Bella POV
-No me convienes, Bella.- Sus palabras partieron mi corazón en dos, recordándome el más grande de mis temores. Era algo que siempre supe, algo que estaba latente en algún lugar de mi mente; yo no era lo suficientemente buena para él.
Era una imperfecta y estúpida humana que se aferraba desesperadamente a él y a su amor.
Me aparté de él casi inmediatamente, golpeada al darme cuenta de que sus fríos y oscuros ojos no decían nada más que la verdad. El no me quería. Me dejé caer en el suelo del bosque, arrodillándome a sus pies. Mis manos reposaron cerca de mi corazón mientras respiraba dificultosamente, sintiendo como poco a poco iba quedándome sin vida.
-Por favor,- sollocé mientras mi cuerpo temblaba del dolor, -Por favor, por favor...no me dejes. Te amo. Te necesito. ¡Quédate por favor!
Escuché el crujir del follaje caído mientras se arrodillaba frente a mí. No me atreví a mirarle, continuaba en mi estado de sollozos y suplicas. Mis manos se alzaron buscándole desesperadamente. Con un profundo suspiro, me acomodó contra su duro pecho, envolviéndome en un gélido abrazo. Su esencia me envolvía, atrayéndome hacia él, mientras que acomodaba su rostro en mis cabellos, sin duda oliendo mi esencia. Presionó sus labios contra mi cabeza.
-Cuídate.- Su voz se quebró mientras murmuraba. Inhalé apresuradamente, cuando me apartó, tratando de mantenerlo conmigo. Para cuando mis ojos se abrieron, él se había ido.
Escuché un extraño ruido sordo y asumí que era mi propio cuerpo rompiéndose ante el dolor. No me importaba... ¿De qué me servía si él no estaba?
Finalmente me di cuenta de que el ruido eran mis sollozos acumulándose en mi garganta.
-¡No! ¡No, no, no!- las palabras salían en agónicos gritos. Mis manos se anclaron al suelo, algunas cortezas caídas lastimaron mi piel y aún así el dolor no era nada comparado con mi sufrimiento. No me importaba. De hecho me alegraba. Quizás eso le traería de vuelta. Así fuera solo para matarme...sería mejor que esto. Mis gritos continuaron, mis manos sangraban. Grité desesperadamente. -Ed...
-ward!- grité su nombre arrancando mi alma junto con el, luego de haberlo pronunciado por primera vez en un año.
El agujero que había cerrado dolía, mis heridas se abrieron y sangraban mientras sollozaba. Me había despertado de mi sueño. El bosque había desaparecido y ahora estaba en mi cama, con las sabanas enroscadas entre mis piernas. Las lágrimas se rehusaban a cesar, mi cuerpo temblaba con cada gemido.
-¡Cállate, Bella!- una furiosa vos gruñó a mi lado. Algo duro golpeó contra mi sien izquierda y me vi momentáneamente suspendida en el aire, arrojada fuera de mi cama. Caí al suelo envuelta en las sabanas, algo resonó fuertemente cuando mi cabeza golpeó contra la pared. Me quedé allí, respirando entrecortadamente, habiendo despertado de una terrible realidad solo para caer en cuenta de que vivía una aun peor. Una almohada voló a mi lado.
-Quédate ahí.- Me advirtió la voz. Una voz que reconocía bastante bien. Mi esposo, Mike, rodó sobre sí mismo y fácilmente volvió a dormirse. Sus ronquidos llenaron la habitación, como todas las noches. Acerqué la almohada a mi cuerpo acomodándola contra la pared para apoyar mi cabeza en ella. Miré fijamente la oscuridad que me envolvía, con lágrimas silenciosas aun cayendo de mis ojos.
Habían pasado cuatro años desde mi cumpleaños número 18. Cuatro años desde el día en que…él se fue. Me prohibí pensar su nombre, aterrada de que trajeran consigo un mar de lágrimas que despertaran a Mike nuevamente.
Mike...oh, había sido una estúpida. Había sido lastimada, curada lentamente y nuevamente herida. Una vez por...mi verdadero amor. Mi único y verdadero amor. Otra vez por jacob.
Algo se acumulaba en mi garganta, amenazando con traer más lágrimas que me infligirían más dolor del causado. Traté de calmarlos mientras el nombre de Jacob invadía mi mente, arrancando la piel y exponiendo las heridas dejadas por la pesadilla. Jacob...él era mi mejor amigo. En cierta forma estaba enamorada de él. Quizás no de una forma romántica, pero lo suficiente como para cicatrizar las heridas que habían lastimado hasta lo más profundo de mi alma. Podía haber reído con Jacob, hasta ser feliz con el paso del tiempo.
Tantas cosas habían cambiado desde la noche que fuimos al cine. Mike se había puesto mal, y Jake también. El comenzó a evitar mis llamadas luego de eso, evitándome por completo. Solo le había visto una vez después de aquello. Estaba con una chica, que nunca antes había visto, besándose apasionadamente. Estaba distanciada de ellos, y aun así Jacob me miró. Me miraba con sus ojos llenos de lastima, y luego se dio vuelta y comenzó a alejarse. La chica le seguía.
Nunca más volví a La Push, tampoco volví a llamar a Jacob. Fue como una especia de mutuo acuerdo de no volver a hablarnos. Había sido lastimada por segunda vez, y Charlie veía atemorizado como el dolor me consumía, forzándome a volver al estado de zombi en el cual había estado antes de la ayuda de Jacob. Charlie había vuelto a amenazarme con llevarme con Renee, hasta había comprado el boleto de avión. Ahora sabia que ese había sido el momento en que mi vida tomó un rumbo drástico.
No podía irme. Aunque no me permitía el lujo de nombrarle por miedo a romperme, aun si todo me recordaba a él…no podía irme. Temía que si dejaba Forks, mis recuerdos se desvanecerían y desaparecerían, olvidándole a el por completo, eso sería peor que el mismo dolor. No podía olvidarle. Así que con esa convicción me lancé hacia el peor error de mi vida.
Decidí que no importaba. Lo amaba. Traté de amar a otro, traté de seguir adelante como él lo quiso. No funcionó y no pude mantenerme sana y salva. Así que fui al instituto el día siguiente y me preparé para ser de la siguiente persona que me quisiera. Encerraría mi corazón, sonreiría y pretendería, rezando por que algún día el volviera a mí.
No pareció sorprender a nadie el hecho de que Mike fuera el primero en intentar ganar mi corazón. Desgraciadamente, comencé a salir con él, dando comienzo a mi horrible vida. Andaba de acá para allá pretendiendo ser feliz...hasta debía parecerlo realmente ya que nadie me conocía lo suficiente como para pensar lo contrario. Cualquiera que se tomara la molestia de mirarme a los ojos, aun así, se darían cuenta de que fingía, de que había muerto y estaba enterrada debajo de la carcasa que era mi cuerpo. El nunca iba a volver y tampoco lo haría yo.
Fui a la graduación y me entregue a Mike esa noche. Ni siquiera sé si lo permití así, pero si fui consciente de aquello. Aunque mi decisión le hubiese importado poco o nada a Mike. Era exótica cuando me deseaba y demasiado familiar ahora que me tenía. Nos mudamos juntos, el primero de tantos errores. Trabajábamos en el local de sus padres; el realizaba su sueño y yo ganaba dinero.
Aun soñaba con ir a la universidad, ya que todo sueño que alguna vez había tenido, había sido destruido por completo. Tenía una meta y mi mente finalmente se dio cuenta de en lo que me había metido. Me había atado a un hombre al cual no amaba y casi ni me gustaba. Había perdido todo lo mío y el nunca había vuelto a Forks. Mi depresión comenzó a ser evidente y comencé a ver, por primera vez, la cara oculta de Mike que jamás pensé encontrar...
Los ataques eran leves en un principio. Me tomaba forzosamente de las muñecas y dejaba marcas alrededor de ellas. Me tiraba del pelo, tanto que muchas veces el cuero cabelludo me dolía por días. Al principio no quise ver...él simplemente me tomaba un poco fuerte de las manos, tiraba juguetonamente de mi pelo. Me tomó tiempo, pero fui consciente de ello, Mike abusaba de mi.
La real violencia comenzó junto con los sueños. Cada noche que despertaba gritando, él sabría por que era. Sabía a quién amaba en realidad y comenzó a odiarme por ello. Usualmente me golpeaba y arrojaba de la cama, como esa noche. Esas eran las buenas noches. Las noches que no se lanzaba al suelo a golpearme y pegarme hasta que sangrara o rompiera alguno de mis huesos.
El sol comenzaba a salir ahora, asomándose por la ventana e iluminándome. Me levanté, mis piernas temblaban mientras daba unos torpes pasos hacia el espejo. Examiné el daño, recorriendo con mis dedos el corte que había debajo de mi ojo, sin duda causada por sus uñas. Estaba rojo, contrastando con un pálido rostro y unas moradas ojeras, a causa de la falta de sueño y los golpes que me había ganado. Vagamente le escuché retorcerse en la cama, -Diablos...
Me giré para ver la mirada crítica de Mike, escondiendo mi mano detrás de mi espalda. Traté de no mirarle herida, pero eso era imposible después de tantos años. Gruñó, pasándose una mano por sus cabellos, rodando sobre la cama y poniéndose de pie. Se acercó hacia mí, murmurando -Te ves espantosa, muñeca. Vas a quedarte en casa. Les diré que estas enferma.
-Ya falté al trabajo la semana pasada, Mike, no puedo volver a faltar...- comencé, pero me detuve al ver como su rostro cambiaba rápidamente de gentil a la máscara que aparecía siempre que le respondía.
No tuve ni tiempo de apartarme cuando su mano voló hacia mi rostro, golpeándome en la pared, a un lado del espejo. Golpeé contra la manija del closet y me dejé caer hacia el suelo en una rápida derrota. Gemí, alzando mi mano para confortar la nueva herida. Mike me miraba con arrepentimiento.
-Lo siento, amor.- susurró. Siempre hacia eso. Como si esas palabras hiciera desaparecer el dolor. Estiró sus dedos hacia mi cabello, acariciándolo. Me hubiera apartado, pero ahora sabía que era mejor no hacerlo. -Sabes que odio lastimarte. No me hagas darte una buena razón para faltar al trabajo.
Su voz era amable pero sus palabras revelaban la obvia amenaza. Me quedé sentaba en el suelo, con la cabeza apoyada en la puerta del closet. Me hablaba mientras se vestía para el trabajo, sus palabras se habían convertido en incoherentes murmuraciones. Casi ni podía escucharle por sobre los gritos de dolor que daba en mi cabeza. No noté cuando Mike se había ido del cuarto, y finalmente de la casa.
¿Cómo terminé con él? ¿Por qué no tomaba mi dinero y corría hacia Charlie? Podía dejar este lugar para siempre, o aun, encontrar un lugar nuevo donde vivir. Había cientos de cosas que podía hacer en lugar de permanecer sentada, enfrentándome a lo mismo día tras día. ¿Por qué no me fui? Debí habérmelo preguntado una docena de veces... sabia la respuesta. ¿Por qué me quedé?
-¡Mami!
Por eso.
-No me convienes, Bella.- Sus palabras partieron mi corazón en dos, recordándome el más grande de mis temores. Era algo que siempre supe, algo que estaba latente en algún lugar de mi mente; yo no era lo suficientemente buena para él.
Era una imperfecta y estúpida humana que se aferraba desesperadamente a él y a su amor.
Me aparté de él casi inmediatamente, golpeada al darme cuenta de que sus fríos y oscuros ojos no decían nada más que la verdad. El no me quería. Me dejé caer en el suelo del bosque, arrodillándome a sus pies. Mis manos reposaron cerca de mi corazón mientras respiraba dificultosamente, sintiendo como poco a poco iba quedándome sin vida.
-Por favor,- sollocé mientras mi cuerpo temblaba del dolor, -Por favor, por favor...no me dejes. Te amo. Te necesito. ¡Quédate por favor!
Escuché el crujir del follaje caído mientras se arrodillaba frente a mí. No me atreví a mirarle, continuaba en mi estado de sollozos y suplicas. Mis manos se alzaron buscándole desesperadamente. Con un profundo suspiro, me acomodó contra su duro pecho, envolviéndome en un gélido abrazo. Su esencia me envolvía, atrayéndome hacia él, mientras que acomodaba su rostro en mis cabellos, sin duda oliendo mi esencia. Presionó sus labios contra mi cabeza.
-Cuídate.- Su voz se quebró mientras murmuraba. Inhalé apresuradamente, cuando me apartó, tratando de mantenerlo conmigo. Para cuando mis ojos se abrieron, él se había ido.
Escuché un extraño ruido sordo y asumí que era mi propio cuerpo rompiéndose ante el dolor. No me importaba... ¿De qué me servía si él no estaba?
Finalmente me di cuenta de que el ruido eran mis sollozos acumulándose en mi garganta.
-¡No! ¡No, no, no!- las palabras salían en agónicos gritos. Mis manos se anclaron al suelo, algunas cortezas caídas lastimaron mi piel y aún así el dolor no era nada comparado con mi sufrimiento. No me importaba. De hecho me alegraba. Quizás eso le traería de vuelta. Así fuera solo para matarme...sería mejor que esto. Mis gritos continuaron, mis manos sangraban. Grité desesperadamente. -Ed...
-ward!- grité su nombre arrancando mi alma junto con el, luego de haberlo pronunciado por primera vez en un año.
El agujero que había cerrado dolía, mis heridas se abrieron y sangraban mientras sollozaba. Me había despertado de mi sueño. El bosque había desaparecido y ahora estaba en mi cama, con las sabanas enroscadas entre mis piernas. Las lágrimas se rehusaban a cesar, mi cuerpo temblaba con cada gemido.
-¡Cállate, Bella!- una furiosa vos gruñó a mi lado. Algo duro golpeó contra mi sien izquierda y me vi momentáneamente suspendida en el aire, arrojada fuera de mi cama. Caí al suelo envuelta en las sabanas, algo resonó fuertemente cuando mi cabeza golpeó contra la pared. Me quedé allí, respirando entrecortadamente, habiendo despertado de una terrible realidad solo para caer en cuenta de que vivía una aun peor. Una almohada voló a mi lado.
-Quédate ahí.- Me advirtió la voz. Una voz que reconocía bastante bien. Mi esposo, Mike, rodó sobre sí mismo y fácilmente volvió a dormirse. Sus ronquidos llenaron la habitación, como todas las noches. Acerqué la almohada a mi cuerpo acomodándola contra la pared para apoyar mi cabeza en ella. Miré fijamente la oscuridad que me envolvía, con lágrimas silenciosas aun cayendo de mis ojos.
Habían pasado cuatro años desde mi cumpleaños número 18. Cuatro años desde el día en que…él se fue. Me prohibí pensar su nombre, aterrada de que trajeran consigo un mar de lágrimas que despertaran a Mike nuevamente.
Mike...oh, había sido una estúpida. Había sido lastimada, curada lentamente y nuevamente herida. Una vez por...mi verdadero amor. Mi único y verdadero amor. Otra vez por jacob.
Algo se acumulaba en mi garganta, amenazando con traer más lágrimas que me infligirían más dolor del causado. Traté de calmarlos mientras el nombre de Jacob invadía mi mente, arrancando la piel y exponiendo las heridas dejadas por la pesadilla. Jacob...él era mi mejor amigo. En cierta forma estaba enamorada de él. Quizás no de una forma romántica, pero lo suficiente como para cicatrizar las heridas que habían lastimado hasta lo más profundo de mi alma. Podía haber reído con Jacob, hasta ser feliz con el paso del tiempo.
Tantas cosas habían cambiado desde la noche que fuimos al cine. Mike se había puesto mal, y Jake también. El comenzó a evitar mis llamadas luego de eso, evitándome por completo. Solo le había visto una vez después de aquello. Estaba con una chica, que nunca antes había visto, besándose apasionadamente. Estaba distanciada de ellos, y aun así Jacob me miró. Me miraba con sus ojos llenos de lastima, y luego se dio vuelta y comenzó a alejarse. La chica le seguía.
Nunca más volví a La Push, tampoco volví a llamar a Jacob. Fue como una especia de mutuo acuerdo de no volver a hablarnos. Había sido lastimada por segunda vez, y Charlie veía atemorizado como el dolor me consumía, forzándome a volver al estado de zombi en el cual había estado antes de la ayuda de Jacob. Charlie había vuelto a amenazarme con llevarme con Renee, hasta había comprado el boleto de avión. Ahora sabia que ese había sido el momento en que mi vida tomó un rumbo drástico.
No podía irme. Aunque no me permitía el lujo de nombrarle por miedo a romperme, aun si todo me recordaba a él…no podía irme. Temía que si dejaba Forks, mis recuerdos se desvanecerían y desaparecerían, olvidándole a el por completo, eso sería peor que el mismo dolor. No podía olvidarle. Así que con esa convicción me lancé hacia el peor error de mi vida.
Decidí que no importaba. Lo amaba. Traté de amar a otro, traté de seguir adelante como él lo quiso. No funcionó y no pude mantenerme sana y salva. Así que fui al instituto el día siguiente y me preparé para ser de la siguiente persona que me quisiera. Encerraría mi corazón, sonreiría y pretendería, rezando por que algún día el volviera a mí.
No pareció sorprender a nadie el hecho de que Mike fuera el primero en intentar ganar mi corazón. Desgraciadamente, comencé a salir con él, dando comienzo a mi horrible vida. Andaba de acá para allá pretendiendo ser feliz...hasta debía parecerlo realmente ya que nadie me conocía lo suficiente como para pensar lo contrario. Cualquiera que se tomara la molestia de mirarme a los ojos, aun así, se darían cuenta de que fingía, de que había muerto y estaba enterrada debajo de la carcasa que era mi cuerpo. El nunca iba a volver y tampoco lo haría yo.
Fui a la graduación y me entregue a Mike esa noche. Ni siquiera sé si lo permití así, pero si fui consciente de aquello. Aunque mi decisión le hubiese importado poco o nada a Mike. Era exótica cuando me deseaba y demasiado familiar ahora que me tenía. Nos mudamos juntos, el primero de tantos errores. Trabajábamos en el local de sus padres; el realizaba su sueño y yo ganaba dinero.
Aun soñaba con ir a la universidad, ya que todo sueño que alguna vez había tenido, había sido destruido por completo. Tenía una meta y mi mente finalmente se dio cuenta de en lo que me había metido. Me había atado a un hombre al cual no amaba y casi ni me gustaba. Había perdido todo lo mío y el nunca había vuelto a Forks. Mi depresión comenzó a ser evidente y comencé a ver, por primera vez, la cara oculta de Mike que jamás pensé encontrar...
Los ataques eran leves en un principio. Me tomaba forzosamente de las muñecas y dejaba marcas alrededor de ellas. Me tiraba del pelo, tanto que muchas veces el cuero cabelludo me dolía por días. Al principio no quise ver...él simplemente me tomaba un poco fuerte de las manos, tiraba juguetonamente de mi pelo. Me tomó tiempo, pero fui consciente de ello, Mike abusaba de mi.
La real violencia comenzó junto con los sueños. Cada noche que despertaba gritando, él sabría por que era. Sabía a quién amaba en realidad y comenzó a odiarme por ello. Usualmente me golpeaba y arrojaba de la cama, como esa noche. Esas eran las buenas noches. Las noches que no se lanzaba al suelo a golpearme y pegarme hasta que sangrara o rompiera alguno de mis huesos.
El sol comenzaba a salir ahora, asomándose por la ventana e iluminándome. Me levanté, mis piernas temblaban mientras daba unos torpes pasos hacia el espejo. Examiné el daño, recorriendo con mis dedos el corte que había debajo de mi ojo, sin duda causada por sus uñas. Estaba rojo, contrastando con un pálido rostro y unas moradas ojeras, a causa de la falta de sueño y los golpes que me había ganado. Vagamente le escuché retorcerse en la cama, -Diablos...
Me giré para ver la mirada crítica de Mike, escondiendo mi mano detrás de mi espalda. Traté de no mirarle herida, pero eso era imposible después de tantos años. Gruñó, pasándose una mano por sus cabellos, rodando sobre la cama y poniéndose de pie. Se acercó hacia mí, murmurando -Te ves espantosa, muñeca. Vas a quedarte en casa. Les diré que estas enferma.
-Ya falté al trabajo la semana pasada, Mike, no puedo volver a faltar...- comencé, pero me detuve al ver como su rostro cambiaba rápidamente de gentil a la máscara que aparecía siempre que le respondía.
No tuve ni tiempo de apartarme cuando su mano voló hacia mi rostro, golpeándome en la pared, a un lado del espejo. Golpeé contra la manija del closet y me dejé caer hacia el suelo en una rápida derrota. Gemí, alzando mi mano para confortar la nueva herida. Mike me miraba con arrepentimiento.
-Lo siento, amor.- susurró. Siempre hacia eso. Como si esas palabras hiciera desaparecer el dolor. Estiró sus dedos hacia mi cabello, acariciándolo. Me hubiera apartado, pero ahora sabía que era mejor no hacerlo. -Sabes que odio lastimarte. No me hagas darte una buena razón para faltar al trabajo.
Su voz era amable pero sus palabras revelaban la obvia amenaza. Me quedé sentaba en el suelo, con la cabeza apoyada en la puerta del closet. Me hablaba mientras se vestía para el trabajo, sus palabras se habían convertido en incoherentes murmuraciones. Casi ni podía escucharle por sobre los gritos de dolor que daba en mi cabeza. No noté cuando Mike se había ido del cuarto, y finalmente de la casa.
¿Cómo terminé con él? ¿Por qué no tomaba mi dinero y corría hacia Charlie? Podía dejar este lugar para siempre, o aun, encontrar un lugar nuevo donde vivir. Había cientos de cosas que podía hacer en lugar de permanecer sentada, enfrentándome a lo mismo día tras día. ¿Por qué no me fui? Debí habérmelo preguntado una docena de veces... sabia la respuesta. ¿Por qué me quedé?
-¡Mami!
Por eso.
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