- Mi nombre es Demetri, él es Felix, somos enviados de los Volturi – ante esa explicación un gemido escapo de mis labios; rece porque no llegará hasta sus oídos, aunque al parecer no dio resultado - es un placer para mi conocer al hijo de Carliste – dijo, pero sus ojos se hallaban fijos en los míos – aunque la verdad no esperaba interrumpir tu alimentación – comentó naturalmente con una sonrisa – Creo que no podríamos haber sido más inoportunos...
Edward estaba tensó, lo notaba, y ellos al parecer también. Algo dentro de mi me indicaba que acechaba el peligro, que ese día jamás debería haber acudido a la casa de Edward, pero ya era demasiado tarde.Imperceptiblemente Edward movió su cuerpo hasta ocultarme de la vista de ambos vampiros y yo tuve que esforzarme por no caer de rodillas. Mi cuerpo temblaba y mis piernas apenas eran capaces de sostenerme. Nunca hasta entonces había sentido la muerte tan próxima y peligrosa. Y aun así, no pude dejar de pensar que el temor que sentía en esos instantes no era nada comparado con el que había sentido al creerme abandonada por Edward.
Agite levemente la cabeza tratando de concentrarme en lo que ocurría a mi alrededor; al hacerlo sentí como el silencio crecía, tensándolo todo, creando un muro impenetrable pero a la vez tan frágil como el cristal, un muro que se derrumbaría en cuanto uno de los presentes abriera su boca y liberara una palabra. Decididamente me juré a mi misma que en esta ocasión no sería yo quien lo rompiera. Por desgracia parecía que cada uno de los presentes había tomado la misma decisión.
Finalmente el compañero del que había hablado en un principio, Felix, si no recordaba mal, se atrevió a hablar.
- ¿No vas a comértela? – parecía extrañado, pero algo en el tono de su voz parecía indicar claramente que si Edward no deseaba comerme él si lo haría con gusto.
Un profundo y desgarrador gruñido desde el interior de su garganta me indico que mi protector había interpretado las palabras del mismo modo que yo. La premonición de que Edward no lograría controlar sus instintos protectores y se lanzaría sobre ese vampiro me aterrorizo de repente. Sin apenas darme cuenta descubrí a una de mis manos reteniéndolo por la espalda; no obstante, estaba segura que si él decidiera lanzarse no sería mi débil agarre el que lo detuviera. Trate de contenerlo con palabras, pero descubrí que había perdido el control sobre mis cuerdas vocales. Mi garganta estaba seca y el único ruido que se escuchaba era el de mi corazón, sonando firme y veloz, atrayendo irremediablemente la atención y el deseo de todos cuantos me rodeaban.
Por suerte, pareció que no fui la única que detecto los instintos animales de Edward, porque Dimitri, el primer vampiro de aspecto algo más agradable, al menos en lo que se refería a su trato con Edward – a mi me continuaba mirando cargado de deseo y excitación – se apresuro a intervenir.
- Félix, ese no es tu asunto – reprendió, a lo que el otro vampiro gruño indignado, mas este lo ignoró y se dirigió a Edward – Te ruego que nos disculpes, Edward, si te hemos ofendido de algún modo. No es nuestra intención entrometernos en tus asuntos o en tu... alimentación – concluyó con una escondida ironía en la última palabra. – Si nos detuvimos aquí es por que tenemos un pequeño que tratar con Carliste. Algo que os incumbe a todos. – añadió, dotando de seriedad al asunto.
- Carliste no se encuentra aquí en estos momentos – a pesar de la tranquilidad con la que pronunció aquellas palabras, estuve segura de que el peligro todavía no había pasado. – Él y el resto de mi familia salieron de caza hace ya unos días.
- ¿Sabes cuándo tienen pensado volver? – Demetri se esforzaba por guardar la compostura, pese a que tenía un deje contrariado en su voz. Félix por el contrario denotaba más hostilidad de la que yo jamás había vislumbrado y Edward parecía pensar lo mismo por el modo en que sus ojos lo buscaban, cargados de más odio del que yo misma fui capaz de procesar.
- No exactamente. – respondió seco. Mas luego se esforzó por añadir – Tres días como máximo. – Tres días. Claro. El tiempo que quedaba para mi cumpleaños.
Oculta tras el cuerpo de Edward apenas pude vislumbrar como el rostro de Demetri se turbaba confuso. Fuesen cuales fuesen sus planes pasados parecía que habían perdido sentido y ahora se debatía en que hacer a continuación.
- En ese caso, ¿supondría algún inconveniente en que permaneciésemos aquí hasta que ellos regresaran? – por el modo en que se tenso todo el cuerpo de Edward pude intuir, sin necesidad de leer mentes, que aceptar aquella idea era lo peor que hubiera podido ocurrirle nunca. Pareció que Félix también lo pensaba porque insistió. – Realmente me urge hablar con ellos. El propio Aro en persona me insistió en que así lo hiciera. – Por alguna razón me pareció percibir una especie de amenaza oculta entre esas simples palabras y después de comprobar la reacción de Edward ante ellas decidí que no estaba muy equivocada.
- Bien – la palabra salió de sus labios con el mismo tono que la habría utilizado ante una sentencia a muerte, clara y dictaminada.
Sentí como lentamente se movía dejando libre la entrada a la casa, al mismo tiempo que se aseguraba de mantenerme a mi escondida, lejos de esas negras miradas.
Durante una milésima de segundo, al mismo tiempo que Demetri se dirigía y entraba velozmente en la casa, me pareció que su cuerpo se relajaba. No obstante, apenas un instante después, recuperaba la posición defensiva.
Félix se había detenido en el umbral de la puerta, y os contemplaba reacio, como si supiese que le ocultábamos algo y quisiese descubrir que era exactamente ese algo.
- ¿Tú y tu comida no entráis a la casa? – se expreso en forma de pregunta, pero pareció más bien una amenaza. Tras unos minutos insoportables, Edward asintió levemente, solo una vez.
No obstante Félix no se movió de su sitio hasta que Edward se introdujo en la vivienda, siempre manteniéndome a mi oculta a sus ojos.
- Pueden acomodarse aquí hasta que mi padre regrese – advirtió una vez llegamos a la sala de estar. Por un momento dude si su intención era dejarles bien claro que no eran bien recibidos, o advertirles más bien que no tenían ningún derecho a andar por la casa. – Si me disculpan.
Tras una pequeña inclinación de cabeza, me arrastró, literalmente escaleras arriba, hasta introducirse en su cuarto, donde me liberó bruscamente y golpeó con tanta furia la pared que un trozó de esta fue desprendida, dejando entrada a la tibia luz de medio tarde.
Fue entonces, por primera vez desde la aparición de los intrusos, cuando logré ver su rostro, y el miedo que me invadió en ese momento fue muy superior al que pude haber sentido anteriormente.
Sus pupilas, negras como el más profundo abismo, delataban un terror y al la vez una ira infernal. Su rostro era una máscara blanca, capaz de esconder al peor de los demonios. Sus puños, apretados fuertemente parecían dispuestos a destruir lo primero que se cruzara por su camino.
Había oído numerosas veces a Edward, describirse como un monstruo, pero yo jamás lo había comprendido, es más, le había reprochado por tildarse de esa manera. Pero ahora, en es momento, en esa situación, pude comprender al fin sus palabras y vislumbrar a la terrible y mortífera bestia que su interior guardaba.
- ¿Estas enfadado? – pregunte, a pesar que la respuesta era obvia.
Para mi sorpresa, no respondió a mi pregunta, sino que me miro como si por primera fuera consciente de que yo estaba ahí.
Sus ojos furiosos y atemorizantes se tornaron culpables, tristes, y tremendamente dolidos. Su rostro se relajo hasta formar una máscara de pena, más no de ira, y sus manos cayeron flácidas en los costados al mismo tiempo que le caía de rodillas.
- Bella... perdóname. – de todas las palabras que hubiera podido escuchar esa era la que menos me esperaba. Lo mire confusa. – Yo jamás... nunca debí... sabía que no debía acercarme a ti, pero te amaba tanto... y ahora... estas en peligro por mi culpa... yo no se...
- ¿Edward de que estás hablando? – No comprendía sus palabras, pero alguna de ellas me asustaban; y ante todo, odiaba verlo de ese modo, tan derrotado. No era justo que una criatura tan absolutamente perfecta sufriese de ese modo.
Como respuesta sus ojos atraparon los míos y sus labios buscaron mi boca desesperadamente, como nunca antes.
Finalmente nos separamos, y pareció que algo de cordura regresaba a sus ojos.
- No temas. Bella te juro, que voy a sacarte de aquí.
No comprendí bien sus palabras, pero tampoco me dio tiempo a descifrarlas. En menos de un segundo me había tomado en sus brazos y una milésima de segundo después, ambos nos deslizábamos por el agujero en la pared que el mismo había hecho cayendo al vacío.
Cerré los ojos con fuerza aferrándome al cuello de Edward, segura de que el no iba a permitir que me ocurriese nada.
Un instante después un fuerte ruido indicaba que había tomado suelo, sin embargo en el momento en que Edward se disponía a emprender carrera, dos figuras, aparecieron de la nada y le cortaron el camino. Feliz y Demetri.
Inmediatamente Edward me soltó y se colocó frente a mi en posición protectora.
- ¿Acaso creías que éramos tan tontos como para dejarnos engañar? – la voz de Felix destilaba veneno, y también otra sustancia que no supe identificar. ¿Deseo, excitación, ansia por beber mi sangre? – Aro ya nos alertó de tus poderes, y de cómo evitarlos. – tras una pequeña pausa se acercó unos pasos y su rostro se torno peligroso – y ahora danos a esa chica a menos que quieras morir junto a ella.
Tarde bastante tiempo en codificar sus palabras, muchísimos más que en percatarme que Edward jamás me entregaría, a pesar de que eso pudiese costarle su vida. Sabía que él era fuerte, pero ellos eran dos, y por lo visto también debían tener sus poderes ocultos.
- No lo hagas Bella – susurró la voz de Edward como si hubiese leído mis pensamientos. Y más claramente aviso – La tendrás por encima de mi cadáver.
Por desgracia parecieron justo las palabras que Felix deseaba escuchar.
En un abrir y cerrar de ojos el vampiro se encontraba frente a Edward, descargando en él golpes mortales que Edward desviaba como podía al mismo tiempo que trataba de protegerme. Si esto seguía así mucho tiempo acabarían matándonos. Lo que era peor, lo matarían a él.
La lucha era encarnizada e igualada entre ambos, Edward parecía más poderoso pero parte de él seguía concentrado en que no me ocurriese nada. Fue entonces cuando me percaté, ¿qué ocurría con el otro vampiro? ¿por qué no atacaba?
Gire mi vista desesperadamente tratando de buscarlo. Finalmente lo hallé, y junto a él, mis esperanzas. Emmet lo mantenía sujeto en el suelo, inmovilizado, y tras de él, todo la familia de Edward iba llegando, uno por uno, la familia al completo. No había nada que temer.
Un espeluznante grito me obligó a fijar de nuevo mi atención sobre Edward. Para mi alivio, era Feliz quien chillaba, agazapado en el suelo, herido mortalmente, incluso para ser un vampiro.
- Por favor, habéis de ser razonables – Demetrí hablaba desde el suelo. – Ella es humana, ¡jamás debió descubrir nuestra existencia! Habéis roto las reglas, Aro y sus hermanos ya deben estar enterados. La encontraran y la mataran, ¡al igual que ha vosotros si no dejáis de protegerla!
Sus palabras me impactaron fuertemente, nunca imagine que mi existencia pudiera poner en tal peligro a la familia. Sin embargo, no pude escuchar más, Edward había atravesado su cráneo con su puño, Demetri no volvería a hablar.
El olor a sangre rancia se introdujo en mi nariz, y los sucesos acontecidos presionaban mi mente fuertemente. Lentamente, todo se volvió negro.
Desperté de golpe, y solo encontré un gran vació tras de mi. Tarde algún tiempo en descodificar lo sucedido horas antes, y aun más que me encontraba en mi cuarto, a oscuras, en medio de al noche.
- Has despertado – Sobresaltada examiné la oscuridad buscando la procedencia de esa voz, no obstante sabía muy bien a quien pertenecía. Finalmente logré detectar el brillo de sus ojos al otro lado de la habitación, contemplándome.
Asentí levemente, a pesar de que no era una pregunta. Pero un extraño temor se había aposentado en mi pecho. Sus frías palabras, su distancia – hacía muchos meses que siempre dormía a mi lado, abrazándome, velando mi sueño – incluso su lejana mirada se veía diferente.
- ¿Ocurre algo? – pregunte lentamente, rezando por la respuesta - ¿Todos están bien, verdad?- Si, todos – suspiré aliviada por la respuesta, aun así un nuevo temblor recorrió mi cuerpo, al mismo tiempo que mi corazón latía con fuerza. Había algo, algo diferente, algo que él no quería decirme, algo que haría cambiar las cosas para siempre, algo que ninguno de los dos estaba dispuesto a aceptar.
- Bien – acepte lentamente. Y tras una pausa pregunte - ¿te quedarás conmigo? – algo en mi interior temía la respuesta, una respuesta que ya, instintivamente, sabía que vendría.
- Esta noche no, Bella. Esta noche tengo mucho que pensar. – su voz sonaba vacía, y sus ojos ausentes.
- Nos vemos mañana ¿entonces? – necesitaba algo, algo a lo que agarrarme, algo que me hiciera saber que estaríamos juntos de nuevo.
Pero él simplemente asintió.
- Si..., nos vemos mañana. – e instantes después se perdió en la oscuridad que traspasaba mi ventana.
No lo puedo Creer, salen de unas y ahora entran en otras peores!!!! Me encanto, Gracias por publicar!!!!!
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