Bueno en primer lugar me gustaría decirles que todo lo que se vaya a publicar en este blog son FanFics de crepúsculo, todos los personajes, espacios y demás cosas que aparezcan en cualquier libro de la saga son propiedad de Stephenie Meyer.
Los FanFics de crepúsculo no son de nuestra propiedad (Guadalupe Vulturi y Daniela Cullen) cada uno tiene su respectivo autor, y esta señalado en la descripción de cada FanFic. Tengan en cuenta que cualquiera de esos FanFics también se pueden encontrar en FanFiction.net u otro blog mientras tengan permiso de su autor.
Fuera de eso, no tengo nada más que decirles aparte de que disfruten su lectura.

Mi noche a tu lado

Era sorprendente la velocidad con la que nos movíamos, o mejor dicho, se movía, aunque, indirectamente, yo también lo hacía, cargada a su espalda como iba.
Ni tan siquiera tuve tiempo para pensar en las miles de ideas y descubrimientos extraños que en esos momentos surcaban mi mente. Tampoco quise hacerlo. Centro toda mi atención y recuerdo en las dos únicas veces que el me había besado.
Me había besado…, aun no era capaz de creerlo, y no porque fuera contra todas las normas de la sociedad en la que vivíamos o porque aquella fuese la primera que alguien lo hacía, si no podía creerlo, era porque había sido él quien lo había hecho.
Parecía un sueño, una broma cruel del destino, que entre todas las criaturas del mundo yo me enamorara justamente de él, de la más perfecta. ¿Cómo demonios lograría retenerlo a mi lado? Parecía imposible, en todos los sentidos, y sin siquiera contar con su naturaleza vampírica, lo cual, era un impedimento extra.
Sin embargo, y contra todo pronostico, él me había dicho que me quería; a mi. A una humana tonta y débil y nada agraciada. Ni siquiera me podía considerar sobresaliente entre los de mi raza, ¿qué decir pues de la suya?
No obstante a él no parecía importarle. Le preocupaba mucho más la estúpida idea de acabar con mi vida. ¡Que ridiculez! Y sin embargo a mi me agradaba que así fuera. Mientras concentrara su atención en no lanzarse sobre mi para beber mi sangre, menos posibilidades había de que se detuviera a pensar en lo mediocre y poca cosa que yo era. Un pensamiento demasiado egoísta, tal vez, sin embargo en esos momentos ya era incapaz de imaginar mi vida sin Edward, se me hacía algo más que imposible.
Sentí como su velocidad disminuía notablemente y supuse que faltaba poco para llegar a casa. Increíble; apenas dos minutos y habíamos recorrido decenas de kilómetros. Sin embargo mis pensamientos distaban mucho de esa índole, concentrada como estaba en memorizar su aroma en mi mente, el contacto sobre su piel, y la vertiginosa sensación de mis manos alrededor de su cuello, sintiendo su apacible respiración cada pocos segundos.
- Bella – me llamó, trate de ignorarle a pesar de la dificulta que esto conllevaba y me centre en los últimos momentos que viviría a su espalda – hemos legado. – insistió.
De mala gana me forcé a mi misma a abrir los ojos mientras maldecía a Charlie por no haber comprado una casa mucho más alejada. Sentí como sus manos se cerraban sobre las mías ayudándome a bajar.
- Gracias – susurre débilmente una vez mis pies se posaron en el suelo.
- ¿Te ocurre algo? – preguntó suspicaz. A veces parecía que en verdad era capaz de leer mis pensamientos.
- Nada – negué con la cabeza.
- Bella – comenzó seriamente - si te incomoda estar a mi lado, solo tienes que decirlo, no sentirte mal por ello.
Sus palabras me asustaron, ¿por qué demonios no abandonaba ya esa absurda obsesión?
- No quiero que te vallas – reconocí finamente, con la vista fija en el suelo.
El silencio se presento durante algunos segundos, hasta que logró comprender el significado de mis palabras. Una suave risa rompió entonces la calma. Yo lo miré asombrada.
- Si de verdad no quieres que me valla – recalcó, dejando vía libre para que yo lo negara - ¿Por qué no me invitas a entrar a tu casa?
Sonreí emocionada, no era eso lo que esperaba de él, ni por asomo, pero no podía negar que en esta ocasión no me molestaba su repentino cambio de humor. Dude por un segundo, tratando de imaginar a Edward en mi casa, pero sacudí la cabeza enseguida, era imposible visualizar tanta belleza iluminando mi hogar.
- ¿Quieres pasar? – le pregunte esperanzada.
- Si no es molestia… - tanteó él, pero resistió ante mi profunda sonrisa – Será un placer.
Ambos nos encaminamos al interior de la casa, no me sorprendió encontrarla en completo silencio.
- ¿Y Charlie? – pregunte curiosa.
- En su cama – contesto raudaz, lo que me dio a entender que el estaba pensado lo mismo – Y juzgar por sus pensamientos… diría que se encuentra en la parte más profunda del sueño.
- Genial – exclamé sin poder contenerme – entonces nos queda mucho tiempo antes de que él despierte.
Me entusiasmaba la idea de tener muchas horas por delante en la única compañía de Edward. Sin embargo mis odiosas necesidades humanas me traicionaron a mi misma, pues en ese instante no pude reprimir un bostezó.
- Debes estar cansada, Bella – observó Edward – apenas has dormido unas horas esta noche. Será mejor que comas algo y te acuestes a dormir.
- No tengo sueño – mentí, sin embargo no me opuse a la idea de comer algo.
- Sabes, mi hermana Alice esta deseando conocerte – me comentó mientras yo me preparaba un baso de leche y unas rodajas de pan con mantequilla. – En realidad mi familia entera esta ansiosa por hacerlo.
Sus palabras me pusieron nerviosa, pero no lo reconocí. Me aterraba pensar que pensaría de mi su familia; de seguro ellos verían lo que Edward no había sido capaz, que yo no era nada comparada con él. Sin embargo, en esta ocasión no pareció percatarse de mis pensamientos.
- Ella… Alice, se parece a ti en muchos aspectos – sus palabras despertaron la curiosidad y el miedo se alejo de mi por unos momentos, lo miré interesada, mientras me sentaba frente a él y comenzaba a tomar mi desayuno. – Es decir… ambas sois rebeldes… me refiero a que… bueno, ¿cuántas chicas decentes conoces que se atreverían a permanecer a solas con un hombre mientras desayunan sin preocuparle siquiera lo que los demás podrían pensar si se enterasen? – enrojecí por sus palabras, tal vez tenía razón y me lo estaba reprochando, no obstante no era eso lo que parecía – Alice es como tu, apuesta por una sociedad diferente, igualitaria, sin normas y desequilibrios para la mujer… - sus palabras me sorprendieron, dudaba que pudiera existir alguien tan estúpido como yo para creer semejante tontería, sin embargo no pude contener mi alegría al saberlo. – Claro que Alice cuanta con ventaja, es decir… ella ya lo ha visto… así que no es tan raro que ahora no este a favor de ello. Sin embargo tu… aun siendo humana, sin ningún tipo de poder… no temes la defensa de tus ideales Bella, incluso pensando que estos son una locura, nunca dudas en luchar por ellos…
Me quede muda. Jamás había supuesto que Edward pensase eso de mi, y por primera vez en mi vida, agradecí no ser como las demás y limitarme como ellas a disfrutar lo que se dice una vida sencilla y normal.
- De todos modos creo que me desvié de lo que nos interesa – comentó con gracia después de un tiempo en silencio, y el temor volvió a apoderarse de mi tras descubrir lo que se proponía – Así que Bella, ¿cuándo quieres acompañarme a conocer a mi familia?
Suspiré y trate de hacerle ver que todavía era muy pronto para eso, sin embargo, tras observar la rara alegría que inundaba su mirada, fui incapaz de rechazarlo.
- Tú dirás… - respondí levemente, incapaz de reprimir el miedo en mis palabras.
- Entonces… ¿qué tal mañana en la tarde, después de la academia? – realmente parecía entusiasmado.
- Perfecto – acepte con un hilillo de voz. El rió suavemente.
- Tranquilízate Bella, te aseguró que están deseando conocerte… - me miró suspicazmente y añadió - y ninguno de ellos tiene intención de morderte, garantizado.
Le miré a los ojos, incapaz de entender como podía Edward bromear con una cosa así.
- No es eso – negué – pero… y si no les gusto… seguro que se dan cuenta enseguida de lo… tonta… y rara… y fea… que soy…y de que no te convengo en lo absoluto – me costó mucho expresar mis miedos abiertamente, por temor a que él viera la realidad que había en ellos.
- En primer lugar – me contestó muy serio – Tú no eres ni tonta, ni fea… tal vez algo rara, pero eso solo te hace mucho más atrayente que esas chicas tontas sin cerebro que te rodean. Además, ¿hablas de rarezas cuando te estoy invitando a conocer una familia, mi familia, – rectifico – de vampiros? – negó con la cabeza, como si quisiera deshacerse de esa estúpida idea. – Y en segundo lugar Bella, soy yo quien no te conviene… Soy yo quien te pone en peligró cada vez que me encuentro a tu lado, cada vez que tengo deseos de acariciarte, de besarte… - su voz se había perdido en un leve susurro – Por el contrario tú, eres lo mejor para mi. Lo mejor que me ha pasado en mi… existencia – concretó – Nada tenía sentido antes de que llegarás tú, había algunas estrellas que atenuaban la negrura de mi vivir diario, pero solo cuando tu llegaste, iluminando mi vida cual rayos de Sol, solo entonces me percaté del verdadero significado de la palabra vida, de la palabras felicidad…., de la palabra amor.
Escuche en silencio todas y cada una de sus palabras, y no pude evitar que mis ojos se anegaran en lagrimas a causa de la felicidad que estas me causaban. Aquella era la primera vez que Edward reconocía abiertamente que amaba, así pues ¿Qué importaba si era tonta, fea y rara? ¿qué importaba que no fuera más que una humana torpe y molesta? ¿Importaba algo, acaso, además del hecho de que el me amaba?
No; Nada importaba mientras contara con su amor; y antes de lograr un razonamiento lógico para este sentimiento, los labios de Edward se apegaron a los míos, alejando de mi cualquier inconveniente, cualquier malestar, y tan solo me separé de él, cuando mis pulmones se quedaron irremediablemente sin aire.
Termine de desayunar y Edward tomo el camino hacia mi cuarto sin que yo le indicara, lo que me condujo a preguntarme la cantidad de veces que abría estado espiando sin yo saberlo. Sacudí la cabeza, la verdad era que no me importaba. Lo importante era que estaba a mi lado.
Al entrar en mi habitación, cuidando de no despertar a Charlie, se detuvo interesado frente a mi pequeña Biblioteca.
- ¿Los has leído todos? – me pregunto curioso, a lo que yo asentí en silencio. Por alguna razón mi respuesta provocó que una de sus habituales sonrisas surcara su rostro.
- ¿Qué ocurre? – no me agradaba la idea de ser objeto de sus burlas sin siquiera saber el porqué.
- Nada… - negó – es solo que… a veces me sorprendo al recordar la edad que tienes. Tus aficiones, tus gustos, tus ideas… pareces mucho mayor.
A pesar de que expreso sus palabras con voz seria, yo no fui capaz de creerlas del todo.
- ¿Bromeas? – Quise asegurarme – Con la cantidad de veces que Charlie me repite lo tonta e inmadura que soy… - demasiadas, para mi gusto.
- Se equivoca – replicó él con simpleza - eres mucho más madura que la gran mayoría de las personas que conozco, realmente no pareces una joven de tan solo diecisiete años.
Me sonroje por sus palabras y a él pareció gustarle el tono cálido que adquirieron mis mejillas, porque me arrastró hasta mi cama y me acomodó en sus brazos. En un principio quise replicar, pues no deseaba recostarme tan pronto, sin embargo cambié de idea al recordar lo a gusto que me encontraba en sus brazos. Se me escapó otro bostezo.
- Debes dormir, Bella – repitió con firmeza. – Es más de medio día y apenas has dormido un par de horas desde ayer – Incapaz de contradecirle me limite a negar con la cabeza. – Al menos recuéstate sobre la cama – sugirió, mientras me liberaba del abrazo.
Reticente hice lo que me pedía. Mi cuerpo clamó una vez dejo de estar en contacto con el suyo.
- ¿Feliz? – pregunte algo enfadada, mientras me tapaba con las sabanas.
- Claro – contestó él, pero con un deje de burla en su voz, lo que me hizo entender que me había olvidado de algo.
- ¿Ocurre algo? – pregunte hastiada.
- No es nada… - negó con una pronunciada sonrisa – es solo que nunca te había visto ir a dormir con el vestido puesto… aunque debo reconocer que ese vestido te favorece muchísimo… así que puede ser una excepción.
Roja como un tomate, me levante de la cama y con una mirada de reproche me dirigí al baño a cambiarme. Él se limitó a reír encarecidamente.
Sin embargo, al cerrar la puerta del baño, y desprenderme de la parte superficial del vestido, algo extraño ocurrió, algo que nunca antes me había ocurrido y una poderosa e incontenible sensación me inundó el alma.
Por primera vez en mi vida, tenía plena consciencia de mi propio cuerpo, y el saber, mientras me deshacía del resto de las prendas, que Edward se encontraba a tan solo unos metros de mi, me provocaba una inapropiada excitación que lo turbaba todo.
De pronto, la idea de que él me hubiese estado espiando por las noches no se me hizo tan gratificante, ¿qué habría visto realmente? Me reproché a mi misma ese pensamiento, de seguro Edward no era ese tipo de hombres… Sin embargo no pude evitar que un profundo rubor surcara mi mente ante la idea de exponerme en camisón frente a él.
¿Qué pensaría de mí? ¿qué ocurriría si Charlie se enterara? ¿se daría cuenta de lo absolutamente normal que yo era si me veía con tan pocas ropas? Si no era así, ¿hasta dónde estaría dispuesto a llegar? ¿hasta dónde estaría yo dispuesta a llegar?
No sabía que pensar, pero por el momento trate de suspender las dos últimas ideas de mi mente… supuse que para las demás, era mejor arriesgarse.
Nerviosa, con unos profundos colores en las mejillas y el corazón bombeando sangre a un ritmo superior al habitual, termine de cambiarme, y con la bata firmemente abrochada y los brazos cruzados sobre el pecho, decidí salir al encuentro de mi destino.
Edward se encontraba tumbado en mi mecedora con la vista fija en la escasa luz que se colaba por la ventana. Trate de deslizarme hasta mi cama en silencio, sin embargo mi molesta torpeza se hizo presente, redando la parte baja de mi camisón en uno de los hierros de la cama, y provocando de ese modo que yo cayera al suelo.
Cerré los ojos a la espera del impacto, mas este nunca se produjo. Abrí los ojos en busca de aquello que había impedido mi caída, pero me arrepentí de ello en cuanto se toparon con aquellos perfectos dorados que me hipnotizaban.
Un profundo quemazón en distintas partes de mi cuerpo, me indico que Edward me sostenía entre sus brazos, evitando que cayera, y para mi desgracia, mi elevado sonrojo y los alocados latidos de mi corazón, el cual pareciera dispuesto a abandonar mi pecho, traicionaron mis pensamientos rebelándoselos a Edward.
Una risa débil y burlona inundó la habitación, sin embargo no se demoro demasiado en depositarme sobre mi cama, por supuesto, sin liberarme de su abrazo.
Creí que me moría mientras Edward acariciaba suavemente mi rostro con sus labios. El placer no era tan intenso como cuando me besaba, sin embargo la emoción podía considerarse superior.
Despacio, perfilo con sus labios mis mejillas, hasta llegar a la mandíbula, para deslizarse luego por mi cuello, y regresar hasta mi boca.
La paz me embargaba a pesar de que mi corazón latía como nunca antes. Cerré los ojos tratando de concentrarme en los diversos sentimientos que me embargaban, más tarde ya me ocuparía de descifrarlos, pero por el momento tan solo quería disfrutar, sentirlos sobre mi piel…, y sobre mi alma.
Percibí finalmente como sus labios se entrelazaban con los míos, y sin poder contenerme les di cabida en mi boca. No parecieron reacios, por el contrario, se adaptaron a ella con sopor, recorriendo cada milésima de mi piel, saboreando mi lengua.
Una molesta presión en el estomago me recordaba que debía respirar, sin embargo, en esta ocasión la ignoré con presteza.
Rodee con mis brazos el cuerpo de Edward, y trate de que fuera mi lengua la que entrara en su boca. Por desgracia, en esta ocasión, me había excedido los límites.
Despacio pero firme, Edward me apartó ligeramente de él y tras unos instantes volvió a rodearme en sus brazos, depositando un nuevo beso en la parte superficial de sus labios, y acunándome luego para que me durmiera.
No deseaba hacerlo; sin embargo, la sensación de sopor que me invadía ante su contacto, demasiado perfecto para ser real, la delicada manera en la que me mecía en sus brazos, la sensación de paz y completa feliz que me embargaba, y la suave nana que había empezado a tatarear, hicieron el trabajo por mi.
Lentamente, fui cerrando los ojos, sabiendo que mi mayor sueño permanecería a mi lado cuando despertara.
Feliz, lo último que sentí antes de dejarme arrastrar por los brazos de Morfeo, fueron sus fríos labios acariciando mi frente.

1 comentario:

  1. Hermoso, me fascina el giro de la historia la cercania d eEdward con ella!!!!

    ResponderEliminar