-Esto es completamente absurdo.- murmuró un chico de aparentemente diecisiete años. Cabello cobrizo, grandes ojos dorados, piel pálida y ojeras moradas bajo los ojos.
-Vamos, Edward.- le reprochó una muchacha bajita con aspecto de duendecillo. Rebelde cabello negro, grandes ojos dorados, tez pálida y ojeras lilas. –No será tan malo.- dijo de nuevo, intentando convencer al muchacho.
-No lo vas a lograr, Alice.- clavó su vista de nuevo en el grueso libro que leía antes que su pequeña hermana interrumpiera su mundo.
-Edward Anthony Masen Cullen.- pronunció su nombre completo, pero él no se inmutó. –Tanya insiste en verte, han sido muy amables en invitarnos a pasar las fiestas con ellos. Debes bajar.- Alice parecía molesta, pero pronto esa expresión se volvió una que él conocía muy bien.
-¿Alice?- preguntó contrariado.
Alice era capaz de ver cosas que aún no pasaban, ya saben, el futuro. Pero este nunca era preciso; una decisión, por mas pequeña que fuera, podía cambiarlo todo. Edward, por su parte, era capaz de leer la mente de todos lo que le rodeaban, lo deseara o no.
¿No lo había mencionado? Ellos son vampiros, pertenecen a la familia Cullen; uno de los tres grandes clanes de vampiros en el mundo.
La muchacha ahogó un grito de emoción. Todos estaban reunidos a su alrededor, esperando con impaciencia lo que la vampiresa había visto.
-¿Qué pasa, Alice?- preguntó un muchacho rubio, de ojos dorados. La pareja de Alice, Jasper Hale.
-Habrá rebajas en Seattle en dos semanas.- respondió por ella Edward, mientras todos fruncían el ceño y miraban a una divertida Alice.
-¿Tanto alboroto por eso?- preguntó un vampiro enorme, de cabello castaño. –Comienzo a pensar que la enana necesita un psicólogo.- rió ante su broma.
-Cállate, Emmett.- le golpeó su mujer, una chica de figura escultural y cabello rubio.
-Iremos de compras, Rose.- le dijo la pequeña a la rubia. Ambas sonrieron. Si algo tenían en común Alice Cullen y Rosalie Hale, a demás de ser vampiros, era su gusto por las compras; aunque la primera estaba obsesionada.
Un hombre rubio le dirigió una mirada reprobatoria a Alice; mientras que la mujer de cabello color caramelo la miró con dulzura.
-No debes molestarte Carlisle.- le habló Edward a su padre. –Esme no lo está, y ya sabes como es Alice.- el hombre rubio asintió, no sin antes mirar el rostro dulce de su esposa.
Todos dejaron la habitación, menos Edward. Cuando la puerta iba a cerrase, Esme volvió a entrar.
-Sería lindo que bajaras un rato, cielo.- le dijo en tono maternal mientras apartaba el libro de sus manos. –No es bueno que estés siempre solo.-
-No quiero ser grosero, mamá.- comentó. –Pero conoces a Tanya, sabes que prácticamente se lanza sobre mí al verme.- ella rió al escucharlo. –Y sabes que es molesto.- Esme no podía discutirle ese punto. Esa vampiresa había estado enamorada de su pequeño desde muchas décadas atrás.
-Solo piénsalo.- besó su mejilla y volvió al piso de abajo, donde se encontraba el resto de su familia y sus amigos de Denali.
-No entiendo como logra convencerme.- murmuró para si mismo Edward, mientras marcaba la página del libro y se reunía con su familia.
Así es, amo Aro. -Escuchó la voz de Isabella en su cabeza y sonrió complacido.
-Aunque no me será de utilidad si no puedo recibir una respuesta mental.- comentó desilusionada.
-Pero tu puedes leer la mente, cielo.- repuso Aro, mientras llevaba un dedo a su barbilla, pensativo.
-Solo al tacto, si pudiera hacerlo cuando deseo...-
-No creo que alguien pueda hacerlo.- le dijo Marco, siempre tan negativo.
Isabella le sacó la lengua de modo infantil, y Marco rió. A nadie le asombró el cambio del antes callado vampiro, pues todos actuaban distinto desde que la chica se unió a ellos. Cincuenta y cinco años atrás...
-Hola, Tanya.- dijo de repente con mal humor. -¿Puedes apartarte?- no quiso sonar grosero, pero su paciencia no lo había acompañado en el viaje.
Ella obedeció, aunque frunció el ceño. Odiaba que Edward no le prestara atención, pero no iba a rendirse fácilmente. Pronto Edward sería suyo.
"Esa chica está loca, Edward". Pensó Emmett, mientras por su rostro se extendía una sonrisa, que Edward contesto con otra ante el pensamiento. "Me pregunto de que color es la ropa int.."
-Emmett.- Edward se apretó el puente de la nariz con el dedo pulgar y el índice. –No quiero saberlo.-
-Pues no entres en mi mente.- le dijo entre risas. Rosalie Hale le miró sin entender, a veces su marido era un completo idiota.
-Irás a Forks, Washington.- Isabella observó a Aro con la boca abierta.
-¿Me enviarás a Estados Unidos?- todos se quedaron en silencio.
-Ahí se encuentra el clan de mi amigo Carlisle Cullen.- dijo Aro con alegría. –Quiero que estés cerca de ellos un tiempo, y vigiles los movimientos de este trío.- arrojó hacia ella tres fotografías. –Sospechamos de ellos desde hace meses.- ella asintió.
-¿Iré sola?- quiso saber.
-Heidi irá en un par de meses a ver como va todo.-
-¿Cuándo me marcho?- preguntó visiblemente triste.
-El fin de semana. Estudiarás en el instituto de Forks, ya te hemos matriculado.- ella volvió a asentir.
-Si mamá te oye se molestará.- le dijo Alice desde el asiento trasero.
-No creo que Esme lo hiciera.- repuso Jasper.
Edward se quedó en silencio, intentando bloquear los dulces pensamientos de la feliz pareja. No lograba entender cómo todas las parejas en su casa eran tan empalagosas.
En un BMW detrás del volvo, venían Rosalie Hale al volante y Emmett Cullen a su lado. Ambos hablando sobre coches, pues eran la pasión de Rosalie.
Y en un mercedes negro, venían Esme y Carlisle Cullen, hablando sobre Edward.
Un clan de vampiros integrado por siete personas. Tres chicas y cuatro chicos. Tres parejas y Edward. Padres, hermanos y primos; o eso pensaba el pueblo.
Pero a fin de cuentas, una familia.
-No puedes fallarle a Aro, Isabella.- le respondió Heidi, aunque tampoco deseaba separarse de su pequeña y ficticia hermana vampiro. –Tu misma lo dijiste.- le recordó; en su papel de hermana mayor, autoritaria y responsable. Ambas rieron.
-Te voy a extrañar, Heidi.- dijo mientras la abrazaba. –Gracias por no matarme cuando te lo pedí.-
-Y yo te extrañaré a ti.- respondió. –Y gracias por ofrecérmela.- ambas sonrieron, luego terminaron de empacar las pertenencias de la más joven. El día de su partida había llegado.
Pronto Isabella Swan estaría en Forks.
-Vamos, Edward.- le reprochó una muchacha bajita con aspecto de duendecillo. Rebelde cabello negro, grandes ojos dorados, tez pálida y ojeras lilas. –No será tan malo.- dijo de nuevo, intentando convencer al muchacho.
-No lo vas a lograr, Alice.- clavó su vista de nuevo en el grueso libro que leía antes que su pequeña hermana interrumpiera su mundo.
-Edward Anthony Masen Cullen.- pronunció su nombre completo, pero él no se inmutó. –Tanya insiste en verte, han sido muy amables en invitarnos a pasar las fiestas con ellos. Debes bajar.- Alice parecía molesta, pero pronto esa expresión se volvió una que él conocía muy bien.
-¿Alice?- preguntó contrariado.
Alice era capaz de ver cosas que aún no pasaban, ya saben, el futuro. Pero este nunca era preciso; una decisión, por mas pequeña que fuera, podía cambiarlo todo. Edward, por su parte, era capaz de leer la mente de todos lo que le rodeaban, lo deseara o no.
¿No lo había mencionado? Ellos son vampiros, pertenecen a la familia Cullen; uno de los tres grandes clanes de vampiros en el mundo.
La muchacha ahogó un grito de emoción. Todos estaban reunidos a su alrededor, esperando con impaciencia lo que la vampiresa había visto.
-¿Qué pasa, Alice?- preguntó un muchacho rubio, de ojos dorados. La pareja de Alice, Jasper Hale.
-Habrá rebajas en Seattle en dos semanas.- respondió por ella Edward, mientras todos fruncían el ceño y miraban a una divertida Alice.
-¿Tanto alboroto por eso?- preguntó un vampiro enorme, de cabello castaño. –Comienzo a pensar que la enana necesita un psicólogo.- rió ante su broma.
-Cállate, Emmett.- le golpeó su mujer, una chica de figura escultural y cabello rubio.
-Iremos de compras, Rose.- le dijo la pequeña a la rubia. Ambas sonrieron. Si algo tenían en común Alice Cullen y Rosalie Hale, a demás de ser vampiros, era su gusto por las compras; aunque la primera estaba obsesionada.
Un hombre rubio le dirigió una mirada reprobatoria a Alice; mientras que la mujer de cabello color caramelo la miró con dulzura.
-No debes molestarte Carlisle.- le habló Edward a su padre. –Esme no lo está, y ya sabes como es Alice.- el hombre rubio asintió, no sin antes mirar el rostro dulce de su esposa.
Todos dejaron la habitación, menos Edward. Cuando la puerta iba a cerrase, Esme volvió a entrar.
-Sería lindo que bajaras un rato, cielo.- le dijo en tono maternal mientras apartaba el libro de sus manos. –No es bueno que estés siempre solo.-
-No quiero ser grosero, mamá.- comentó. –Pero conoces a Tanya, sabes que prácticamente se lanza sobre mí al verme.- ella rió al escucharlo. –Y sabes que es molesto.- Esme no podía discutirle ese punto. Esa vampiresa había estado enamorada de su pequeño desde muchas décadas atrás.
-Solo piénsalo.- besó su mejilla y volvió al piso de abajo, donde se encontraba el resto de su familia y sus amigos de Denali.
-No entiendo como logra convencerme.- murmuró para si mismo Edward, mientras marcaba la página del libro y se reunía con su familia.
C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.
-Haz echo un estupendo trabajo, Isabella.- pronunció con admiración Aro. –Y ahora puedes hacer que los vampiros te escuchen en sus cabezas, ¿telepatía, haz dicho?- el vampiro flotaba alrededor de la chica. Como un pequeño niño en una tienda de mascotas.Así es, amo Aro. -Escuchó la voz de Isabella en su cabeza y sonrió complacido.
-Aunque no me será de utilidad si no puedo recibir una respuesta mental.- comentó desilusionada.
-Pero tu puedes leer la mente, cielo.- repuso Aro, mientras llevaba un dedo a su barbilla, pensativo.
-Solo al tacto, si pudiera hacerlo cuando deseo...-
-No creo que alguien pueda hacerlo.- le dijo Marco, siempre tan negativo.
Isabella le sacó la lengua de modo infantil, y Marco rió. A nadie le asombró el cambio del antes callado vampiro, pues todos actuaban distinto desde que la chica se unió a ellos. Cincuenta y cinco años atrás...
C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.
-¡Oh, Edward!- gritó Tanya al ver al vampiro de cabellos cobrizos bajar por las escaleras y como el había predicho, se lanzó a sus brazos.-Hola, Tanya.- dijo de repente con mal humor. -¿Puedes apartarte?- no quiso sonar grosero, pero su paciencia no lo había acompañado en el viaje.
Ella obedeció, aunque frunció el ceño. Odiaba que Edward no le prestara atención, pero no iba a rendirse fácilmente. Pronto Edward sería suyo.
"Esa chica está loca, Edward". Pensó Emmett, mientras por su rostro se extendía una sonrisa, que Edward contesto con otra ante el pensamiento. "Me pregunto de que color es la ropa int.."
-Emmett.- Edward se apretó el puente de la nariz con el dedo pulgar y el índice. –No quiero saberlo.-
-Pues no entres en mi mente.- le dijo entre risas. Rosalie Hale le miró sin entender, a veces su marido era un completo idiota.
C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.
-¿A dónde debo ir?- preguntó Isabella. Cayo la observó duramente, ella se encogió un poco.-Irás a Forks, Washington.- Isabella observó a Aro con la boca abierta.
-¿Me enviarás a Estados Unidos?- todos se quedaron en silencio.
-Ahí se encuentra el clan de mi amigo Carlisle Cullen.- dijo Aro con alegría. –Quiero que estés cerca de ellos un tiempo, y vigiles los movimientos de este trío.- arrojó hacia ella tres fotografías. –Sospechamos de ellos desde hace meses.- ella asintió.
-¿Iré sola?- quiso saber.
-Heidi irá en un par de meses a ver como va todo.-
-¿Cuándo me marcho?- preguntó visiblemente triste.
-El fin de semana. Estudiarás en el instituto de Forks, ya te hemos matriculado.- ella volvió a asentir.
C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.
-Me alegra que el viaje terminara.- dijo Edward mientras conducía su coche, un flamante volvo plateado.-Si mamá te oye se molestará.- le dijo Alice desde el asiento trasero.
-No creo que Esme lo hiciera.- repuso Jasper.
Edward se quedó en silencio, intentando bloquear los dulces pensamientos de la feliz pareja. No lograba entender cómo todas las parejas en su casa eran tan empalagosas.
En un BMW detrás del volvo, venían Rosalie Hale al volante y Emmett Cullen a su lado. Ambos hablando sobre coches, pues eran la pasión de Rosalie.
Y en un mercedes negro, venían Esme y Carlisle Cullen, hablando sobre Edward.
Un clan de vampiros integrado por siete personas. Tres chicas y cuatro chicos. Tres parejas y Edward. Padres, hermanos y primos; o eso pensaba el pueblo.
Pero a fin de cuentas, una familia.
C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.
-No quiero irme, hermana.- dijo Isabella, mientras algunas lágrimas se deslizaban por sus pálidas mejillas.-No puedes fallarle a Aro, Isabella.- le respondió Heidi, aunque tampoco deseaba separarse de su pequeña y ficticia hermana vampiro. –Tu misma lo dijiste.- le recordó; en su papel de hermana mayor, autoritaria y responsable. Ambas rieron.
-Te voy a extrañar, Heidi.- dijo mientras la abrazaba. –Gracias por no matarme cuando te lo pedí.-
-Y yo te extrañaré a ti.- respondió. –Y gracias por ofrecérmela.- ambas sonrieron, luego terminaron de empacar las pertenencias de la más joven. El día de su partida había llegado.
Pronto Isabella Swan estaría en Forks.
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