Las hojas secas crujieron bajo sus pies; se abofeteó mentalmente por su descuido. El ciervo que en ese momento bebía agua levantó su cabeza, y con sus pequeños ojos negros miró todo a su alrededor, sintiendo por su cuerpo correr el instinto de supervivencia.
Isabella suspiró cansadamente cuando el venado echó a correr, lejos de ella. Sus ojos violetas sometieron a un severo escrutinio el territorio que la rodeaba, buscando otra presa. Fácilmente podía haberlo inmovilizado, o atraerlo hacia ella, pero si lo hiciera, ¿dónde quedaría la diversión?
-Está molesta porque no puede ver el futuro con claridad.- murmuró Edward, ganándose una mirada envenenada de su hermana pequeña.
-Pero eso siempre ha sido igual.- comentó en voz baja y con tono de despreocupación Emmett. Pronto se vio sobre el suelo, con el cuerpo de la duendecilla sobre el suyo gruñendo de forma salvaje. –Era una broma, enana.- le dijo en son de broma, pero ella le gruñó de nuevo.
-No me refiero a eso.- intentó calmarlos el de cabellos cobrizos. –Sus visiones son borrosas, como si algo estuviera interfiriendo en ellas.- se quedó en silencio unos instantes, escuchando los pensamientos de una Alice furiosa.
-¿Podrías levantarte de mi marido, Alice?- preguntó Rosalie disgustada. "Emmett puede ser un completo idiota a veces". Edward rió entre dientes, y Rosalie le sonrió.
-Vamos, mañana volvemos a clases y debemos alimentarnos bien.- dijo Alice, danzando alrededor de su esposo. "Esto es frustrante".
Escuchó movimiento a unos cuantos metros de su posición y sonrió complacida, su presa estaba ahí, esperando por ella.
-Es perfecta.- se dijo a sí misma cuando se encontraba a cinco metros del asustado animal, quien se movía con desesperación en el claro.
Se movió a una velocidad inhumana, propia de un ser de otro mundo; a velocidad vampírica. Se lanzó hacia el animal, sin notar que alguien más imitaba su movimiento.
Chocó contra algo, o mejor dicho alguien; y el sonido pareció el de dos rocas al estrellarse. Volvió en si mismo, aplacando sus instintos para ver lo sucedido.
-¿Qué ha pasado, Edward?- escuchó la voz de Alice a una distancia prudente. No lo sabía, un momento saltaba sobre su alimento y de pronto estaba en el suelo...
Su figura yacía congelada bajo el frío cuerpo del muchacho, incapaces ambos de reaccionar. Sus brazos estaban sobre su cabeza y mantenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, intentando volver en sí rápido; el tirante de su blusa se deslizaba por su hombro derecho con lentitud; y sentía su falda un poco más arriba de lo permitido. Pero eso no la mantenía con las mejillas sonrojadas como estaba, sino la cercanía de él.
Sus rostros estaban a escasos centímetros, y el embriagador aliento de la muchacha golpeaba sus labios. Por alguna razón era imposible apartar la mirada de ella, y peor aún, no era capaz de levantarse de esa comprometedora posición. Algo se lo impedía.
-¿Edward?- preguntó su pequeña hermana. Un chiflido de Emmett, seguido por las estridentes carcajadas de cuatro vampiros, rompieron el silencio.
"Esto no se ve todos los días". Pensaba una divertida duendecilla de ojos dorados. "Aunque no lo vi venir en ningún momento". Eso sonaba más extraño aún.
"Parece que Eddie está creciendo". Emmett siempre era así, pero pronto lo iba a hacer tragarse ese comentario mental.
"¿Cómo sucedió esto?" Se preguntaba una Rosalie visiblemente contrariada. "¿No deberíamos ver si ella está bien?"
"¿Está viva?" Se preguntó Jasper.
Edward se levantó velozmente de ella, completamente avergonzado. Sus hermanos ahogaron una carcajada al ver su reacción tan exagerada. Estaban seguros que de ser posible, él estaría totalmente rojo. Acallaron otra carcajada.
"¿No es extraño que no lo haya visto, Edward?" Le cuestionó mentalmente Alice. "¿Y cómo no te diste cuenta?"
"Es humana". Pensó Rosalie. "Pero, ¿cómo es...?"
"Es un poco extraña..." pensó Emmett.
"¿Por qué está tan tranquila? La gente normalmente nos teme". Se preguntaba Jasper.
"Es bonita". Pensó de forma distraída Edward, ignorando a todos sus hermanos. "¿Por qué no puedo escuchar sus pensamientos?"
Isabella estaba sorprendida, los escuchaba a todos. Y no había tenido que tocarlos, como Aro. Podía escuchar todo, a todos, podía oír sus pensamientos. Una pequeña sonrisa amenazó con apoderarse de sus labios, pero no la dejó. Y lo mejor, el lector de mentes no podía leer la suya.
-Hola, soy Alice Cullen y estos de aquí son mis hermanos Emmett, Jasper, Rosalie y Edward.- señaló a cada uno con su pequeña y blanca mano y luego le dedicó una sonrisa a Isabella. -¿Te encuentras bien?- asintió como respuesta, pero dirigió su vista a cada uno de ellos.
Edward se acercó y le tendió la mano para ayudarla a levantarse, ella la aceptó y así se puso de pie.
-Lo siento.- susurraron ambos a la vez. Los demás miraban la escena divertidos.
-¿Cuál es tu nomb...?- antes de que Edward terminara la pregunta un teléfono celular comenzó a sonar. Ella se soltó de su agarre y se agachó a recoger el pequeño aparato que se encontraba en el suelo. Al ver el nombre en la pantalla su rostro se iluminó y una dulce sonrisa se extendió en sus labios.
-Debo irme.- dijo en un susurro. –Adiós.- su pequeña mano se agitó en el aire antes de llevar el celular a su oído y responder con voz alegre.
Todos se quedaron inmóviles, viendo a la joven desaparecer entre los árboles del bosque y sin saber siquiera su nombre. Los cinco coincidieron en algo.
-Es extraña.-
Cinco ojos dorados se contemplaron con extrañeza, por primera vez estaban de acuerdo en algo.
Isabella suspiró cansadamente cuando el venado echó a correr, lejos de ella. Sus ojos violetas sometieron a un severo escrutinio el territorio que la rodeaba, buscando otra presa. Fácilmente podía haberlo inmovilizado, o atraerlo hacia ella, pero si lo hiciera, ¿dónde quedaría la diversión?
C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.
-¿Alice?- preguntó Jasper a su esposa de modo preocupado. La vampiresa de negros cabellos frunció el ceño frustrada y en sus labios se formó una mueca que dejó entrever sus blancos y afilados colmillos.-Está molesta porque no puede ver el futuro con claridad.- murmuró Edward, ganándose una mirada envenenada de su hermana pequeña.
-Pero eso siempre ha sido igual.- comentó en voz baja y con tono de despreocupación Emmett. Pronto se vio sobre el suelo, con el cuerpo de la duendecilla sobre el suyo gruñendo de forma salvaje. –Era una broma, enana.- le dijo en son de broma, pero ella le gruñó de nuevo.
-No me refiero a eso.- intentó calmarlos el de cabellos cobrizos. –Sus visiones son borrosas, como si algo estuviera interfiriendo en ellas.- se quedó en silencio unos instantes, escuchando los pensamientos de una Alice furiosa.
-¿Podrías levantarte de mi marido, Alice?- preguntó Rosalie disgustada. "Emmett puede ser un completo idiota a veces". Edward rió entre dientes, y Rosalie le sonrió.
-Vamos, mañana volvemos a clases y debemos alimentarnos bien.- dijo Alice, danzando alrededor de su esposo. "Esto es frustrante".
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"¿Por qué tengo que asistir al instituto?" Se preguntaba mentalmente Isabella mientras caminaba entre los árboles del bosque de Forks. "¿Y por qué en Forks?" Con cada duda que surgía su ceño se iba frunciendo y una pequeña arruga de preocupación se formaba en su frente. "¿Qué pasa si cometo un error, si mato a alguien por accidente?" Escuchó movimiento a unos cuantos metros de su posición y sonrió complacida, su presa estaba ahí, esperando por ella.
-Es perfecta.- se dijo a sí misma cuando se encontraba a cinco metros del asustado animal, quien se movía con desesperación en el claro.
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-Es mía.- pronunció Edward, mirando al desprotegido animal en el claro. Sus hermanos le restaron importancia y se dedicaron a vagar a unos cuantos metros de él.Se movió a una velocidad inhumana, propia de un ser de otro mundo; a velocidad vampírica. Se lanzó hacia el animal, sin notar que alguien más imitaba su movimiento.
Chocó contra algo, o mejor dicho alguien; y el sonido pareció el de dos rocas al estrellarse. Volvió en si mismo, aplacando sus instintos para ver lo sucedido.
-¿Qué ha pasado, Edward?- escuchó la voz de Alice a una distancia prudente. No lo sabía, un momento saltaba sobre su alimento y de pronto estaba en el suelo...
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Isabella se encontraba igual de confundida, pero no por haber chocado con el vampiro, sino por estar arrebatándole su poder.Su figura yacía congelada bajo el frío cuerpo del muchacho, incapaces ambos de reaccionar. Sus brazos estaban sobre su cabeza y mantenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos, intentando volver en sí rápido; el tirante de su blusa se deslizaba por su hombro derecho con lentitud; y sentía su falda un poco más arriba de lo permitido. Pero eso no la mantenía con las mejillas sonrojadas como estaba, sino la cercanía de él.
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Su cuerpo estaba sobre el de la muchacha, acomodado entre sus piernas. Una mano sobre la cabeza de ella y la otra sobre uno de sus pechos. Como si esto fuera una broma del destino, era la típica caída estilo anime.Sus rostros estaban a escasos centímetros, y el embriagador aliento de la muchacha golpeaba sus labios. Por alguna razón era imposible apartar la mirada de ella, y peor aún, no era capaz de levantarse de esa comprometedora posición. Algo se lo impedía.
-¿Edward?- preguntó su pequeña hermana. Un chiflido de Emmett, seguido por las estridentes carcajadas de cuatro vampiros, rompieron el silencio.
"Esto no se ve todos los días". Pensaba una divertida duendecilla de ojos dorados. "Aunque no lo vi venir en ningún momento". Eso sonaba más extraño aún.
"Parece que Eddie está creciendo". Emmett siempre era así, pero pronto lo iba a hacer tragarse ese comentario mental.
"¿Cómo sucedió esto?" Se preguntaba una Rosalie visiblemente contrariada. "¿No deberíamos ver si ella está bien?"
"¿Está viva?" Se preguntó Jasper.
Edward se levantó velozmente de ella, completamente avergonzado. Sus hermanos ahogaron una carcajada al ver su reacción tan exagerada. Estaban seguros que de ser posible, él estaría totalmente rojo. Acallaron otra carcajada.
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Lo sintió retirarse, y pronto intentó imitar el movimiento, pero aún no era suficiente tiempo. Se sentó, acomodando su ropa. Una mano sujetando su falda y la otra apretando la tela de su blusa a la altura del corazón. El largo cabello castaño caía desordenado por su espalda, con algunas hojas en él. Mantenía la mirada en el suelo."¿No es extraño que no lo haya visto, Edward?" Le cuestionó mentalmente Alice. "¿Y cómo no te diste cuenta?"
"Es humana". Pensó Rosalie. "Pero, ¿cómo es...?"
"Es un poco extraña..." pensó Emmett.
"¿Por qué está tan tranquila? La gente normalmente nos teme". Se preguntaba Jasper.
"Es bonita". Pensó de forma distraída Edward, ignorando a todos sus hermanos. "¿Por qué no puedo escuchar sus pensamientos?"
Isabella estaba sorprendida, los escuchaba a todos. Y no había tenido que tocarlos, como Aro. Podía escuchar todo, a todos, podía oír sus pensamientos. Una pequeña sonrisa amenazó con apoderarse de sus labios, pero no la dejó. Y lo mejor, el lector de mentes no podía leer la suya.
C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.C.d.N.
Alice se puso de cuclillas ante la joven, cuando estaba a punto de tocarla, la otra levantó el rostro.-Hola, soy Alice Cullen y estos de aquí son mis hermanos Emmett, Jasper, Rosalie y Edward.- señaló a cada uno con su pequeña y blanca mano y luego le dedicó una sonrisa a Isabella. -¿Te encuentras bien?- asintió como respuesta, pero dirigió su vista a cada uno de ellos.
Edward se acercó y le tendió la mano para ayudarla a levantarse, ella la aceptó y así se puso de pie.
-Lo siento.- susurraron ambos a la vez. Los demás miraban la escena divertidos.
-¿Cuál es tu nomb...?- antes de que Edward terminara la pregunta un teléfono celular comenzó a sonar. Ella se soltó de su agarre y se agachó a recoger el pequeño aparato que se encontraba en el suelo. Al ver el nombre en la pantalla su rostro se iluminó y una dulce sonrisa se extendió en sus labios.
-Debo irme.- dijo en un susurro. –Adiós.- su pequeña mano se agitó en el aire antes de llevar el celular a su oído y responder con voz alegre.
Todos se quedaron inmóviles, viendo a la joven desaparecer entre los árboles del bosque y sin saber siquiera su nombre. Los cinco coincidieron en algo.
-Es extraña.-
Cinco ojos dorados se contemplaron con extrañeza, por primera vez estaban de acuerdo en algo.