ¿te gustaría acompañarme a dar un paseo? – parecía realmente ilusionado, pero mi mente no se encontraba activa para eufemismos.
- Lo siento, Mike, pero me temo que no sería correcto – le conteste de la mejor forma que se me ocurrió para salir del atolladero y trate de contener la sonrisa cuando el cuerpo de Jessica se relajaba a mi lado.
- Esta bien – aceptó – supongo que aun es pronto para eso – no me gustaron sus palabras, pero no se lo dije, bastaba con un rechazo por día – De acuerdo padre, me muero discutir los últimos movimientos de la economía del país – creo firmemente que no fui al única en detectar el sarcasmo en su voz, no obstante eso no cambio sus planes – Espero vernos pronto, Bella – asentí impaciente, pues Edward acaba de mirarme de nuevo, esta vez parecía divertido, con un tono burlón reflectado en sus profundo ojos negros. No atendí cuando Mike quiso alzar mi mano para besarla, pero si escuche su suspiró, antes de retirarse, derrotado.
- Mike se interesa mucho por ti – comentó Jessica, tratando de ocultar el tono de preocupación en su voz.
Yo asentí distraída, la familia Cullem acaba de levantarse y parecía decidida a abandonar el local. No deseaba que él se fuera.
Sin embargo mi corazón latió desbocado cuando en el último momento, Edward pareció cambiar de idea, y mientras el resto de su familia se retiraba, el dirigía sus pasos hacía mi, y el asiento libre que Mike había dejado.
Un fuerte dolor de cabeza me recordó que había olvidado respirar, el pecho me dolía, y mi estomago parecía cubierto por un nido de mariposas.
Él se encontraba a escasos decímetros de mi lado, tomaba la silla en sus manos dispuesto a sentarse.
Una de las ventanas del local pareció abrirse, yo apenas preste atención cuando un soplo de viento chocó contra mi cara.
Sus nudillos se volvieron más blancos aun de lo que antes eran, sentí crujir la silla que él sostenía en sus manos, sus ojos se oscurecieron aun más si eso fuera posible, y mi alma abandonó mi cuerpo al mismo tiempo que la intensa mirada de odio que mi dedicó atravesó las barreras de mi mente.
Algo había cambiado.
Odio, furia, una intensa ira homicida era lo que reflejaban sus ojos, mientras sus pupilas continuaban reflectando la imagen de mi rostro.
Él se mantuvo inmóvil. El tiempo dejó de existir. La eternidad se me hizo presente e insoportable.
Segundos después, Edward abandonó el local rápidamente y la puerta se balanceó un par de veces reafirmando la idea de que se había marchado.
Por el contrario, mi corazón, seguía ardiendo con la doloroso mirada de odio que él me había dedicado.



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